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Si hace unos días, en la eliminatoria de Copa entre el Athletic y el Atlético de Madrid, San Mamés envió un mensaje al mundo al reunir a 48.121 espectadores en la grada, Anoeta ha vuelto a lanzar ese grito: el fútbol femenino es un ... tren en marcha y ha cogido velocidad de crucero. En un mañana de color ceniza, abatida por las ráfagas de viento y empapada por cortinas de lluvia, el estadio albiazul ha reunido a 21.234 aficionados para disfrutar el duelo entre la Real y el Athletic (empate 2-2). Con esa cifra, Anoeta iguala la afluencia al derbi de la pasada campaña. La versión femenina de este deporte no está contaminada por la violencia verbal, y a veces física, que es tan habitual en los partidos masculinos. Anoeta aplaudió a las jugadoras del Athletic. Y por la megafonía se abrieron las puertas de la casa donostiarra a los centenares de vecinos llegados desde Bizkaia: «Bienvenidos. Por encima de los colores, todos juntos. Cada uno al lado del otro». Era más el ambiente típico y educado de un estadio de rugby. Una fiesta.
Y algo más. La reivindicación. Un veterana socia de la Real lo expresa así en una de las puertas del estadio: «Si me dicen hace unos años que iba a ver el campo con tanta gente no lo hubiera creído. Parece increíble. Es un orgullo». Por las mismas escaleras sube una aficionada del Athletic, joven. Estuvo en San Mamés para animar ante el Atlético. «Y también estuve en Lezama en el siguiente partido. Allí ya no hubo tanta gente. Hay que animarse a apoyar a las chicas en todos los partidos, incluso los de fuera. Ellas también son el Athletic», apunta. Viene con la familia. Como buena parte de los asistentes. El fútbol vuelve a su origen: un domingo para padres e hijos, para nietos y abuelos. Caminando hacia Anoeta se palpaba esa atmósfera. Un crío, con la bufanda albiazul al cuello, le contaba a su aitite cómo había parado un penalti en el torneo escolar. El abuelo sonreía con el apasionado relato. De eso también trata el fútbol, aunque en tantas ocasiones se olvide.
Por la avenida Madrid, de frente al estadio, las cafeterías como 'La Tahona' o las chocolaterías como 'Lorea' estaban a rebosar. Sin alcohol. Las mañanas de domingo huelen bien, a café y periódico. «Un cortado y un 'Colacao' caliente», piden Aitor e Iker, padre e hijo. Del Athletic. «Hay que venir a ver a las chicas también cuando cobran la entrada, no sólo cuando se reparten invitaciones», reclaman. Las entradas cuestan entre 10 y 20 euros. En Gipuzkoa se ha hecho una campaña previa al partido, vía redes sociales, para convocar a la afición. Y ha habido respuesta. «Las chicas también tienen tirón», subraya una aficionada. Anoeta está en plena remodelación. Tiene una grada amputada por las obras. Ahora entran unos 29.000 aficionados. El derbi masculino entre la Real y el Athletic rozó el lleno, con 27.000. El femenino se arrimó al superar la barrera de los 21.000. Otro paso. Anoeta abrazó al fútbol femenino. Hasta hace nada, las mujeres jugaban al balón como al solitario. Ya no. Como el estadio albiazul, el deporte femenino está en fase de ampliación.
Lo anunció San Mamés a todo volumen y lo ha repetido Anoeta. Son la semilla. Las futbolistas han desatado ese nudo. Cuando la colegiada pitó el inicio del derbi sonó la realidad. No era un sueño. Las gradas contenían miles de voces. Y no se escuchó ni un chillido hostil hacia el otro equipo. En una esquina del campo, un centenar de aficionados rojiblancos ondeaban sus banderas. De pie, saltando, celebraron el primer gol del Athletic. Ya no callaron. Animación pura. En el palco, el presidente, Aitor Elizegi, disfrutaba de otro hito más en el crecimiento del Athletic femenino. «¡Erreala, Erreala... Irabazi arte!», coreaba la grada, que tapaba el empeño de los incombustibles hinchas de Athleticzaleak. «Beti zure alboan. Goazen Neskak (Siempre a vuestro lado. Vamos Chicas)».
Ahora que el fútbol vive plagado de escándalos y polémicas, su versión femenina da envidia sana. Lucha deportiva sobre el césped, sin engaños, ni tretas, ni malos gestos. Y en las gradas, respeto entre las aficiones. Como si ellas, las futbolistas, estuvieran ayudando a construir un nuevo retrato de la sociedad, menos crispado. Hasta se escuchó el 'Txoria Txori' de Mikel Laboa. Concierto por la igualdad en favor del deporte femenino que ha salido de esa jaula que le condenaba a la invisibilidad. Ya vuela, bien arropado por un público que se multiplica.
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