Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Cuando en 2014 Stephanie Frappart se convirtió en la primera árbitra de la Ligue 2, la segunda división el fútbol francés, los medios de comunicación la rodearon. Una mujer en un coto de hombres. Focos. Buscaban una historia extraordinaria. Y, como recuerda ella, ... sólo encontraron a un árbitro que hacía bien su trabajo. La situación se repite cada vez que Frappart da un paso más. Como cuando en abril de este año fue la primera mujer que dirigía un encuentro de la Ligue 1 (Primera), el Amiens-Estrasburgo. O como ayer, cuando en su oficio de pionera dio el salto definitivo al pitar la final de la Supercopa de Europa entre el Liverpool y el Chelsea ante los 42.000 espectadores del Vodafone Park, en Estambul, que vieron por primera vez a una mujer arbitrar una final continental masculina. Los focos, de nuevo, buscaron primero a Frappart antes que a las estrellas de la Premier. Luego, con el balón en juego, todo se transformó en un duelo más de fútbol. La colegiada pasó a un segundo plano. Como a Frappart le gusta.
Ganó el Liverpool, pero tuvo que esperar hasta la tanda de penaltis, en la que el meta Adrián San Miguel, que hace nada se buscaba la vida en un modesto equipo andaluz, fue decisivo al parar el lanzamiento de Abraham.
Durante la primera mitad, la colegiada se vio ante dos decisiones difíciles: Giroud estaba en posición legal cuando partió para anotar el 1-0 del Chelsea. Frappart acertó. Y atinó también cuando anuló, por fuera de juego, el que hubiera sido el 2-0 de los londinenses. Impecable. La puntería de la colegiada no tembló en la segunda mitad. Dio por buena la posición de Firmino en el tanto del empate del Liverpool, obra de Mané. Tampoco le tembló la mano para pitar el penalti de Arrizabalaga a Abrahams.
Cuenta Frappart que en los partidos de la Segunda división francesa los futbolistas se dirigían muchas veces a ella como 'Monsieur l'arbitre (Señor árbitro)'. Eso, asegura, prueba que metidos en el campo los jugadores no ven su condición femenina como una barrera. Para ellos, es un árbitro más. De talla y arquitectura menuda (1,64 metros y 54 kilos), se impone en el campo. «Es el mejor árbitro de la Ligue 2. Tiene una voz suave, pero mucha personalidad», comentó en 'L'Equipe TV' el entrenador del Orleans, Pierre Bouby. Esta temporada, Frappart ya es colegiada de Primera.
Lo ha conseguido con 35 años. Comenzó, como tantos árbitros, jugando al fútbol. Con el dorsal '10' del CS Pierrelaye. Físicamente era la mejor de su grupo. Y tanto se interesó por la reglas de su deporte que acabó como colegiada en partidos de barrio por los arrabales de París. Con el público pegado a la nuca. Nunca sufrió una agresión, pero sí ha recibido ráfagas de insultos. A sus padres les recomendó no ir a verla a los estadios. «Hay que tener pasión por esto para aguantar lo que te dicen cada fin de semana. Pero soy terca como una mula», declara.
Siempre se ha sometido a las mismas pruebas físicas que los colegiados. Y cuando algún entrenador como David Le Frapper (Valenciennes) carga contra ella por un penalti dudoso diciendo que «estas cosas pasan cuando una mujer viene a pitar un deporte de hombres», Frappart calla. Deja que esas mismas declaraciones desvelen el carácter de quien las pronuncia. Desde que empezó, su meta ha sido «pasar desapercibida». Como dicen todos los árbitros, lo mejor es cuando no se habla de ellos. Con Frappart ahora eso es imposible. Son las servidumbres de ser una pionera. Pero gracias a biografías como la suya algún día ver a una árbitra en una final masculina no será noticia.
Noticia Relacionada
Rodrigo Errasti Mendiguren
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.