Empezamos un nuevo curso y me gustaría aprovechar esta columna para enviar un mensaje optimista, un empujón que nos sacara a todas de nuestros sofás y nos pusiera las pilas. Me gustaría gritar a los cuatro vientos que «si la vida te da limones ... te hagas limonadas», que no hay nada como «sonreír por las mañanas» y que eres capaz de cualquier cosa si te lo propones. Pero mira, chica, ¡no tengo el chichi pa' farolillos!
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Vengo de la piscina a la que voy habitualmente y me he fijado que la mesa de la socorrista sigue «calzada» con una tabla de las que utilizamos en los cursillos, no sé si será la misma que el año pasado, pero desde luego la mesa de oficina con patas oxidadas es la misma... Pero eso no es todo. La socorrista no está sentada en una silla, ¡¡la socorrista ha tenido que improvisar un asiento apilando unas cuantas tablas para pasar las 8 horas de jornada laboral (por un sueldo ridículo) sentada en tan maravilloso invento!!
Por favor, visualicen la escena: la persona encargada de la seguridad en la piscina, de nuestra seguridad, tiene que sentarse sobre un puñado de tablas porque no le facilitan una silla. ¡¡UNA SILLA!!
Cuando lo he visto se me ha caído la cara de vergüenza. Ya lo he dicho por aquí en alguna ocasión y no me importa repetirme porque me parece que las condiciones bien merecen la queja reiterada máxime cuando el 7 de octubre es el Día Internacional del Trabajo Decente. Como persona que vive, trabaja y paga sus impuestos y sus cuotas deportivas regularmente me muero de vergüenza al ver a estas personas trabajando en semejante situación. Si lo que vemos las usuarias está así, ¿cómo será lo que no vemos?
Estoy indignada porque ya no disimulan y enseñan la patita por debajo de la puerta, ahora van a por todas, sin ningún pudor, con descaro y a la vista de todas. Organizan copas de fútbol en países donde no se respetan los derechos humanos en generaly los de las mujeres en especial. Venden y compran derechos de imagen de los equipos para luego no televisar los partidos de la liga femenina como quien juega al Monopoly en su casa un domingo de resaca. Organizan mundiales de atletismo en pistas con el aire acondicionado a tope para contrarrestar las altas temperaturas de los desiertos en los que se encuentran...
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No, aquí nadie disimula. El mensaje es claro. No nos importáis. Nosotros, lo que queremos es ganar dinero. Mientras, las curritas, las trabajadoras medias nos ponemos contentas porque podemos ir al spa con nuestra tarjeta municipal sin preguntarnos cuanto nos está costando. No en dinero, si no en derechos. Nos lanzan el palo y vamos corriendo a buscarlo mientras alguien se come los filetes buenos.
Igual es hora de hacer una paradita para reflexionar, una parada real, efectiva. Detenernos a repensar un nuevo modelo de vida donde no todo valga. Donde primen las personas y se cuide el planeta. No me parece lícito que en el nombre del deporte se repitan los modelos de negocio vacíos de valores, donde no se respeta ni a las personas ni a la tierra. No puedo hacer nada contra los grandes eventos pero en lo cercano, lo de mi alrededor, la ciudad donde vivo, los servicios que yo pago he decidido no callarme ni una. Ayuntamiento de Bilbao, tu mesa cojea... (Actualización: A día de hoy la socorrista está sentada en una silla roja de terraza de un famoso refresco...)
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