La otra fortaleza
maría tato
Jueves, 29 de agosto 2019, 00:20
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maría tato
Jueves, 29 de agosto 2019, 00:20
Tenía 26 años y apenas medía metro y medio cuando lo consiguió. La apariencia de una mujer femenina y bajita en comparación con sus competidores masculinos y robustos en la regata a vela por equipos más importante que existe: la vuelta al mundo The Ocean ... Race, en aquel entonces, 1989, denominada Whitbread Round the World Race. Ella, Tracy Edwards, no solo era la capitana del Maiden, un velero que compró después de hipotecar su casa, sino que, sobre todo, era la líder espiritual de una tripulación compuesta únicamente por mujeres. La hazaña, como tantas otras, había quedado en el olvido hasta que recientemente se estrenó una película al respecto cuya premier estatal se celebró en Bilbao el Día Internacional de la Mujer, dentro de la programación del Sail In Festival.
Nadie puede cuestionar que una regata tan extrema, de cerca de 60.000 kilómetros de distancia y nueve meses de navegación surcando los océanos más peligros e imponentes del planeta, requiere de una tripulación compuesta por navegantes fuertes, en el sentido más físico de la palabra. Lo que me interesa destacar es que lo primero que nos viene a la cabeza cuando hablamos de alguien fuerte es el vigor, la corpulencia, la fuerza bruta, y, automáticamente, en el contexto al que nos referimos, nada más y nada menos que la Ocean Race, de manera cultural, y habría que añadir que equivocada y en cierto sentido machista, pensamos en marineros hombres, en fornidos lobos de mar de piel ajada por el salitre curtidos en mil batallas contra olas gigantescas y vientos gélidos y huracanados. En el deporte, y en la vida también, pasamos por alto la primera acepción del adjetivo fuerte: «Que tiene gran resistencia». Y lo que se demostró en aquella regata de hace 30 años es que a resistencia a Tracy Edwards no le ganaba ni Popeye empachado de espinacas.
Tras reunir a su tripulación de marineras con quienes restauró un viejo velero de segunda mano, aún fue rechazada por más de 300 empresas a las que acudió en busca de patrocinio antes de poder inscribirse gracias al mecenazgo del rey de Jordania, a quien conoció mientras trabajaba en un crucero de lujo. Nadie daba un duro por ella y su tripulación al comienzo de la prueba. Pero Tracy Edwards perseveró, resistió con la misma fuerza con la que al mando del Maiden y, junto a sus once guerreras, venció en la segunda etapa de la regata, la más dura y difícil, cerca de la Antártida, y también en la tercera, la más táctica, y todo ello gracias sobre todo a la otra fortaleza, la que alimenta la resistencia: la fe, una palabra femenina con la que empieza el término feminismo.
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