iván benito
Domingo, 30 de mayo 2021, 19:47
Se identificaba el sonido de un campanario cercano. «Llamada a la misa de las 12 de la religión albiazul», pregonó Peio antes de continuar aporreando el bombo. Sus devotos animan, no rezan. Confían en el trabajo diario que vienen realizando aquellas protagonistas que ... ayer bien enaltecieron el apelativo de Gloriosas. Su hazaña ya es inolvidable. Hace dos domingos en Ibaia ya estaba todo preparado. El campo, el día, la hora. Pero salió anubarrado. La luz de Iberdrola se factura en Madrid y más de un centenar de aficionados desplazaron Ibaia a más de 350 kilómetros de Zuazo para contratar la energía de la élite. Sometida a la tortura que supone para los vitorianos subsistir por encima de los 30 grados, la fidelidad al Alavés hace años que superó todo el conjunto de la prueba de bombas. En 2017, Dafne Treviño se puso al mando de un ambicioso proyecto que el 30 de mayo de 2021 consumó satisfactoriamente su primera etapa.
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Su «entrega constante al pie del cañón» hizo mella en su rostro. Solo la mascarilla, elemento de protección de uñas nerviosas, logró contener parte de su color natural de piel. «No se escapa», se conjuraba con las jugadoras desconvocadas tras el segundo gol. «Osasuna ha metido tres goles en cinco minutos», profesaba cuando el minutero del reloj ascendía hacia la hora punta. Los impulsos del sistema nervioso multiplicados por mil los personificaba Mery. Su mapa de calor figuró en las traseras del banquillo, mientras iba y venía para comprobar si alguno de los cronómetros de la ciudad deportiva del Atlético de Madrid avanzaba con más celeridad. Su único momento de calma fue en el descanso, donde esperó tras el túnel de vestuarios para dar ánimos a todas sus compañeras. «Vamos, que 45 minutos no son nada». A la vitoriana se la hicieron casi tan largos como la temporada entera.
Para entonces, el Alavés ya había cumplido seguramente con la tarea más importante. Tras una inicio intranquilo, un clamoroso penalti sobre Urbani llevó el júbilo a las gradas del campo 4. Miriam, 35 años, internacional absoluta y levantadora de títulos en Barcelona, Espanyol y Rayo, asumió la responsabilidad y adelantó en el marcador –virtual– a las Gloriosas. «Osasuna ya va 0-2. Hay que ganar como sea», compartía Jon a pie de grada. Las navarras acabarían 1-5 en Santander y publicando una bonita felicitación.
«Con el corazón en un puño» estuvo la afición durante el vuelo del latigazo de Leire al palo. Desde la portería, Cris pedía «posesiones largas», pero no parecía el día. Tuvo que salir en un par de ocasiones de sus inmediaciones para sacar el balón fuera del recinto. Dos niños pequeños se apresuraban para ver a donde caía y engrandecer la vuelta del público a los estadios tras un año de gradas desnudas. Sin camiseta se animaba más de uno a combatir una calorina a la que las vitorianas se fueron acostumbrando con el paso de los minutos.
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Las lágrimas de Sanadri tras pedir el cambio por lesión compungieron los sentimientos albiazules, que estallaron de felicidad a los cinco minutos. «Atrévete Ane», le insistían todos los componentes de la expedición babazorra a la extremo vitoriana. Ane Miren agradeció su energía con una acción técnica digna de Primera División. Tras deshacerse de dos contrarias con tres toques orientados en el aire, se plantó delante de Jana Xin –vaya partidazo el suyo– y la batió con un disparo cruzado con su pierna derecha. «Vaya santo golazo», proclamaba Mery. Uxue Mendía ya no pudo contener unas lágrimas de júbilo que junto con las pieles coloradas colonizaron el decorado de la celebración.
No faltó de nada. Champán, ikurriñas, fotos, brincos, cánticos, camisetas conmemorativas, manteos a Mery y a Mikel Crespo, más fotos y un regocijo contagioso. Neike y Maia, las supervivientes, junto con la capitana, del prólogo de un relato memorable, llevaron la voz cantante de la celebración. Sus cánticos en el vestuario traspasaban las capas de la Tierra. La plantilla llegó al autobús a ritmo de 'Follow de leader', antes de darse un festín en el hotel de hamburguesas, pizzas y patatas fritas. La glorificación albiazul merecía algún pecado.
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