Encarna Hernández junto a Laia Palau, posando con una de las medallas que ha logrado la actual jugadora del Girona. R.B.

La centenaria 'Niña del Gancho'

La murciana Encarna Hernández, que acaba de soplar 103 velas, fue una de las primeras mujeres en practicar baloncesto en España. Obligada por la Falange a entrenar a otras chicas, un documental recoge su intensa y larga vida

Lunes, 17 de febrero 2020, 01:24

«Cada noche sueño lo mismo. Un campo de baloncesto, de arena, con las líneas pintadas con cal. Una pelota de cuero, vestidos de blanco o azul». Así arranca el documental 'La Niña del Gancho', una obra que reivindica el pasado, presente y futuro de ... las mujeres en el deporte, poniendo el foco en una de las primeras jugadoras de baloncesto en España, Encarna Hernández, quien a su vez fue también una de las primeras en dirigir un equipo y hasta en sacarse el carnet de conducir.

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Una pionera y una luchadora, con mayúsculas, que acaba de cumplir 103 años, y cuya figura ha sido fundamental para el devenir del basket femenino. Nació en Lorca (Murcia), en 1917, pero con apenas 10 años se instaló con su familia en Barcelona, ciudad en la que se introdujo el baloncesto en España, hace un siglo, un deporte que la consiguió atrapar por completo para el resto de su vida. Y es que con apenas 14 años fue una de las confundadoras del Atlas, uno de los primeros clubes del país.

Ella militó en varios, en algunos incluso a la vez, entre ellos el Barça, donde permaneció desde 1944 a 1953, cuando con 36 años decidió retirarse para ser madre, llegando a jugar varias temporadas estando ya casada, algo muy extraño en una época en la que toda mujer que contraía matrimonio debía abandonarlo todo para 'centrarse' en su marido. El suyo, Emilio Planelles, también jugador, era quien en muchas ocasiones le llegaba a comprar las zapatillas para jugar.

De joven no pasaba del 1,53 de estatura, era ágil y muy pícara y poseía un movimiento estrella, el gancho, que le valió su apodo

Su nombre siempre era el que sobresalía en casi todas las crónicas. Y eso que entonces no pasaba del 1,53 de estatura. Su velocidad y picardía la hacían destacar, además de su movimiento estrella, el gancho, con el que firmó innumerables canastas, ganándose un apodo de 'la niña del gancho', por el que todo el mundo la conocía. Su figura no pasó desapercibida para La Falange, la autoridad de la época, que mientras que prohibían ciertas prácticas deportivas trataban de impulsar el baloncesto, por lo que apostaron por ella como instructora, para que hiciera a otras mujeres «fuertes y sanas para la patria». Un desempeño que ya había realizado con más gusto (sin ser obligada), en distintos equipos de la ciudad condal y Catalunya.

Justicia histórica

Una pasión por el mundo del baloncesto y del deporte femenino, que compaginaba con su oficio de modista, que la ha llevado a guardar, durante más de siete décadas, recortes de prensa, entre los que figuran sus primeros partidos. Ya que nadie se acuerda de las pioneras, ya lo hace ella, en un gran archivo personal que guarda como un museo en su casa, de la que ya, debido a su edad, apenas puede salir. Los años han pasado factura a su cuerpo, pero no a su mente. Una lucidez que sorprendió a Raquel Barrera, directora y productora de Barcelona, la encargada de plasmar su historia en su documental. «La conocí después de que mi hermana Sara, que es periodista (productora del documental), la entrevistara en la radio. Al segundo ya sabía que tenía que hacer algo, por justicia histórica, para que mujeres como ella y muchas otras, que inventaron el deporte, no caigan en el olvido. Había que aprovechar todo el material que guardaba en papel, en fotos y en su cabeza», declara a este periódico.

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Así arrancó un proyecto, realizado de manera independiente, que duró cuatro años. «La conocí con 96 y lo terminamos cuando cumplió los 100. Tuvimos que adaptarnos a su ritmo. Durante el rodaje se rompió los dos brazos y su hermana enfermó. A pesar de todo ella nos agotaba a nosotras porque es energía pura». Tenía miedo de no poder llegar a verlo terminado, pero ya lo ha visionado en muchas ocasiones. «La primera vez nos sorprendió muchísimo porque recordaba cada escena, y se giraba me decía '¿esto lo has cortado no? porque yo aquí decía esto y esto'. Increíble teniendo su edad».

Un mujer entrañable, con un gran sentido del humor, que despierta una enorme ternura. «Lo que más me sorprendió de ella es cómo le brillan los ojos cada vez que habla de todo esto y conoce a una persona nueva. Está muy agradecida pero el favor nos lo ha hecho a nosotras porque conocer a una persona así te cambia la vida», declara Barrera, quien se ha propuesto ordenar todo su archivo para crear una base de datos y registrar el nombre de todas las mujeres.

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El suyo, el de Encarna Hernández, ha pasado a formar parte de la vida de estrellas del mundo del baloncesto como Laia Palau (es su fiel seguidora desde su vuelta a España) o Amaya Valdemoro, a raíz de esta obra, quienes suelen visitarla o hablar con ella por teléfono. «Lo que le da más rabia ahora es no tener whatsapp o leer el periódico cada día». Lo que sigue haciendo, y nunca se cansará, es quejándose del poco espacio que le dan al deporte femenino los diarios deportivos. «¿Toda la vida luchando para esto?», lamenta, sintiéndose orgullosa de todas las que tantos años después han seguido sus pasos.

Arriba, una foto del diario Crónica, en la que Encarna aparece agachada, a la derecha. Sobre estas líneas, un recorte en el que se anunciaba su fichaje por el Barça y un cartel del documental que protagoniza. S.B. y E.H.
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