Otra imagen para la historia. La comisionada de la WNBA Cathy Engelbert ocupando un plano fijo cerrado. Traje de chaqueta azul, de fondo una estantería con los logos visibles de los patrocinadores, algún balón de basket y poco más. El sorteo del draft de ... la meca del baloncesto femenino estadounidense prescindía por razones sanitarias del show habitual. Sólo en la casa de la que sí o sí iba a ser elegida en el número 1 -este año era imposible la sorpresa- la imagen desvelaba que había una mínima producción, una cámara autónoma, un micrófono y una conexión de unidad móvil para responder a las dos o tres preguntas de rigor. Camiseta blanca y falda negra de talle alto para la reina del curso, Sabrina Ionescu. La algarabía la puso su familia, que rodeaba a la estrella de la universidad de Oregon, campus que ha roto la pana este curso haciendo doblete con Sabally como número 2 y colocando a Hebard en la octava elección. En el resto de casos, un plano de cinco segundos de cómo se lo tomaban en cada domicilio -había un diferido de tres minutos y no todas las jugadoras se percataron de cuando era pinchada la señal de su ordenador- y un vídeo con momentos estelares del juego de cada una de las seleccionadas.
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La historia de esta base de origen rumano no es muy diferente de la tantas veces escuchada sobre inmigrantes que llegan, se instalan deslomándose la primera generación de los desplazados y mamando el estilo de vida americano sus vástagos. Cayeron en la californiana Walnut Creek, en la zona de Oakland, junto a la bahía de San Francisco, territorio de Golden State Warriors. Significaba que junto a su gemelo Eddy y también siguiendo los pasos del hermano mayor, Andrei, la vida giraba en torno al baloncesto en la calle. En verano sólo existía el balón, la canasta y horas interminables de práctica, hasta jugando por unos dólares para así poder comer algo sin tener necesidad de parar y pasar por casa.
Le vino de perlas a Sabrina esa competitividad contra chicos, muchas veces mayores. Forjó el carácter de una peleadora nata, inquebrantable, modeló a una deportista que desde que compartió equipo por primera vez se acostumbró a ceder de uno a tres años de edad ante sus adversarias y compañeras. O a jugar contra chicos, como cuando faltaba alguno en el de su gemelo Eddy. Del mismo modo que tomaba decisiones casi instantáneas en el juego, en la vida real siempre ha sido un mar de dudas, una joven que ha apurado hasta el bocinazo final la respuesta a preguntas que iban a marcar su futuro. Como cuando se decidió por Oregon como la universidad en la que desarrollar sus capacidades, donde se encontró como 'veterana' con la española Maite Cazorla.
En su estreno universitario acaparó siete títulos individuales, que subieron a quince el segundo y tercer años y han concluido con veinte galardones en esta inconclusa campaña de la que Ionescu marcha a la WNBA con una espina clavada. El pasado curso las Ducks llegaron a la Final Four de la NCAA y se quedaron con la miel en los labios. Ya entonces era elegible Ionescu, y posiblemente como número 1 del draft. Pero sintió que le faltaba el título y retrasó una temporada su candidatura para repetir con Oregon este curso, en el que iban lanzadas a por la gloria cuando la pandemia de coronavirus les bajó irremediablemente la barrera. También retardó esa decisión hasta apenas cinco minutos antes de que concluyera el plazo para declararse elegible.
Sus números la delatan. Este año promedia 17'5 puntos, 8'6 rebotes y 9'1 asistencias. En los cuatro años den la universidad son de 18, 7'3 y 7'7 en 34'6 minutos en pista. Tiene la plusmarca (26) de triples-dobles en la NCAA y fue la primera jugadora (hombre o mujer) que alcanzó los 2.000 puntos, 1.000 rebotes y 1.000 asistencias universitarias. Sus topes personales en un partido en Oregon han quedado así: 37 puntos, 18 rebotes, 17 asistencias, 6 robos, 2 tapones, 14 tiros de campo anotados, 6 triples y 17 tiros libres.
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Su popularidad le valió mucho más que una cercanía con dos estrellas como Kobe Bryant y Stephen Curry. Conoció y entrenó con la 'Mamba' y su hija Gigi y fue una de las personas que leyeron en el funeral de ambos en el Staples Center. También con el francotirador de los Warriors ha entrenado y recibido consejos técnicos de manejo de balón y movimientos. También LeBron James le ha alabado constantemente en público y ha contactado con él. Su repertorio pertenece desde ayer a New York Liberty, la franquicia más cool de la WNBA.
