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inés gallestegui
Viernes, 30 de agosto 2019, 00:15
En 1967 Kathrine Switzer fue la primera mujer del mundo inscrita oficialmente en un maratón, el de Boston, que llevaba 70 años celebrándose. El patético intento del director de la carrera de expulsarla a empujones, inmortalizado por la prensa, es una metáfora: aquel tipo trajeado ... acabó en la cuneta, derribado por el novio de Kathrine, y ella entró en meta. No se puede parar a una mujer que corre. La atleta fue cuestionada, insultada y expulsada de su federación, pero el movimiento era imparable. Cinco años después, gracias a un nuevo reglamento, nueve pioneras se inscribieron en la prueba junto a 1.210 hombres. Eran menos del 1%. En 2018, la acabaron 11.639, el 43% del total.
¿Y por qué no el 50%? Se lo preguntaron hace ya diez años en el Club Deportivo Fortuna, organizador de la Behobia-San Sebastián, una carrera popular de 20 kilómetros que se celebró por primera vez en 1919 y hoy es una de las más multitudinarias de España, con sus 26.130 'finishers' en la última edición. Organizaron grupos de entrenamiento femeninos en barrios y pueblos, pero se dieron cuenta de que hacía falta un impulso mucho más fuerte, un cambio profundo que requería tiempo. Así que, en la edición de noviembre pasado, lanzaron su desafío: llegar a la paridad en siete años. Kathrine Switzer estuvo allí para apoyar la iniciativa B/SS 50/50/25.
La 10K Valencia Ibercaja fue la primera en hacer oficial un reto parecido en 2015 y con su hashtag #lamitadmásuna ha logrado pasar de un 23 a un 31% de participación femenina entre los cerca de 11.000 deportistas, subraya su director, Alejandro Aparicio. ¿Su estrategia? Ser más acogedores para las atletas, con gestos como instalar una carpa donde puedan cambiarse después de la competición, abrir una guardería para los hijos de parejas en las que corren los dos o regalar una flor a la llegada.
Conseguir la paridad en trayectos cortos es más fácil -a veces lo logran sin proponérselo- que hacerlo en medias maratones (21,097 km), maratones (42,195 km) y ultramaratones. Para disputar estas distancias, la exigencia física y el compromiso son mayores.
«No queremos una carrera paritaria», zanja Arantza Rojo, responsable del reto en el CD Fortuna. No se trata, explica, de regalar dorsales, de hacer promociones 2x1, ni mucho menos de establecer cupos que aumenten el porcentaje femenino a costa de dejar fuera a los hombres. Por evolución natural, las mujeres se han ido incorporando al atletismo y lo seguirán haciendo. Lo que pretende este desafío es convertir la Behobia en una plataforma que acelere el cambio social. Por eso, a su juicio, no es tan trascendental que en 2025 haya un 50% exacto de chicas en la línea de salida, sino haber avanzado. «En las utopías, lo importante es el camino», recuerda la antropóloga Carmen Díez Mintegi, socia del club e investigadora de la Universidad del País Vasco en temas de mujer y deporte, hoy jubilada.
En la época en que Switzer desafió normas no escritas, muchos pensaban que las mujeres no podían correr 42 kilómetros. Incluido su entrenador. Cuando se comprobó que, obviamente, sí podían, se dijo que hacerlo ponía en riesgo su capacidad reproductiva. Luego esta excusa perdió credibilidad y se tiró de repertorio sexista aprovechando la inseguridad de las mujeres respecto a su físico: el entrenamiento volvería a las mujeres 'marimachos', demasiado musculadas, poco atractivas...
Con los años, argumentos tan burdos perdieron su capacidad de persuasión y las mujeres se han incorporado en masa a la práctica del 'running': se ve en las calles y en los arcos de meta. «Hemos interiorizado que el deporte 'outdoor' te mejora la vida, es bueno para la salud, para el cuerpo, para las relaciones sociales...», admite Rojo. Pero aún quedan barreras invisibles.
Las expertas destacan el abandono precoz de la práctica deportiva en la adolescencia por parte de las niñas, menos motivadas por el entorno, o la idea instalada de que los varones 'necesitan' hacer deporte desde pequeños. Otro parón se produce con la maternidad. En muchas parejas parece natural que, en el tiempo libre, él se reserve unas horas para correr, nadar, hacer una ruta en bici o jugar un partido mientras ella cuida de los niños y, si acaso, saca tiempo para ir de vez en cuando al gimnasio. «Que las mujeres hagan zumba está muy bien, lo malo es que perciban que solo pueden hacer zumba», matiza Rojo, que también es socióloga. Prepararse para un maratón exige un mínimo de tres o cuatro sesiones de entrenamiento a la semana, incluida alguna tirada larga. «Hay que ser muy militante para lograrlo», añade.
