«Fue como si alguien tocara un botón y las piernas se me apagaran». De esta manera tan ilustrativa habla Nahia Zudaire (Zubieta, 2004) sobre su discapacidad. Con quince meses un problema cardíaco –la sangre no bombeaba de forma normal y esa falta de riego le afectó a la médula– le hizo perder movimiento en las piernas. Tuvo que volver a aprender a caminar, pero pronto encontró su hábitat en el agua. «A los dos años me apuntaron mis padres para mi rehabilitación. En el agua se trabajan cosas que fuera no puedes». Chapotear fue su mejor medicina. Pasaron los años y la natación le llevó a ser profesional. «Con 13 fue el primer contacto un poco serio, pero no me cogieron para un campeonato internacional y no me sentó bien. Me dije: 'yo quiero estar ahí'». Esa autoxigencia que ha tenido siempre le hizo «click» y el resto es historia. A los 14 años llegó a cinco finales en el Europeo de Berlín y con 15 acudió a su primer Mundial. Los Juegos Paralímpicos de Tokio le llegaron con 17 y este verano ha rozado medalla en los de París.
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Es el resumen rápido de una vida que Nahia evita tachar de «superación», palabra de la que se suele abusar al referirse a deportistas adaptados. «Mis padres llevaron el duelo y le dieron la vuelta para que hoy sea quien soy. En mi casa nunca ha habido cara de pena. Y fuera de ella nunca me he sentido discriminada ni apartada. He intentado siempre ser una más. No me parece bien que solo por el hecho de tener discapacidad y hacer natación tenga que tener ese discurso inspirador», explica Zudaire.
La nadadora guipuzcoana fue una de las protagonistas del IV Foro GaituzSport sobre deporte e inclusión, acto en el que también atendió a EL CORREO en una preciosa charla que en estas líneas se reproduce. Dos encuentros que se suman a su ajetreado día a día. Pocos exprimen como ella las 24 horas. Entrena en la piscina, va al gimnasio, estudia Administración y Dirección de Empresas a distancia y en sus ratos libres le gusta leer –ahora está enganchada al último de Dolores Redondo– y visitar cafeterías, «de esas chulas».
Pero también saca tiempo cada semana para visitar a su psicóloga. «Desde que di el paso al alto rendimiento había facetas de mi salud mental que no tenía trabajadas. Pero ahora no pienso dejarlo». Que en el deporte, como en la vida, no todo es el aspecto físico es un hecho que deja de ser tabú. «Por mucho que la natación ocupe el 90% de mi tiempo intento que no sea lo único que hago y lo único que soy. Quiero ir más allá conmigo misma, no solo en el deporte. Muchos aspectos de la natación están unidos con el resto de mi vida. La manera de sacar adelante las cosas, los cambios de planes... Me ayuda a separar los dos mundos», desarrolla Zudaire, que demuestra una madurez impropia de sus 20 años.
La de Zubieta es la actual subcampeona de Europa y del mundo en el 400 libre de la categoría S8, prueba en la que posee el récord de España. Uno de los nueve que cuenta en su haber. «Me han quitado el de 50 libre», reconoce sin apuro alguno y con una sonrisa. Tiene los de 100, 200, 400 y 800 libre, 50 y 100 mariposa, 50 y 100 braza y 200 estilos. Una auténtica devoradora de registros que estuvo muy cerca de obtener medalla en París. Se fue de la capital francesa con cuatro diplomas: fue octava en 200 estilos, séptima en 400 libre, sexta en el relevo mixto 4x50 libre y cuarta en los 100 braza, su mejor resultado en unos Juegos. «¿Me hubiese gustado llevarme una medalla? Pues claro. Mentiría si te dijera que estoy súper contenta. Supongo que todo llega cuando tiene que llegar y si ahora no me toca... No voy a dejar que esto me preocupe, ya no es así», lanza. Su experiencia, aun así, fue positiva. «Comparado con Tokio que era una burbuja... Tuve cerca a mi familia, mis amigas. La villa es otro mundo, otra realidad comparado con otros campeonatos», indica con una sonrisa.
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Apenas tuvo un año como profesional para preparar los de Tokio, tres para París y ahora, con los cuatro habituales, pone la mira en Los Ángeles 2028. «Quiero hacer este ciclo bien. Ahora solo soy capaz de visualizar eso. En septiembre tenemos el Mundial de Singapur». A la ciudad-Estado del sudeste asiático llegará como una de las rivales a batir. Tras un mes de vacaciones después de los Juegos está en una fase con menos carga de la que le espera a partir de enero. «Ahora me puedo permitir ir a cenar un día con mis amigos. Tengo un poco más de flexibilidad. Luego...», reconoce.
El foro habla de la inclusión del deporte adaptado. ¿Qué falta por recorrer en el camino? «Para que el deporte crezca tiene que aumentar el nivel. Y los primeros que tenemos que hacer el cambio, darle esa profesionalidad, somos nosotros. Antes había deportistas que entrenando tres días ganaban los Juegos. Ahora ni te clasificas. Gracias a ese cambio ahora las carreras son más tentadoras. No se rompen, hay competitividad. Entonces como público te interesa más. ¿A partir de ahí? Amoldarnos a la realidad que hay y cambiarla poco a poco sin pedir todo de golpe. Para que la prensa te publique tú tienes que hacer algo». Es la enésima lección que ofrece.
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