Este curso no ha habido representación española en el draft después de que el año pasado se batiera la marca con tres jugadoras: Maite Cazorla (23º, Atlanta Dream), María Conde (27, Chicago Sky) y Ángela Salvadores (31, Los Ángeles Sparks). Desde que existe este procedimiento de selección del mejor personal universitario en la WNBA, a finales de los 90, Amaya Valdemoro fue quien abrió camino en 1998, elegida en el puesto 30 por Houston Comets. Tras ella llegaron vía lotería de las franquicias Nuria Martínez (2004, 36º, Sacramento Monarchs), Sancho Lyttle (bajo bandera aún de San Vicente y las Granadinas, 2005, 5º, Houston Comets), Alba Torrens (2009, 36º, Connecticut Sun), Astou Ndour (2014, 16º, San Antonio Stars), Leticia Romero (2017, 16º, Connecticut Sun), y el citado trío de 2019.
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Las Ducks de Oregon han sido el equipo de referencia en esta elección de jugadora. Con Ionescu, Sabally y Hebard en los puestos uno, dos y ocho logra la tercera mejor colocación de compañeras de equipo en un draft, siendo la tercera vez que un campus coloca al unísono a las dos mejores baloncestistas. Inmejorable el triplete de Connecticut en 2016 acaparando las tres primeras elecciones para Stewart, Jefferson y Tuck. Y el mismo campus dejó otra huella sobresaliente en 2002 con Bird y Cash en los dos primeros puestos, Jones cuarta y Williams sexta. Por universidades, Connecticut ha colocado a cinco jugadoras en el número 1 del draft, Tennessee a tres y Stanford y Notre Dame a dos. Con una elección junto a la recién estrenada Oregon figuran South Carolina, Washington, Baylor, Louisville, Duke, LSU, Minnesota, Mississippi y USC. En tres ocasiones las números uno no llegaron de universidades. Fue el caso de la australiana Lauren Jackson, la belga Ann Vauters y la polaca Margo Dydek.
Parte del mérito de Oregon corresponde a un exhombre de negro, Xavi López, uno de los asistentes de Kelly Graves en el banquillo del Matthew Knight Arena, donde llegaron juntos hace seis años. El que fuera base dos campañas del iurbentia Bilbao Basket refiere la satisfacción de un logro como el acumulado por sus Ducks, con Ionescu al frente. "De estas elecciones de draft no se saca nada material. Es la satisfacción, el orgullo de haber calificado así a las jugadoras y la confianza que dará a nuevas deportistas que quieran venir con nosotros", comenta a EL CORREO.
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El barcelonés nos presenta en sociedad a Sabrina Ionescu. "Es ese tipo de jugadora que la ves y sientes al instante que tiene algo especial. No por su capacidad atlética, sino por cómo compite y el corazón que le pone. Va a marca una época", vaticinio generalizado en la WNBA donde se le da validez a ser la sucesora de Taurasi, la gran dama del basket estadounidense. "Y es una idea que ha crecido mucho este año porque jugamos un amistoso en noviembre con el Estados Unidos Team senior. Es la segunda vez que la selección absoluta pierde con una universidad y Sabrina metió 30 puntos ante Taurasi. Definitivamente, quedó puesta en el mapa".
También se refiere Xavi López a Sabrina Ionescu como especial en su proceder, como su reacción de quedarse en Oregon un año más la pasada campaña para intentar ganar el campeonato. "lo mismo le pasaba en el instituto y cuando buscó universidad. Tenía las puertas abiertas de todas pero quería el reto de ganar en una que nunca antes lo hubiera hecho. Va siempre contra la corriente de lo que le dicen que tiene que hacer. Busca dejar su legado, hacer su camino".
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Y puede enorgullecerse de haberlo cumplido pese a que el Covid-19 le haya evitado ganar el título de la NCAA. "Íbamos lanzados", reconoce Xavi López, que reconoce que el equipo al que ahora despiden es de "un talento irrepetible. No será justo comparar con el futuro, pero con Ionescu, Sabally y Hebard, más Maite Cazorla el año pasado, acumulamos mucho poder en la pista". Da vértigo cuando eso lo cuantifica en el apoyo popular. "El año anterior a llegar a Oregon las Ducks habían ganado cuatro partidos y venían 500 personas a nuestros partidos. Ahora reunimos a más de 11.000, mientras que al equipo de chicos, que está en el Top15 nacional le ven seis o siete mil".
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