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Sienten verdadera devoción por lo que hacen y, pese a su juventud, se mantienen frías como el hielo que pisan y totalmente concentradas durante sus entrenamientos. Uxue Fuidio, Nerea Grandoso e Irune Fernández son algunas de las jóvenes promesas vascas del patinaje artístico sobre ... hielo. Todas ellas lo practican en el club vitoriano Bipolo y sueñan con prosperar en una disciplina tan dependiente de las infraestructuras y la refrigeración como mágica. Según datos de la Federación vasca de Deportes de hielo, en Álava y Gipuzkoa hay un total de 75 licencias de patinaje artístico, de las cuales el 81,4% corresponden a mujeres. En Bizkaia no hay ningún patinador federado en esta disciplina debido a la ausencia de pistas donde entrenar.
«El patinaje sobre hielo me llena porque, además de requerir un importante esfuerzo físico y disciplina, tiene un componente artístico que me gusta mucho», afirma Uxue Fuidio. A sus 16 años, lleva una década repartiendo su peso entre las cuchillas y disfruta de cada uno de sus entrenamientos con la visión de quien sabe que podrían ser los últimos. «Sé que es casi imposible vivir de esto si no eres Javier Fernández , y en un par de años me gustaría hacer Medicina. No sé si podré compatibilizarlo o si terminaré cambiando de ciudad», reflexiona la adolescente sobre su carrera deportiva. La ausencia de pistas de hielo es uno de los mayores obstáculos para los aficionados y condena a este deporte a ser minoritario.
«Llegar lejos en el mundo de la competición es difícil, pero no es la única forma de seguir dedicándose al patinaje», valora su entrenadora, Alicia Sádaba. Nacida en Madrid y formada en Jaca, lleva 28 años enseñando todo lo que sabe a los patinadores de Vitoria. Alba González, Nora Sáez de Ma-turana, Maialen Sierra, Sammy Featherstone e Idoia Ramírez de la Peciña son algunas de las otras alumnas que entrena junto al técnico ruso Igor Sinyutin. Ella misma trabajó en un espectáculo de patinaje durante ocho años de su vida, pero esta es una opción de la que algunas jóvenes promesas todavía no quieren oír hablar.
Nerea Grandoso tiene los patines puestos prácticamente desde que empezó a andar. «Me libera cuando he tenido un mal día, todo parece estar bien, y las competiciones son un momento especial», sonríe. A sus 13 años, ha sido campeona de Euskadi durante cuatro años y tercera en esta ocasión. También ha ocupado varios podios en la Liga Norte de España. «Me gusta estar sola en la pista, con mi música, mi vestido, bien peinada, sin estorbar a nadie… no sé qué haré en el futuro, pero mi sueño es llegar lejos en el mundo de la competición», confiesa con la vista puesta en alguna competición europea.
Los patines son costosos en un nivel de competición. La ropa es otro gasto a sumar, el cierre de las pistas durante la temporada estival tampoco facilita su práctica. La del Bakh no es una excepción y también bajará la persiana durante el verano, pero antes alumnas del grupo de competición como Irune Fernández han completado un test para mantenerse en su categoría. «El año que viene voy a presentarme a un examen llamado Medallas para poder seguir compitiendo en el campeonato de España, estas pruebas son importantes», explica esta joven de 15 años acostumbrada a gestionar la presión. Alba González, Nora Sáez de Maturana, Maielen Sierra, Sammy Featherstone e Idoia Ramírez de la Peciña son otras de las chicas que este año le acompañaron al campeonato de España en Granada.
Aunque muchos amantes del patinaje artístico sobre hielo terminan dejando a un lado su sueño en la edad adulta, el patinaje volvió a la vida Ainhoa Galdeano en una pirueta del destino. Tras dejar el patinaje a los 15 años, esta vecina de Arrigorriaga de 49 cosecha títulos en la categoría adulta desde 2011 y volvió a subirse a los patines hace diez. Eso sí, ahora lo hace sobre las pistas o el asfalto. «Hay quien sabe que entrenaba cuando era joven, pero no deja de impactarles que una mujer de cuarenta y tantos dedique su vida a patinar», confiesa Galdeano.
Esta profesora de patinaje amateur comenzó su andadura en su infancia, cuando la pista de hielo de Nogaro, en Artxanda, aún estaba operativa. Fue campeona de España a los 12 años, Nogaro cerró sus puertas en los años 80, lo que complicó su historia con los patines. «Estuvimos un tiempo entrenando en el club Alavis de Vitoria, pero para nuestros padres traernos era un gran esfuerzo», explica la vizcaína. «¿Cómo va a haber patinadoras artísticas si no hay pistas?».
Cuando ya creía haber enterrado los patines, una baja laboral terminó cambiando el rumbo de su vida. «La baja llevó a un despido, y durante el paro me apunté a la escuela Gaubela, bajo el puente de Deusto para patinar un poco», explica Galdeano. Diez años después, atesora seis campeonatos mundiales en la categoría de adultos. Su próximo reto tendrá lugar en julio en Italia, y el año pasado acudió al mundial en Dijon.
Sobre hielo «El hielo es deslizamiento, la cuchilla se clava en el suelo y permite hacer piruetas con más facilidad», indica Galdeano.
Sobre ruedas «Las ruedas son rozamiento. Requieren un mayor esfuerzo para mantenerse en pie y otra colocación para no perder el equilibrio».
A falta de pistas de hielo en Bizkaia, Galdeano visita la pista del Bakh de Vitoria ocasionalmente y entrena en lugares como la cancha azul de Arrigorriaga o la pista de Artxanda. ¿Volvería al hielo? «Sin dudarlo, de cabeza. Las dos disciplinas son parecidas, pero deberíamos compaginarlas como hacen en los Países del Este y hacer pista cuando llega el verano», aboga esta amante de las cuchillas y el crujir del hielo, que lamenta que las cosas apenas han cambiado desde que ella era una quinceañera como las jóvenes del Bipolo. «Este deporte mueve mucha pasión y voluntad, pero las pistas de patinaje siguen sin ser rentables, o recibir ayudas para estar abiertas, y muchos niños terminan retirándose antes de la adolescencia. El patinaje artístico sigue viéndose como un deporte 'de chicas'», lamenta la instructora.
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