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El sumo es una pelea de contacto completo entre dos contrincantes, un arte marcial que también es considerado como una ceremonia sintoísta. Aunque para muchos pueda representar una disciplina sin más misterio que dos luchadores de enorme tamaño tratando de derribarse o de sacarse a empujones de un ring, lo cierto es que la complejidad y la carga simbólica de esta tradición milenaria convierten al sumo en algo más que un deporte. Para sus protagonistas, los rikishi (luchadores), es un trayecto exigente que requiere grandes dosis de disciplina y sacrificio para alcanzar lo más alto y erigirse en yokozuna (gran campeón). La carrera de un luchador de sumo comienza a los 15 años, pero el ascenso a la gloria no es un camino de rosas. Y no todos alcanzan el estatus de yokozuna. Ni siquiera el de sekitori que les da derecho a estar entre los 70 luchadores de las dos principales categorías del sumo (makuuchi y jūryō ) en las que ya se les puede considerar como profesionales del deporte, con todos los privilegios y agasajos. En total, existen 6 divisiones que aglutinan a unos 650 luchadores.
La leyenda sintoísta cuenta que todo comenzó cuando Takemikazuchi, dios del trueno, y Takeminakata, dios de la guerra, se batieron en un épico duelo sobre el Mar del Japón. El heroico triunfo de Takemikazuchi permitió al pueblo nipón ocupar su actual archipiélago. Al parecer, el ... primer combate registrado tuvo lugar en el año 642. Lo promovió una mujer, la emperatriz Kogyoku, quien pidió a los miembros de su guardia personal que pelearan entre ellos para entretener a sus invitados coreanos. Desde entonces esta lucha entre hombres enlaza con ese mundo mágico de los ancestros, los dioses sintoístas y las tradiciones sacras. Emparentado con la lucha mongola, ha pervivido durante cientos de años en Japón hasta alcanzar la categoría de deporte nacional. Amantes de sus prácticas y tradiciones milenarias, los nipones han llegado a conferir a los luchadores el misticismo de los legendarios guerreros y los han convertido en estrellas mediáticas idolatradas. Se espera de ellos una conducta ejemplar, aunque en los últimos tiempos escándalos relacionados con la corrupción, las drogas y la violencia han dañado la imagen de este deporte. Y a ello se ha unido, recientemente, los que tienen que ver con la discriminación de género.
Porque el sumo ha sido siempre una práctica masculina. De hecho, hasta 1873, las mujeres tuvieron prohibido asistir a los combates, ya que era considerado un ritual samurái únicamente dirigido a los hombres. Solo se les permitió practicarlo a ellas entre los años 1603 a 1868 como protagonistas de un espectáculo erótico, es decir, como mero instrumento para el disfrute de los hombres que acudían a los prostíbulos, y por tanto totalmente alejado del sintoísmo y sus consecuentes restricciones de género. Pero ¿por qué ha estado y aún está prohibida la presencia de las mujeres en el ring profesional? La respuesta es absurdamente sencilla: por la regla. Aquí entra un término conocido como 'kegare'. Dentro del sintoísmo, se entiende por 'kegare' todo aquel fenómeno humano ocurrido de forma natural, es decir, que difiere de la conducta humana, con una condición malvada y por tanto contaminante que se relaciona directamente con el gran tabú del sintoísmo: la muerte. La sangre entraría dentro de este tabú y por ello la mujer se considera como una entidad contaminante, por la menstruación, y su presencia queda tajantemente prohibida en los lugares sagrados. Este mismo principio era el que prohibía la entrada a las mujeres en el monte Fuji hasta finales del siglo XIX.
Una de las pocas veces que el tema del trato a la mujer en el sumo profesional ha saltado al panorama internacional tuvo lugar en abril del año pasado, después de que dos sanitarias acudieran a asistir a un político que sufrió un derrame cerebral mientras estaba dando un discurso dentro del tatami. Resulta que su cometido era salvarle la vida mediante unas tareas de reanimación, pero fueron expulsadas por impuras y contaminantes, por sucias. «Mujeres, salgan del ring; mujeres, salgan del ring», se oía por megafonía. Hasta que las echaron a empujones. Este suceso al menos obligó a la Asociación de Sumo a estudiar el acceso de las mujeres en casos de emergencia, asistencia médica o entrega de premios. Pero ahí ha quedado el asunto, a pesar de la presión ejercida por numerosos aficionados, que apoyan la cada vez más evidente inclusión de la mujer en el sumo.
En la actualidad, Japón cuenta con unas 300 luchadoras inscritas en la ISF (International Sumo Federation) para aficionados, de la que no quiere ni oír hablar la masculinizada Asociación de Sumo Japonesa, pero miles de jóvenes deportistas lo practican en clubes escolares, de instituto o de centros universitarios. Hiyori Kon, de 22 años, es una de ellas y sabemos de su historia y de sus anhelos gracias al galardonado documental 'Little Miss Sumo', del cineasta británico Matt Kay. La cinta, que documenta en 19 minutos el viaje de Hiyori Kon mientras se preparaba para el Campeonato Mundial de Sumo Femenino 2018 en Taiwán, busca resaltar los profundos desequilibrios dentro de este deporte y subrayar un problema social a través de la lente de uno de los deportes más antiguos del mundo, al tiempo que expone todo un panorama de desigualdad.
«Quiero convertirme en campeona del mundo, así que quiero entrenar al máximo todos los días. Cuando pongo mi pie en el escalón del dohyo (ring) me digo 'en este punto estoy sola'. En cada combate doy más del cien por cien de mi habilidad«, señala en la filmación. También cuenta que comenzó a practicar el sumo cuando estaba en primer grado y que no perdía ni un solo combate, incluso cuando se enfrentaba a niños. »Creo que la política de no mujeres en el dohyo debe cambiar. Si nosotras las luchadoras de sumo levantamos nuestras voces ojalá más personas luchen contra los problemas de género junto a nosotras«, advierte. »Lo que me gusta del sumo es que puedes ganar aunque tu contrincante sea una persona más grande que tú, incluso si hay mucha diferencia de fuerza«, señalaba otra luchadora amateur de 18 años, Mizunuma, en declaraciones a la Agencia Efe el año pasado. «A menudo me preguntan por qué practico este deporte siendo una chica», explicaba otra joven, Nanami Ishizaki, quien respondía tajante que «es más interesante ver competir a una mujer que a un hombre».
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