Publicidad

En la espectacular infografía que publicaba este periódico con motivo de la celebración, el pasado 14 de mayo, del 40 aniversario de la primera ascensión vasca al Everest, aparecía también una mención a la primera mujer que coronó esta cima el 16 de mayo ... de 1975, seis años antes de que lo hiciera Martin Zabaleta. Fue la japonesa Junko Tabei, quien a los 76 años había escalado las montañas más altas de 76 países, a cumbre por año, por así decirlo. Junto a la pionera nipona, también aparecían en la infografía Araceli Sagarra, que holló la cresta más alta del mundo en 1996, y, cómo no, Edurne Pasaban. La vasca fue la vigésimo primera persona en la historia en conquistar los 14 ochomiles, siendo, además, la primera mujer en conseguirlo.

He escrito a propósito sus méritos en orden inverso al que se suelen mencionar porque me interesa llamar la atención sobre el hecho de que solo veinte hombres hayan alcanzado tamaña gloria antes que ella. Considerando la discriminación de género en el deporte durante el pasado siglo y las pocas, por no decir nulas, oportunidades que cualquier mujer pudo tener de afrontar un desafío así desde los orígenes del alpinismo, el vigésimo primer puesto absoluto de Pasaban es revelador. Y creo que su gesta no es casualidad y guarda relación con otras hazañas acaecidas en el mundo del deporte.

Por ejemplo, Jasmin Paris, veterinaria de profesión, quien venció y batió el récord en la Montane Spine Race, una de las carreras de ultrafondo más duras del mundo, de 431 kilómetros y 13.000 metros de desnivel. Y, además, era madre, y durante la prueba sacó tiempo para dar el pecho a su bebé de 14 meses en los avituallamientos. Por ejemplo, Courtney Dauwalter, maestra estadounidense, que venció en la Moab 240, 383 kilómetros por el desierto de Utah. Sarah Thomas, la primera persona en cruzar a nado el canal de la Mancha cuatro veces seguidas sin parar. Nicky Spinks, Fiona Oakes, Ann Trason, Pam Reed, Lael Wilcow, Katie Wright … Pero mi preferida quizá sea Fiona Kolbinger, ganadora de la Transcontinental Race en 2019 por delante de más de 200 hombres y otras 40 mujeres. 4.000 km en bicicleta durante 10 días, dos horas y 48 minutos. Y es mi preferida porque Fiona toca el piano y, además, es médica.

Todos estos logros de estas mujeres no solo resultan magníficos desde el punto de vista deportivo, sino que alientan un enfoque muy estimulante desde una perspectiva de género: en la medida en que en los retos físicos cobran importancia aspectos como la resistencia (al dolor, al agotamiento, al frío, en definitiva, a cualquier forma de adversidad), la mujer compite a la altura del hombre e incluso lo supera. Y es algo que puede explicarse de forma sencilla: nosotras vamos de menos a más, tenemos más gasolina, para el cuerpo y para la mente, y cuanto más larga es la prueba, mayores nuestras posibilidades de victoria.

Publicidad

Cuando antes he utilizado el adjetivo estimulante para referirme a este enfoque, estaba pensando en las lecturas que ofrece más allá del deporte, por ejemplo, ante la actual pandemia. Si hay un colectivo que se ha ganado nuestro reconocimiento y admiración es el sanitario, un sector en el que tres cuartas partes son mujeres, con las enfermeras a la cabeza, pero también con más médicas que médicos. Tampoco creo que sea casualidad. Pongamos en valor esa resistencia heroica, y no por una medalla, sino por vocación y por el bien común.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad