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A finales del mes de mayo y durante el transcurso de Roland Garros la tenista Naomi Osaka, número 2 del ranking WTA, comunicó que había tomado la decisión de retirarse del torneo y abandonar temporalmente la competición por causa de largos episodios de depresión ... que había venido sufriendo desde que ganó el US Open de 2018. La noticia tuvo el correspondiente eco mediático, y me ha hecho reflexionar sobre la cara oculta del deporteque, en la mayoría de las ocasiones, los aficionados no tenemos en consideración cuando hablamos de los deportistas, tanto profesionales como amateurs, haciendo que obviemos que los deportistas también son personas.
Desde fuera, y sobre todo en los momentos de éxito, parece que todo es normal y que algunos son unos privilegiados que tienen un vida plácida y ganan mucho dinero, pero la realidad es que detrás de todo aquello hay una realidad que no se conoce y que, la mayoría de la veces, no se hace pública. A lo largo de la historia del deporte ha habido casos, más o menos conocidos, que han dado a conocer situaciones parecidas a la protagonizada por Naomi Osaka hace unos pocos días. Vienen a mi memoria los nombres de deportistas como Billie Jean King, Michael Phelps, Andrés Iniesta, Jesús Navas..., pero al mismo tiempo, también me pregunto por aquellos otros que no son conocidos y por los que están en fase de formación.
Me ha llamado la atención que los responsables de Roland Garros hayan justificado la sanción económica impuesta a la tenista por no haber comparecido ante los medios de comunicación tras su victoria frente a María Patricia Tig, señalando ser muy sensibles a la salud mental de los tenistas y comunicando que van a tomar iniciativas para tratar de ayudar a los deportistas en ese terreno. Y ello me lleva a reflexionar sobre actuación de los diferentes estamentos deportivos respecto a la 'salud' de los deportistas y a considerar que, más allá de la salud física, poco o nada se hace o se trata sobre la salud emocional que forma parte de los deportistas al igual que de cualquier persona, y que tiene tanta o mayor incidencia en las relaciones personales y sociales y/o en el rendimiento laboral como la tiene la salud física.
Hay que entender que una lesión de rodilla no es distinta que una mental, hay que trabajar igual la lesión física y la mental. El deporte de élite no es la causa de más enfermedades mentales que otras profesiones, pero las potencia en dos sentidos. Primero, el evidente, la presión, el miedo al fracaso, la exposición permanente a la crítica... Hoy potenciada por la exposición a las redes sociales. Cuando no se tiene herramientas adecuadas para enfrentarse a todos estos estímulos surge la ansiedad. Y ahí es donde aparece el segundo factor: la falta de apoyo en su entorno. Estos deportistas han destacado desde niños, generando unas expectativas enormes a su alrededor. Y ese pánico a fallar a todo el mundo hace que escondan lo que les sucede. Si además sus familiares, compañeros y entrenadores les hacen sentir mal por pedir ayuda, el estigma se perpetua.
Siempre se ha relacionado con el deporte una serie de valores, como superación, esfuerzo y sacrificio y consecuentemente se ha generado una heroicidad en torno a los deportistas, pero hay que recordar que estos valores no son exclusivos de los deportistas de élite y que son humanos, que son personas, tienen vida familiar, se lesionan y están en una situación de competencia constante con otros y consigo mismo.
Muchos clubes tienen entre su personal psicólogos que tratan de motivar a sus jugadores para que ofrezcan lo mejor de sí mismos. Dado la extensión de los casos de depresión, es deseable que los clubes aprovecharan el papel de estos psicólogos para elaborar un plan de prevención o de detención de los síntomas de la depresión o incluso para incorporarlos como personal médico cualificado.
Desearía que esta noticia fuera un punto y aparte en el ámbito de la salud deportiva y diese lugar a que todos los implicados en el deporte tomaran cartas en el asunto dando pie a iniciativas que tengan incidencia en la salud emocional y personal de los deportistas o que llevase a preguntarse o replantearse sobre la actitud de los padres, educadores y/o entrenadores, directivos y dirigentes frente a los deportistas en formación y la incidencia de la presión que se ejerce sobre aquellos para lograr que lleguen a ser deportistas profesionales, de éxito y con sueldos millonarios, y que, en algunas ocasiones, acaban siendo juguetes rotos. En los últimos tiempos he tenido conocimiento de la existencia de un negocio en auge, el de los representantes de jugadores de edades a partir de los 12 años que, entiendo, está fomentado por el deseo e interés de algunos padres en ver a sus hijos convertidos en el próximo Messi, Nadal…
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