Laia Sanz termina entre lágrimas su undécimo Dakar, el más duro de su vida

Lo hizo lejos del podio, como decimoséptima en la general, pero con una satisfacción inmensa nada más rebasar la línea de meta en Yeda. «Estoy más contenta que otros años porque me ha costado mucho llegar». «Ha sido un Dakar muy duro. El resultado no es el que querría normalmente pero estoy más contenta que otros años. Espero volver el año que viene», aseguraba la piloto de GasGas, quien ha logrado en las últimas ocho ediciones quedar entre los 20 mejores en moto.

La 'Reina del Desierto' ha vuelto a demostrar que el Dakar no puede con ella, por más piedras que se encuentre en su camino. «Sólo los que han estado cerca de mí este año saben lo mucho que me ha costado», escribía en su cuenta de Twitter. Al terminar la prueba se fundía en un abrazo, muy emocionada, con los miembros de su equipo. A esta edición la catalana había llegado muy justa debido a una lesión de muñeca, que tardó en curar casi medio año. Además, tras el confinamiento, se enteró que padecía la enfermedad de Lyme, una infección bacteriana que se contrae por la picadura de una garrapata, y que le produjo sarpullidos en la piel, dolores de cabeza, fatiga y fiebre, obligándole a seguir un estricto tratamiento.

Algunas semanas antes de iniciar el Dakar, no las tenía todas consigo, y no sabía si conseguiría ni siquiera terminar la primera etapa, pero la adrenalina de volver a competir le dio las fuerzas necesarias para llegar hasta el final. Esto le ha dado si cabe mucho más empuje para afrontar su próximo reto. La catalana se pasará a las cuatro ruedas para participar junto a Carlos Sáinz en la Extreme E, otro rally extremo, de reciente creación, en el que competirán únicamente coches SUV 100% eléctricos.