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KAREL LÓPEZ
Jueves, 18 de febrero 2021, 09:48
«Cuando la situación con el coronavirus esté controlada, viajaré con mi mujer y mis hijos al País Vasco. Ahora tengo curiosidad por visitar la zona». Estas palabras corresponden a Steven Gorriaran, el padre de Sophia, una perla del atletismo yanqui que pegó ... un fuerte puñetazo sobre la mesa hace exactamente diez días al correr los 800 metros bajo techo en 2:02.44, crono de gran valor y mérito. Su apellido es vasco y, tras una semana de conversaciones, se ha descubierto que sus antepasados eran donostiarras.
«Creo que eran de un pueblo cercano a Santander, pero no estoy del todo seguro», apuntaba en inglés Steven la semana pasada. La pregunta formulada fue clara. «¿Sabe si Sophia tiene algún antepasado vasco? El apellido, desde luego, lo es». La curiosidad por saber más al respecto comenzó a hacerse evidente. Stephen estaba intrigado. «Voy a preguntar. Tal vez mi madre sepa algo más». No fue ella, sino su hermano quien dio con el dato que faltaba para completar el puzle. No era Santander, era San Sebastián. «¡Me ha confirmado que Antonio, mi bisabuelo y tatarabuelo de Sophia, era de un pueblo que debe llamarse San Sebastián! Fue él quien emigró. Su padre también se llamaba Antonio».
Sophia, la talentosa y jovencísima -nació en 2005- mediofondista que ha llamado la atención del mundillo atlético durante las últimas jornadas, vive junto a sus padres, Steven y Carine, y sus hermanos, Natasha y Max, en Providence, capital del estado de Rhode Island y una de las ciudades más grandes de Nueva Inglaterra. En ese lugar se estableció a comienzos del siglo XX Manuel Gorriaran, el bisabuelo de Sophia. «Mi padre, el abuelo de Sophia, también se llamaba Manuel. Él ya nació en Rhode Island».
Antonio Gorriaran dejó Euskadi para vivir en Cuba. «Acabó casándose con una americana judía que estaba allí de vacaciones. Ella se convirtió al catolicismo. Residió en Cuba hasta que murió con 55 años. Manuel, su hijo, abandonó Cuba para estudiar en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Boston. Regresó y se casó con una cubana. Fueron ellos quienes se establecieron en Rhode Island años después». Llamaron Manuel también a uno de sus hijos y este «se casó con una mujer descendiente de ingleses e irlandeses. Después llegamos mis hermanos y yo, que estoy casado con Carine, una mujer nacida en Haití», explica con detalle Steven. Algo de guipuzcoana le queda a Sophia…
Con tan solo 15 años, Sophia corrió a comienzos de mes los 800 metros en la pista cubierta de Fayetteville (Carolina del Norte) en 2:02.44, el mejor registro mundial de la historia con cronometraje eléctrico de una atleta sub18 y quinta mejor marca estadounidense absoluta del año, lo que, a pesar de su juventud, le hace colarse incluso en la complicada batalla por acudir a los Juegos Olímpicos de Tokio. Su tiempo en la distancia está a la altura del 2:01.8 de Mary Decker-Slaney -mujer bautizada como la 'niña prodigio' que acabó convirtiéndose en leyenda de este deporte y que lamentablemente será recordada por su caída en los Juegos de Los Ángeles-. Lo marcó en 1974 con cronometraje manual, no eléctrico.
El desparpajo sobre el sintético, su talento, su forma de pelear… tal vez los lleve en los genes. «El bisabuelo de Sophia amaba el deporte. El remo y, sobre todo, la lucha libre». De hecho, llegó a ser el responsable del equipo olímpico estadounidense de este deporte de contacto. Y el abuelo de la atleta, conocido como 'Manny', siguió sus pasos. Incluso tiene un trofeo en su honor.
Steven fue piloto -ha completado las 24 horas de Daytona- y confiesa que Sophia también es buena jugando a 'lacrosse', aunque quizás no tanto como su otra hija Natasha, que juega en la selección estadounidense sub17.
El apellido Gorriaran no es muy frecuente, tampoco en Euskadi. Poco más de medio centenar de personas lo tienen como primer apellido en toda España y también parece estar presente en otros países como Uruguay, Argentina o Estados Unidos, como queda claro con Sophia y su familia. Su origen parece estar en el barrio donostiarra de Altza. Y en Aia existe un viejo caserío del siglo XVII llamado de esa manera.
«Alguna vez me habían comentado que significaba 'valle rojo'. ¿Es así?», se pregunta Steven. Pues bien, la traducción fiel sería 'valle pelado, sin vegetación'. «Interesante».
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