Gimnasia artística

Mendizorroza borda su mejor coreografía en Txapelgym

Aunque para el ojo desentrenado no era fácil ubicarse a las primeras de cambio. Porque cada esquina de la cancha estaba convertida en espacio gimnástico. No había un metro cuadrado libre. Ni rastro del parqué. Así que un espectador cualquiera podía disfrutar, a la vez, de un dinámico ejercicio de suelo mientras miraba de reojo otro de barras paralelas. Un ir y venir de propuestas y coloridos atuendos. Más de una veintena de clubes con representantes alavesas -el público más numeroso en las gradas-, pero también de otras provincias, zonas cercanas como Navarra y Burgos pero incluso gimnastas de Valencia, Galicia o Canarias.

No estaban solas. Había un amplio puñado de curiosos y entusiastas de la gimnasia, pero ahí estaba el apoyo más importante: el de las familias. Pendientes desde el primer minuto de cuándo les tocaba a sus hijas, sobrinas o nietas poner en práctica tantas horas de entrenamiento. Así que estaban más nerviosos los adultos que las jóvenes. Ellas habían ido a disfrutar. Sus padres se encargaban de pasar los nervios y también de registrar su actuación en vídeo para la posteridad.

También de animar, claro. Con muchas pancartas de cada club e incluso algunos valientes con camisetas personalizadas. Como los del Club Gym-Art Betxí, llegados desde la provincia de Castellón. Pocos pero ruidosos. Algunos progenitores acabaron la jornada más cansados que sus vástagos. Buscando en sus móviles, entre ejercicio y ejercicio, dónde poder ir a hincarle el diente a un suculento pintxo para recuperar las energías.

Pero como no es lo mismo verlo que vivirlo, fueron las propias gimnastas las que más apoyaron a sus compañeras. «Bonito, bonito», gritaban las gallegas del Ximnasia Coruña a sus compañeras segundos antes de presentar su propuesta en el suelo al ritmo de la música. Pocas tonadillas clásicas y sí muchas canciones modernas y de películas. Con una sonrisa de oreja a oreja y mucho ritmo mientras encadenaban piruetas y saltos. Junto a ellas, sus incansables entrenadoras. Responsables de mimar cada detalle durante los ejercicios, felicitar y consolar a las gimnastas… y de ser casi su sombra. «¿De quién es esta chaqueta?», preguntaba y se preguntaba una mientras las jóvenes deportistas iban a lo suyo.

Para el final quedaron los reconocimientos y las anécdotas. Mientras Maia Llácer, gimnasta del equipo nacional, firmaba innumerables autógrafos, el narrador de la gala buscaba desesperadamente al ganador de un sorteo que puso picante a la jornada. No apareció a la primera y tampoco a la segunda. Sí a la tercera, aunque la agraciada resultó ser… una jueza de la competición. «Tongo, tongo», gritaron algunos asistentes entre bromas desde la grada. Tampoco fue fácil la entrega de medallas. El metal se colgó del cuello sin problemas, pero más difícil fue pelearse con el moño de algunas competidoras para colocarles las txapelas. Ellas, tan felices con su nuevo accesorio. El torneo terminará este domingo con otra jornada doble que arranca a las nueve de la mañana.