La australiana festejando su cuarto título consecutivo. EFE

El gran salto de la clavadista que ganó en Bilbao: de shows en cruceros a ser la mejor del mundo

Rhiannan Iffland, que se reivindicó en Bilbao como la mujer más laureada de la historia de los clavados, empezó a lanzarse al agua con 9 años, entrenada por un excampeón mundial

Martes, 17 de septiembre 2019, 17:28

«Estoy enamorada de lo que hago». Así se simple resume la australiana Rhiannan Iffland su idilio con los saltos de gran altura. Una pasión que le ha llevado a convertirse recientemente en Bilbao, por cuarto año consecutivo, en la reina de los clavados ... , en la indiscutible ganadora de las series mundiales femeninas del Red Bull Cliff Diving. Ninguna ha conseguido brillar tanto como ella en este deporte.

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Y lo ha hecho desde el inicio. Siendo aún 'novata', con la tarjeta 'wildcard' con la que actuaba como invitada en algunas paradas, logró en 2016 algo inédito: hacerse con el título frente al resto de clavadistas permanentes del circuito. Parecía estar predestinada al vuelo desde más de 20 metros y a la zambullida perfecta. A partir de ese año, lo que se ha vuelto insólito es no ver su nombre entre las tres primeras clasificadas en cada prueba del campeonato. Sus cualidades la han hecho también revalidar el oro en la Copa del Mundo de la FINA el pasado mes de mayo.

Nacida hace 28 años en la ciudad de Newcastle, en la región australiana de Nueva Gales del Sur, Rhiannan Iffland ya empezó a encaramarse al trampolín y a tirarse de él sin miedo desde pequeña. Con tan solo 9 años empezó a recibir formación al respecto, a cargo del excampeón mundial Brett Austine, después de ver cómo a pesar de ser una niña se atrevía a realizar muchas volteretas y giros en el aire que no solían verse a su edad.

Una habilidad que la llevó a inscribirse en 2001 en la Hunter United Diving Academy, donde se han forjado varios campeones olímpicos. Con ella empezó a ganarse la vida haciendo distintos shows acrobáticos en plataformas en cruceros que recorrían el Mediterráneo y también las islas del Caribe. Luego pasó a tierra firme, a formar parte del elenco de artistas de un parque temático de la ciudad francesa de Lyon, donde sus actuaciones iban ganando poco a poco en dificultad, hasta alcanzar los 21 metros, la altura a la que se suelen asoman al abismo las mejores clavadistas del mundo.

Miedo antes de saltar

Espectáculos que le valieron la invitación para las series mundiales del Red Bull Cliff Diving en 2016, una competición que parecía estar hecha a su medida. Y es que además de convertirse en la clavadista más joven en ganar una prueba del circuito, obtuvo el podio en los siete escenarios en los que participó. Y eso que admite que si mira al vacío desde el trampolín, situado a unos 8 pisos de altura, la sensación que recorre su cuerpo es de «miedo». Una vez que se lanza, la adrenalina se convierte en energía positiva. «Después de realizar un salto, cuando salgo a la superficie del agua estoy eufórica, pero lo primero que me sale es siempre un suspiro de alivio. A los pocos segundos ya pienso 'fue increíble, quiero hacerlo de nuevo'», relataba hace unos meses en una entrevista.

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La clavadista en plena actuación en Bilbao y luciendo la txapela de ganadora.

La australiana también ha confesado que en alguna ocasión se ha pasado la noche en vela antes de probar una nueva pirueta en su veloz zambullida. «Camino por la calle o me tomo un café y estoy todo el rato pensando en ello. La tengo que visualizar bien». Una perfección que alcanzó en Bilbao, convirtiéndose en el único clavadista (hombres incluidos) que ha ganado todos los eventos de unas series mundiales de la temporada. Este curso ella misma también ha batido el récord de puntuación de un solo salto (122.55), de toda la competición (358.05), ambas en Beirut, y el mayor número de dieces en un salto, obtenido en Mostar al poner de acuerdo a cuatro miembros del jurado, donde ya se había hecho con el título.

La 'dominadora de las antípodas', como ya ha sido bautizada Rhiannan Iffland, asegura en la web del circuito que aún está asimilando todo lo que le ha ocurrido a lo largo de esta temporada. «Todavía me estoy pellizcando. Quiero seguir con esta confianza, disfrutando de este deporte. En Bilbao tenía a mis amigos y a mi novio, y también hubo un público lleno de energía, que hizo que todo fuera maravilloso».

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