
La extraordinaria herencia genética de la rítmica alavesa
Gimnasia rítmica ·
De madres a hijas. Aiala Unzalu y June Barrenetxea despliegan a sus 14 años el talento legado por sus progenitoras Mónica y Amaia, pioneras en los 90Secciones
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Gimnasia rítmica ·
De madres a hijas. Aiala Unzalu y June Barrenetxea despliegan a sus 14 años el talento legado por sus progenitoras Mónica y Amaia, pioneras en los 90Olga Jiménez
Miércoles, 30 de marzo 2022, 00:41
Puede que no exista una base científica para asegurar que el talento se hereda. Pero lo que sí parece una evidencia es que muchas niñas que se inician en la gimnasia rítmica han tomado como ejemplo a sus madres en un claro legado deportivo y emocional que se repite en la disciplina. EL CORREO de Álava reúne a dos generaciones que aúnan la pasión por un deporte «lleno de sacrificio y esfuerzo» y las condiciones innatas para brillar. En el caso de las protagonistas, ha sido una sucesión, casi un calco con 30 años de diferencia. De aquella gimnasia de los 90 con el 'Método Boneva' que dio los mejores éxitos a la rítmica española quedan sus recuerdos.
«No tiene que ver nada. Nuestros ejercicios requerían pausa y expresión. La calidad del movimiento corporal prevalecía. Yo ahora no tendría sitio». Mónica Jiménez echa la vista. Su impronta y presencia en el tapiz aún se rememoran. Pocas han tenido esas cualidades pero su cabeza no estuvo preparada para someterse con 11 años a la dura disciplina de la selección española. Pudo ser pero no fue. «No me arrepiento. Eran otros tiempos», añade mientras desea que su hija Aiala Unzalu tome el camino que quiera siempre que lo disfrute.
La donostiarra Amaia Uriondo, progenitora de June Barrenetxea, casi llegó y besó el santo. Aterrizó tarde en la rítmica pero en cinco años de trayectoria conquistó una plata mundial por conjuntos y formó parte del grupo selecto que convivió en el famoso chalé de Canillejas bajo la batuta de la familia Boneva. Compartió tapiz y subcampeonato mundial con Estela Jiménez y Marta Baldó, a la postre integrantes del inolvidable equipo nacional que conquistó el oro olímpico en Atlanta'96. «Tuve claro que quería dedicarme unos años y luego estudiar. De hecho, tras acabar COU, estuve solo dos dedicada en exclusiva a la rítmica. Después me retiré para estudiar IVEF en Vitoria. Me llevé una experiencia inolvidable», relata la ex afincada en la capital alavesa desde hace años.
Mónica y Amaia han sabido transferir a sus hijas estas vivencias con toda la prudencia y sicología posibles. «De hecho, yo me desvinculé de la gimnasia por salud mental durante unos años y me dediqué al aerobic. Gracias a Aiala me he reenganchado», apunta la primera alavesa en la historia en ser convocada por España. Desde el amor y la ternura, la devoción está en una especie de cápsula del tiempo donde la mirada a esta actividad tiene ya otra óptica.
Aiala y June, ambas de 14 años, saben de sus progenitoras por fotografías, «algún viejo vídeo de VHS» e historias que se cuentan en encuentros familiares. «Dicen que me parezco a ella. El cuerpo, la expresión...», apunta Aiala de Mónica. Una gimnasta zurda de pierna que se ha encontrado con el único obstáculo de no formar parte del conjunto. El instinto se lleva en la sangre. La referente de su madre fue Marina Lóbahc, campeona en los Juegos de Seúl 88. Su pequeña es fiel de Alina Harnasko, pupila de la rusa.
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Con una pausa inusual, June enumera casi de memoria el nuevo código que cambia cada ciclo olímpico donde la rapidez mental va unida a la física. «En un minuto y medio tienes que hacer siete dificultades y una combinada con un límite de quince maestrías. Es un poco difícil de explicar. Con el nuevo cambio se mira más a la expresión corporal. Nos beneficia». La explicación va acompañada de una sonrisa cómplice dirigida a su madre, que rememora sus ejercicios. «Nosotras somos de la vieja escuela. Ahora prima la velocidad. Antes no nos permitían acrobacias, Solo se podía hacer la denominada 'ralenkova'».
La italiana Sofía Raffaeli es el espejo en el que se mira June. Gracias a los esfuerzos del club Gimnasia Rítmica Vitoria han podido entrenar con las mejores del mundo. «Hemos estado en Moscú, Italia y venimos de Estonia de participar en un torneo internacional. Compartir tapiz con olímpicas impresiona mucho», confiesa. Esa es la palabra mágica que les coloca un brillo especial en los ojos. «Es el sueño de cualquier deportista, pero es muy difícil. Para llegar, debemos trabajar mucho», apuntan al unísono. Ese trabajo está cada día en la nave industrial del polígono de Ali-Gobeo donde María Ereñaga y la que fuera campeona del mundo Paula Orive han invertido sus ahorros, esfuerzos y una visión nueva de la gestión de este maravilloso deporte. Antes de la pandemia llegaron a tener 600 niñas; ahora con la mitad les basta y les sobra. No todas llegarán a la selección ni subirán al podio estatal pero el amor por este deporte es infinito. Condimentado con el apoyo familiar imprescindible, la rítmica sigue gozando de una excelente salud en Álava.
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