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Este domingo pude volver a correr la 'Santurce a Bilbao' en su XXX edición. Es mi carrera preferida, ya que por fechas es un buen indicador del estado de forma en que te encuentras, estando muy próxima a las fechas importantes ... de la nueva temporada. Tiene una distancia intermedia entre el 10k y la media maratón, mis distancias favoritas, es rápida y su público y organización nunca defraudan.
Debido a mi embarazo, el año pasado no pude correrla; este, pasados casi cuatro meses del parto y dos meses de entrenamiento, ha sido mi primer objetivo después de dar a luz. No voy a negar que he entrenado mucho, pero con ella sobre todo quería recuperar la confianza y volver a sentirme atleta, creer que volveré a los tiempos de antes del embarazo y por qué no, batir mis propias marcas.
A pesar de ser una de mis metas, la prueba estaba planificada dentro de los entrenamientos para la media de Barcelona del próximo 10 de febrero, por lo que entrené toda la semana, bajando, eso sí, la carga de kilómetros respecto a la semana anterior. Tuve sensación de cansancio durante toda la semana y a medida que se acercaba la carrera, aún más. Supongo que es algo que nos pasa a todos los corredores, las malas sensaciones aumentan exponencialmente a medida que se acerca la carrera.
El día de la carrera me levanté a las 7:30. Tres horas antes del inicio tengo que desayunar, es unos de mis rituales además de la alimentación a demanda de Amets, con lo cual haciendo cálculos para que no pasara hambre la primera toma debía de ser a esa hora. La última fue a las 10:30 en la zona de calentamiento. Ahora lo más importante es él.
Gontzal, mi pareja, también corrió, con lo cual calentamos juntos y 5 minutos antes nos colocamos en la línea de salida, ya que llevábamos dorsal de invitados, un lujo del que no solemos gozar habitualmente. Los nervios esperando el pito de la salida y la adrenalina de estar cerca de grandes atletas es lo que me daría la fuerza para volver a correr por debajo de 4 min/km durante más de 15 kilómetros.
Salí mucho más comedida que de costumbre, pasando el primer kilómetro a 3:50 min/km y corriendo con la cabeza más que con el corazón, que es lo que suelo hacer. Tuve buenas sensaciones durante toda la carrera y fui controlando mi ritmo, que rondaba a 3:55 min/km durante los primeros 5 kilómetros. No quería arriesgar porque aún no sabía como iba a responder mi cuerpo a esa distancia y a esos ritmos. Quería acabar con buenas sensaciones, pero no encontré grupo en ningún momento y la mayoría de carrera fui sola, salvo los 5 kilómetros en los que me acompaño José Ignacio Pinto, con el que logré pasar a una chica y atravesar la barrera de los 10 kilómetros. Gracias a su ayuda se me hizo más llevadera la subida entre el kilómetro 9 y 10, los más lentos. A partir de ahí solo quedaba disfrutar, correr por la orilla de la ría por donde tanto he entrenado y rodeada de los gritos de los que siempre nos animan, sin los cuales nada de esto valdría.
En mis últimos 5 kilómetros pude mantener mi velocidad constante e incluso acabé los últimos 300 metros esprintando, gracias al público que te llevaba en volandas y a la motivación extra con la que ahora juego, pensando en mi pequeño en la meta y, cómo no, en Gontzal, quien volvió a disfrutar y a volar como pocos pueden hacerlo. ¡Qué más se puede pedir !!!
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