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La levantadora extremeña Loida Zabala, uno de los nombres más destacados del deporte paralímpico español, tiene claras ahora mismo cuáles son sus prioridades. Para ella, los años paralímpicos son «sagrados». Por eso no ha dudado en dejar aparcado una vez más el que al margen de lo deportivo es otro de sus grandes sueños: hacerse un hueco en el mundo de la interpretación.
«Conseguir una medalla, sea del color que sea, y llegar algún día a ser actriz, son dos de mis grandes objetivos y ojalá algún día pueda cumplirlos. Y uno de ellos, para el que me preparo todos los días, será al año que viene en Tokio. Ojalá se haga realidad y puede estar en el podio, sería maravilloso«, declaró en una entrevista facilitada por el Comité Paralímpico Español (CPE).
La halterófila, que posee una discapacidad física, ya tiene experiencia en los Juegos, pero nunca ha conseguido llegar en ellos hasta el final. Estuvo presente en Pekín en 2008, en Londres en 2012 y en los últimos, en Río de Janeiro en 2016. Para ella el aplazamiento de las Paralimpiadas japonesas al próximo verano conlleva una parte positiva y una negativa. «Voy a tener más tiempo para entrenar muy duro y prepararme aún mejor para esa gran cita, pero por otro lado tendré que seguir aplazando mis estudios de Interpretación, algo que ya había hecho toda vez que habíamos entrado en año paralímpico, que para mí es sagrado».
A sus 33 años tiene como modelo a seguir en las pantallas y en los escenarios a Michelle Jenner. «Ojalá algún día me pueda parecer a ella. El mundo de las emociones es algo que cuesta mucho y tengo que practicarlo. Lo volveré a coger con muchas ganas», asegura, antes de lanzar una reivindicación, otro deseo, el que las personas con discapacidad «también puedan salir en una película o serie, y demostrar, sobre todo a los más jóvenes, que todo es posible y que se puede hacer».
Pese a las adversidades con las que se ha topado en la vida la extremeña lleva el optimismo por bandera. «Es muy importante hacer reír a la gente. Sacar una sonrisa es algo extraordinario«. Por ello confiesa que en su anterior trabajo de administrativa solía ponerse una nariz de payaso para aliviar los momentos de tensión. »Mis compañeras se reían de mí o conmigo, me daba igual, pero era capaz de hacerlas reír y eso me encanta«.
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