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Recientemente, el pasado 7 de marzo y con motivo del Día Internacional de la Mujer, se abrió por primera vez en Turquía un estadio de un club de la máxima categoría masculina, la Superliga, para que jugara en su terreno de juego el equipo ... femenino. En concreto, el partido enfrentó al Besiktas JK y al Atlético de Madrid, que venció por dos goles a cero, todo ello como plato principal de un evento gratuito organizado por el patrocinador del club turco, una conocida compañía de telecomunicaciones que da nombre a un moderno campo situado en la orilla europea del Bósforo con capacidad para 42.000 espectadores. Según he podido comprobar, el encuentro fue todo un éxito que reunió a cerca de 33.000 personas y que batió el récord de asistencia a un encuentro femenino en Turquía.
Lo que a mí más me llamó la atención de esta gran iniciativa que ojalá tuviera continuidad y se expandiera por el mundo con la misma rapidez y eficacia que por desgracia se expande el coronavirus (ya podría lo bueno contagiarse a base de estornudos), fue el lema elegido para promocionar el torneo: 'Ben varim', que podría traducirse como 'Yo existo'. No hay duda de que es un eslogan reivindicativo y que enseguida recuerda a otras proclamas contra la discriminación como el célebre poema de Benedetti 'El sur también existe' o el nombre de la plataforma que devino en partido político, Teruel Existe.
El hecho de llamar la atención sobre la existencia de una, o de algo, es una manera de enfatizar las desigualdades existentes y de reclamar un trato justo. Una forma de gritar: ¡eh, oigan, que estoy aquí, que existo, que las mujeres tenemos nuestros derechos y vamos a luchar por ellos! Pero, a la vez, y precisamente por su naturaleza reivindicativa, casi de protesta, da una idea de la situación que provoca una reacción así. Una situación que debe de ser no sola injusta y discriminatoria, sino también anuladora, de un ninguneo y una invisibilidad tal que exige plantarse con la reivindicación más elemental posible: existo.
Me ha dado por transformar e interpretar en clave de fútbol y lucha de género los últimos versos del poema de Benedetti (que entonces habría de titularse «La mujer también existe»), y comprobar hasta qué punto mantiene su sentido y su vigencia el intercambio y juego de palabras. «Con su corno francés y su academia sueca, su salsa americana y sus llaves inglesas, con todos sus misiles y sus enciclopedias, su guerra de galaxias y su saña opulenta, con todos sus laureles, el hombre es el que ordena. Pero aquí abajo abajo, cerca de las raíces es donde la memoria ningún recuerdo omite, y hay quienes se desmueren y hay quienes se desviven, y así entre todas logramos lo que era un imposible: que todo el mundo sepa que la mujer también existe». Existe y ya no quiere que el hombre ordene. Basta ya de órdenes. Es tiempo de consensos. Es tiempo de reconocer errores pasados para no volver a repetirlos.
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