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El Athletic femenino puso punto final al curso el pasado domingo en Coruña con un nuevo tropiezo, 3-0, ante un Dépor que ya estaba descendido. «Un partido para olvidar», reconoció Iraia Iturregi. Una sensación que lo cierto es que podría extrapolarse a toda ... la temporada.
Una auténtica montaña rusa, pero con muchas más bajadas y desplomes que subidas. Un 'annus horribilis', del que tanto jugadoras como cuerpo técnico y aficionados querían despedirse ya cuanto antes. Y es que nunca hasta ahora se había visto a un conjunto vizcaíno tan vulnerable y tan poco efectivo como el de esta campaña 2020-21, la que se antojaba tremendamente ilusionante, con Ángel Villacampa en el banquillo y una semifinal de Copa disputada a las primeras de cambio, y que ha terminado siendo una auténtica pesadilla, pese al relevo de entrenador a principios de enero, cuando cogió las riendas la excapitana Iraia.
El Athletic nunca había sufrido tanto como hasta hora. En toda su historia no se había visto tan abajo y apurado, coqueteando con los puestos de descenso. No logró respirar realmente tranquilo hasta hace poco más de un mes, cuando certificó matemáticamente la permanencia, bajando el telón este domingo como undécimo en la clasificación, cuando hasta entonces su peor puesto había sido el quinto, el que logró el año pasado, cuando el coronavirus lo paralizó todo, calcando el anterior. Esto les ha hecho, además, despedir esta campaña con la menor diferencia de puntos respecto del descenso, once, rondando en años anteriores en varias ocasiones el medio centenar.
Una temporada de récords negativos en el que sobresalen principalmente las once jornadas consecutivas que enlazaron sin conocer la victoria, de noviembre a febrero. La racha más negra de las rojiblancas, de la que parecieron recuperarse poco después sumando cuatro triunfos seguidos, lo que no hacían desde 2018, esfuerzo que sin embargo echaron por la borda en la recta final del curso, encajando cuatro goleadas en un mes, entre ellas el 8-0 en el feudo del Barça, la derrota más abultada que han recibido en Liga.
Esto les hizo cerrar por primera vez el balance de goles del equipo con muchos más en contra que a favor, 60 encajados y 43 fabricados, cifras que normalmente duplicaba o triplicaba a su favor. Hasta el momento no habían recibido más de 46, lo que sucedió hace década y media, en la temporada 2005-06, en la que encajaron nueve derrotas y trece victorias. Siempre habían saboreado más veces en una misma campaña la dulzura de los tres puntos que no el amargor del fracaso, lo que también se ha dado la vuelta en esta ocasión, en la que dieciséis veces se han ido con las manos vacías, y tan solo once con el triunfo, gracias en parte a los goles de Lucía García, quinta en el ranking de máximas goleadoras de la Primera Iberdrola con 16 tantos.
Pésimas cifras globales que no reflejan más que la irregularidad y la falta de orden, intensidad y contundencia que ha caracterizado al conjunto femenino en estos últimos meses, en los que apenas ha logrado cuajar dos o tres partidos completos en todas sus líneas. También hay que resaltar que, tanto este curso como el pasado, han arrastrado una larga lista de lesionadas, no pudiendo contar en ninguna ocasión con la totalidad de la plantilla.
Iraia tardó en recobrar la confianza del vestuario rojiblanco cuando se hizo con el banquillo, la que se vio mermada en las jornadas finales ante los rivales de arriba. Con la gasolina ya casi fundida, el Athletic logró una victoria en el antepenúltimo partido frente al Sevilla. El último fogonazo en las tinieblas, pensando ya más en pasar página y en olvidar por fin su temporada más aciaga.
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