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Sonrisas y lágrimas, victorias y derrotas. Chris Evert y Martina Navrátilová. Rivalidad en la pista y amistad en la vida. Poco se habla acerca del fenómeno que, en ocasiones, se produce como consecuencia de la rivalidad deportiva: la amistad. Famosa es la buena relación ... entre Roger Federer y Rafa Nadal; y recordada por todos es la conversación telefónica entre Iker Casillas y Xavi Hernández. Otras rivalidades históricas que generaron una amistad entre los deportistas son la de las tenistas Serena Williams y Caroline Wozniacki, las cuales aprovechan sus redes sociales para evidenciar su amistad; la de las leyendas del motociclismo Giacomo Agostini y Miguel Ángel Nieto que también fueron rivales y amigos. El italiano dedicó unas bonitas palabras al español tras su trágico fallecimiento. Y qué decir de la televisada relación de amor odio entre Magic y Larry.
Menos recordada y no por ello menos importante -más bien lo contrario-, es la amistad entre Chris Evert y Martina Navrátilová, dos tenistas que representaban formas de entender la vida totalmente opuestas.
No entraré en discusiones acerca de si la rivalidad deportiva entre estas dos tenistas puede ser comparable a otros casos. Sus carreras estuvieron marcadas por una comparación constante. A pesar de su rivalidad deportiva, su amistad es tan grande que cuando Navrátilová hizo pública su homosexualidad, fue Evert la primera que le mostró su apoyo. Es más, Navrátilová fue quien presentó a Evert al hombre que terminaría convirtiéndose en su marido. La propia Martina admitió que la rivalidad que tenía con Chris es lo que le mantuvo en activo tanto tiempo.
Esa es la lección que nos dan Chris Evert y Martina Navrátilová. Más allá de que durante 16 años se enfrentaran 80 veces y durante 12 años se alternasen en la cumbre mundial del tenis; es, sin embargo, la amistad la que perdura eternamente, sin importar los títulos que alzara cada una de ellas ni lo que cada una de ellas representara.
La amistad no suele ser producto de la rivalidad deportiva. No fue el caso de Chris Evert y Martina Navrátilová, cuyas vidas se unieron gracias a sus interminables batallas en la pista. El ejemplo de amistad dado por estas dos tenistas es digno de mención, precisamente, porque va más allá de lo deportivo. Dan una lección al mundo de que los valores del deporte son extrapolables a los valores de la amistad. Estas dos deportistas son un ejemplo de que la amistad es plenamente compatible con la rivalidad. Y es precisamente en la mezcla entre rivalidad y amistad donde reside la grandeza del deporte.
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