Pablo Sanz
Domingo, 29 de diciembre 2024, 00:15
Salomé juega con su amiga Olivia en las inmediaciones del campo de rugby de Lakua 03. Entre risas, se persiguen como si trataran de placarse la una a la otra. Olivia cumple su segunda temporada en el Gaztedi, mientras que en el caso de ... Salomé fue su madre quien a través de un amigo le animó a jugar a rugby este año. Las dos forman parte del equipo de menores de 8 años del club y disfrutan en los entrenamientos del pañuelito, un juego clásico con el que pierden el miedo al contacto desde pequeñas.
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A escasos metros se encuentran Libe y Sare. A las dos, que juegan en el sub'10, lo que más les gusta es efectuar una medio melé, mientras que a Nahikari, que ha comenzado a jugar este año en sub'12, lo que le apasiona es el trabajo en equipo. «Me gustaría seguir el año que viene porque he hecho muchas amigas», apunta. Todas ellas, en torno a 145 en total, juegan en distintas categorías de rugby en el Gaztedi. Un club caracterizado por la inclusión y en el que chicos y chicas de todas las edades tienen cabida.
Y es que en el conjunto vitoriano todos, niños y niñas, compiten por igual hasta sub'16 (edad de cadetes), cuando por normativa de la Federación Vasca deben dividirse por sexo. «Si fuera por nosotros sería así incluso en sénior», indica Maider Bengoa, vicepresidenta del club. Ni siquiera los golpes o la fuerza que tienen algunos chicos les achanta a la hora de competir con ellos. «Los niños son un poco brutos y chupones, pero nos lo pasamos muy bien con ellos», señala Libe. Para prevenir posibles lesiones, las jugadoras utilizan distintos elementos como una 'chichonera' para protegerse de golpes en la cabeza o un protector bucal. «No me molesta y es muy suavecito», comenta Salomé sobre este último.
La filosofía inclusiva del Gaztedi ha permitido que el club alavés sea el que más jugadoras provea a la selección vasca. Una de las chicas que cumple su primer año con Euskadi es Olatz Guevara, que descubrió el rugby gracias al primo de su mejor amiga. «Empecé a venir en sub'12 y al principio no me gustaba, pero cuando exploré un poco más sobre el deporte me empezó a gustar y ya no he parado», relata. Su amiga Naia Gómez, que también compite con la tricolor, destaca sobre todo la unión y las amistades que ha hecho. «Ahora las amigas con las que salgo son las que he conocido aquí. El rugby ha influido mucho y me ha cambiado la vida», admite. Ambas compiten en categoría sub'16 y están más que acostumbradas a enfrentarse con los chicos.
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«Algunos tienen más fuerza, pero otros también tienen menos. No tengo ningún problema con eso. Es muy diverso, igual que cuando juegas con chicas», manifiesta Naia. Un aspecto con el que concuerda Olatz. «En el rugby ser más grande no es tan importante. Además, el hecho de que los haya te ayuda a tener más técnica y ser mejor». Poseer un mayor o menor peso o ser más o menos alto tiene poca importancia en este deporte. Arantza Rico, una de las veteranas del club, así lo indica: «Todos los cuerpos y capacidades valen».
«Cuando empiezas es algo sorprendente ver que todas las habilidades que una persona tenga se aprovechan. Esto hace al rugby muy especial», expresa. El crecimiento que ha tenido el rugby femenino en Álava en los últimos años ha sido considerable. Una realidad que se contrapone con la que vivió Ainhoa Fernández, que lleva casi 40 años jugando a rugby y es la precursora del Gaztedi.
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«Es maravilloso que cada vez más mujeres se animen. Cuando jugábamos nosotras éramos justo 15, e incluso teníamos problemas para reunir ese número de personas. Ahora hay 40 fichas en el Gaztedi de sénior femenino y unos 180 niños en la escuela», destaca. Y eso que muchas niñas se incorporan al equipo a partir de los 14 años, en su mayoría procedentes de otras disciplinas. «Nos gustaría que empezaran antes para sacar su potencial y que puedan llegar lejos», argumenta Bengoa.
El momento dulce que atraviesa el Gaztedi se refleja en el hito que supone tener dos equipos femeninos en División de Honor, un caso único en Euskadi. Con el deseo del ascenso a Liga Nacional entre ceja y ceja, el club alavés reclama una mayor inversión de las instituciones y patrocinadores para proseguir con su crecimiento. «Han roto muchas barreras, igual que nosotras en nuestra época. Ellas también están luchando por romperlas y me da pena que no tengan suficiente dinero para subir», lamenta Bengoa. Todo sea para abrir y allanar el camino a las futuras generaciones de este noble deporte.
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