Arantza Rojo | Behobia-SS
Díez Mintegi recuerda que las olimpiadas -cerradas durante décadas a las mujeres- marcaron la organización del deporte moderno, que en muchos aspectos sigue siendo una estructura decimonónica de reproducción de la supremacía masculina, que, además, no es absoluta: es difícil saber hasta dónde pueden llegar las mujeres, que llegaron a la competición más tarde y aún son menos. ¿Qué pasaría si el 90% de las niñas jugaran al fútbol? ¿Saldría de vez en cuando una 'messi'? Lo cierto es que ya ha habido campeonas absolutas en varias ultramaratones (carreras de más de 42 km) y travesías a nado. Sus logros se infravaloran, tienen menos eco y las chicas no tienen tantos modelos a imitar. A su juicio, que el hombre sea físicamente superior no justifica que el deporte popular o el escolar estén tan compartimentados por sexos, cuando de lo que se trata es de fomentar la salud y pasarlo bien.
Entre las estrategias para atraer a más féminas a la mítica carrera entre la frontera francesa y la capital guipuzcoana están las acciones de visibilización. Por ejemplo, la introducción de las primeras mujeres 'liebres' (corredores que marcan el paso a quienes se plantean terminar en un tiempo concreto), la difusión en redes sociales de vídeos con la experiencia de corredoras, la invitación a atletas 'influencers' o la posibilidad, aún en estudio, de que en la salida escalonada la primera oleada sea la de las atletas de élite, para que lleguen a meta junto a los varones más rápidos, como hacen otras grandes competiciones. «Lo que hace falta es dar visibilidad a mujeres que corren, participan, compiten o ganan -explica Rojo-. A mi hija de 14 años le impacta más que corra yo o su tía o las madres de sus amigas. El ejemplo cercano es muy importante».
Mikel Huarte | Maratón Donostia
La B/SS, que se mira en el espejo de la Goteborg Varvet, la media más multitudiaria de Europa (60.000 corredores, 35% mujeres) ha contagiado con su ejemplo a la Salto Systems Clásica 15K y el Zurich Maratón de San Sebastián, organizadas por Fly Group. Mikel Huarte, su presidente, recuerda que la primera vez que escuchó hablar de sexismo en el 'running' dijo: «Nosotros no somos machistas». Pero luego revisó algunos aspectos de su organización. «La mayoría de los trabajadores éramos tíos, en las fotos de la publicidad y la cartelería solo aparecían tíos, las clasificaciones de tíos salían antes, los premios para tíos eran mayores... Eran cosas que hacíamos sin pararnos a pensar», confiesa. Su forma de trabajar ha cambiado. Y el cambio es bueno incluso desde un punto de vista puramente egoísta: las mujeres son el mayor nicho de este mercado. No hay más que ver el tirón de las carreras femeninas.
A veces, el diablo está en los detalles. El Maratón de Londres, uno de los seis 'majors' del mundo, se celebró en abril entre las quejas de algunas mujeres porque las camisetas que se entregaban en meta se hicieron pensando en los varones, no solo por la talla -de la XXS a la XXL-, sino también por la forma. Para los organizadores, el corredor por defecto es un hombre. Y eso que ellas son el 41% del total. «Las camisetas son triviales, es solo otro aspecto del mismo asunto: que el mundo está diseñado para los hombres», sugiere Maud Hodson, portavoz de la campaña Run Equal. En España algunas pruebas regalan ya prendas diferenciadas por sexos: aparte de ser más pequeñas, las de chica son entalladas. La Behobia-San Sebastián, la Clásica 15K, el Maratón donostiarra y la 10K de Valencia ya las tienen. Es el pistoletazo de salida de una larga carrera.
Carreras femeninas Las pruebas exclusivas de mujeres también ganan adeptas. Casi 130.000 corrieron entre cinco y siete kilómetros en las distintas Carreras de la Mujer celebradas en ocho ciudades españolas a lo largo de 2018.
Más difícil, menos mujeres La participación femenina es más baja cuanto mayor es la dificultad de las pruebas populares. La San Silvestre Vallecana (10 km), que se disputa cada 31 de diciembre en Madrid, reunió en su última edición a 40.355 corredores; de ellos, 16.949 mujeres, el 42%. En las maratones en España, la participación femenina es bastante inferior: el 19,2% en Barcelona; el 17,1% en Valencia; el 15,2% en Málaga; el 14% en San Sebastián; el 13,5% en Sevilla; el 12,9% en Bilbao; y el 12,7% en Madrid, con datos de quienes llegaron a la meta en las últimas ediciones de cada una de las competiciones.
9,4% fue el porcentaje de mujeres que corrieron la Behobia-San Sebastián en 1999. En su última edición, en noviembre de 2018, ya eran el 24,48%, y en la de 2019 las inscripciones de féminas ya van por el 26,3%. El Maratón de San Sebastián ha pasado del 6% en 2010 al 14% en 2018. El reto de Fly Group en su iniciativa conjunta con la B/SS, la revista 'Corredor' y Donosti Turismo es alcanzar una participación del 50% en el conjunto de las pruebas, la Clásica 15K y las que se celebran bajo el paraguas del maratón, de 10, 21 y 42 kilómetros.
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