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La lectura del reportaje «Cuando las ciclistas cambiaron de marcha», escrito por Ander Izagirre, y galardonado con el Premio de Periodismo Deportivo que otorga la Fundación Manuel Alcántara, me ha permitido descubrir a Alfonsina Strada, una de esas mujeres increíbles que abrieron camino hacia la ... igualdad en tiempos en los que el organizador del Tour consideraba, por ejemplo, que «las mujeres no saben demarrar, pedalean tranquilamente como si fueran de compras y hablan demasiado».
En 1924, Alfonsina participó en un Giro de Italia en el que tomaron la salida 89 hombres y ella, una costurera hija de una familia campesina que sobrevivía en la miseria. Como les sucedió a tantas otras mujeres pioneras, su determinación originó un escándalo público. Ni el machismo imperante ni los insultos ni las burlas impidieron la proeza. «Con un sufrimiento atroz, agotada, malherida, desmoralizada, Alfonsina Strada aguantó hasta el final en Milán, adonde solo llegaron 30 ciclistas clasificados».
Más allá de los extraordinarios méritos deportivos de esta memorable ciclista italiana, lo que más me ha llamado la atención del reportaje es el papel que la bicicleta desempeñó en el largo y siempre tortuoso camino hacia nuestro empoderamiento. Cuando a comienzos del siglo XX se incorporaron los cambios de marchas que sustituyeron al piñón fijo, las casas de los fabricantes diseñaron una campaña que terminaría convirtiendo a la bicicleta en el primer vehículo propio para muchas mujeres.
De repente, disponíamos de un medio de transporte propio, que nos facilitaba autonomía y libertad de una manera desconocida hasta entonces. Un cartel publicitario de la marca Saint-Étienne mostraba a una mujer vestida de rojo que pedaleaba sonriente y veloz, perseguida en vano por un chico que corría tras ella. El fabricante explicaba que «una chica joven en bicicleta puede escapar fácilmente a los acechos de los adolescentes, incluidos los más atléticos, si van a pie». A la vez que visualizo ese cartel me viene a la memoria una imagen repetida en numerosas películas: una mujer pedaleando libre, sintiéndose libre, con el viento sobre su rostro, mirando al frente, abriendo camino hacia un futuro mejor. Lo mismo por el sendero pedregoso de un camino rural que por la calle de una gran ciudad.
Y de igual manera me imagino a Alfonsina Strada, sobre todo, como una heroína de la libertad. Cuando las mujeres de su generación estaban condenadas a ser esposas, madres y amas de casa… Cuando los periódicos consideraban que el ciclismo no era «un ejercicio adaptado a la estructura de la mujer», sino «acrobacia femenina» y se oponían tajantemente… Cuando una mujer en bicicleta ofendía a los machistas, y renegaban de esas dos ruedas que permitían hacer excursiones sin la compañía de hombres… Cuando todo estaba en contra, Alfonsina Strada fue un ejemplo, un faro cuya luz, originada por el esfuerzo de una dinamo sobre la rueda, todavía ilumina el camino.
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