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AFP
Jueves, 25 de julio 2019, 23:58
Afianzar su identidad. Las futbolistas que participarán desde este mismo viernes en los Juegos Panamericanos de Lima se han propuesto promover un profesionalismo para el que demandan recursos, organización y respeto. Quieren dar el paso definitivo de una lucha que muchas empezaron en la infancia ... , abriéndose camino entre los hombres. Como la argentina Agustina Barroso, que se cortaba el pelo para mezclarse con ellos. O la chilena Fernanda Pinilla, que de jugar en el barrio con su primo, pasó a lucirse en el campeonato de chicos de la zona.
También así empezó en su pueblo la brasileña Marta Vieira da Silva quien recientemente expuso uno de los muchos contrastes de América Latina, al convertirse en la máxima goleadora de la historia de los mundiales. Inclusive de los masculinos. «Lloren al principio para sonreír al final». Las palabras salieron de sus labios pintados de rojo intenso tras el partido en el que Brasil se despidió del Mundial.
En el continente, hay 1.000 clubes registrados y más de 200.000 jugadoras, según Gonzalo Belloso, secretario general adjunto de la Conmebol, que atribuye la mitad de esta última cifra al «crecimiento exponencial» de los últimos tres años.
A Isabella Echeverri, referente de la selección colombiana, le quisieron vender su propia camiseta para representar a su país. En febrero, con su compañera de equipo Melissa Ortiz, denunció en unos vídeos difundidos por las redes sociales enormes desigualdades con el equipo masculino. Y no en busca de lujos. Contaron, por ejemplo, que pagaban sus vuelos para asistir a las concentraciones, y que no recibían ningún pago por su actividad profesional. «No pedimos igualdad, pedimos respeto», dijo Echeverri entonces.
«Después de las denuncias, han habido avances: se generó la liga femenina de Colombia, volvió la selección tras más de 700 días sin concentraciones y tenemos entrenador. Pero todavía falta mucho», dijo la flamante jugadora del Sevilla, que hasta ahora jugaba en Estados Unidos. La joven, que buscará con su selección la medalla dorada en Lima, intentará también «cambiar la percepción en Colombia». Allí, a finales de 2018, el presidente del Tolima aseguró que el fútbol femenino no solo era «inviable económicamente», sino también un «caldo de cultivo del lesbianismo».
En Argentina el empuje de las jugadoras logró profesionalizar la liga con contratos, aunque con sueldos similares a los de jugadores de la cuarta categoría. Las futbolistas siguen expuestas a sinsabores. La selección que entusiasmó al país al levantar un 0-3 y con una jugada comparada a la 'mano de Dios' de Maradona, llegará diezmada a los Panamericanos. Nada menos que sin su capitana, Estefanía Banini, y otras de sus referentes. En las redes sociales, las jugadoras denunciaron haber sido excluidas por ser 'voceras' de un creciente descontento con el cuerpo técnico. Algo difícil de imaginar en el universo masculino.
Otro equipo que participará en los Panamericanos es Chile, después de resurgir de las cenizas para llegar a Francia. Fue la primera vez en la historia que conseguían clasificarse para el Mundial, lo que no lograron un año antes el equipo de Arturo Vidal y Alexis Sánchez para competir en Rusia. Ellas lo consiguieron, pese a haber desaparecido de las canchas en 2016: la federación local no las incluyó en el calendario y la FIFA las excluyó de su clasificación.
El equipo se enteró por la prensa y el golpe casi provocó la salida de algunas de sus estrellas, como la portera y capitana Christiane Endler. Resistiéndose a quedar en el olvido, la exseleccionada y ahora dirigente de Chile Iona Rothfeld fundó un sindicato para presionar a la asociación que mueve los hilos del fútbol ese país. Así, a finales de 2017, la selección volvió a pisar el verde después de dos años. Un mantra se repetía en los vestuarios: «los equipos peligrosos son los que no tienen nada para perder».
Pero la inclusión ha dejado de ser optativa para muchos. Al menos para los equipos que quieran competir en las copas Libertadores y Sudamericana. En 2016, Conmebol se convirtió en la única federación de la FIFA que exigió a los 91 equipos participantes, tener, entre otros requisitos, al menos dos equipos femeninos en dos categorías. El cambio se acaba de materializar este 2019. «Esta norma es una gran herramienta para establecer planes estratégicos para mejorar el nivel de los clubes y de la competición de forma progresiva», dijo Belloso.
Entre la estrella estadounidense Megan Rapinoe y el futbolista argentino Lionel Messi hay una brecha salarial de más de 120 millones de dólares. Es por eso que la capitana de la selección que triunfó en Francia, con sus tiros dentro y fuera de la cancha, lidera una revolución por la equidad salarial. Pero América Latina aún deberá librar otras batallas. «No existen los contratos», dice tajante la jugadora chilena Fernanda Pinilla, quien dejó atrás una carrera científica para dedicarse al fútbol. «Esa es la lucha que hay que ganar ahora: profesionalizar el fútbol», dice la que además ejerce como defensa en España, en las filas del Córdoba.
Al margen de las exigencias básicas, que van desde un vestuario con agua caliente hasta un planteamiento estratégico desde los clubes, Iona Rothfeld urge un cambio de mentalidad. «Muchas veces dirigentes, entrenadores y autoridades siguen pensando que somos niñitas jugando a la pelota y no jugadoras profesionales».
Para la historiadora estadounidense Brenda Elsey, autora del libro 'Futbolera', las instancias deben abrirse en todos los niveles. «Se necesitan más oportunidades para que las mujeres tengan licencias de entrenadoras, para que sean árbitros. Se debe partir de abajo para darles acceso a jugar a las niñas
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