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«Correr es una adicción, un hábito. Tengo mucho tiempo, estoy jubilada, mi marido ya no está. ¿Qué puedo hacer? Correr para pasar el tiempo», explica Ginette Bedard, una de las corredoras más queridas de Queens, en Nueva York. A sus 86 años sale a ... correr cada día e incluso sigue completando maratones, una costumbre que adquirió cuando cumplió los 68 años y le ha traído muchas alegrías. «No me siento como si tuviera 86, me siento como si tuviera 36», asegura.
No perdona una carrera de diez millas, o lo que es lo mismo, 16 kilómetros, cada día. Este entrenamiento en la playa del barrio Howard Beach le lleva tres horas. «Si corro menos vuelvo deprimida a casa», confiesa la estadounidense de origen francés, quien ostenta el récord de EEUU de maratón para una mujer de entre 70 y 74 años y también es dueña del actual récord de maratón en la categoría de 75 a 79 años con 4:08:31 (2008).
Pese a escuchar el ruido del aeropuerto John F. Kennedy mientras entrena, Bedard no escucha música. «No quiero nada en mis orejas. Pienso en mi juventud, en mis experiencias en Francia y en Estados Unidos. En las facturas que debo, en el dinero, en todo», confiesa. Tampoco sigue ningún régimen alimenticio especial ni toma suplementos o vitaminas. «Mi cuerpo me dice qué hacer», resume.
Bedard nació en la ciudad francesa de Metz en 1933. Se casó con un miembro de las Fuerzas Aéreas Canadienses y se mudó a Canadá para luego trasladarse a Nueva York. Comenzó a interesarse por el deporte gracias al show de Jack LaLanne. «Lo veía cada día en la tele y, además, trabajaba en el aeropuerto. Una vez escuché a un pasajero decir que había completado una maratón y pensé que yo también podía», ha explicado esta campeona que solía trabajar en la aerolínea Alitalia.
En noviembre de 2019, con 86 años, Bedard completó su decimoséptima maratón en Nueva York. Su mejor tiempo lo hizo en 2005, con 72 años, cuando terminó la carrera en 3 horas y 46 minutos. «Todavía puedo usar el bikini que tenía a los 16» bromea la corredora, quien suele acudir maquillada a las carreras. «Hay que hacerlo, te sacan muchas fotos», se justifica. Su momento preferido es ver la línea de llegada. «Gracias Dios mío. Ahí te dan la medalla. ¡Qué euforia!», celebra.
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