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Mikel Uriarte
Lunes, 12 de febrero 2024, 16:56
Oier Lazkano es una fuerza bruta de la naturaleza. Todo pundonor. Como persona es dócil, como ciclista indomable. Cuando decide escaparse y buscar en solitario la pancarta de meta de una carrera no hay más que decir. Este lunes, en la Clásica Jaén Paraíso Interior, volvió a demostrarlo. Octavo día de competición y primera victoria del curso. Había amagado ya con levantar los brazos en Castellón, en la primera etapa de la Volta a la Comunitat Valenciana. Este lunes completó los últimos catorce kilómetros de la cita andaluza en solitario, antes de disfrutar en la recta de meta del momento de gloria. Caminos de grava, barro por las intensas lluvias caídas en las horas previas y cómo no asfalto. Un buen cóctel sobre el que sellar otra exhibición. Sucede en el palmarés de la cita andaluza a un tal Pogacar. Casi nada.
Por los olivares jienenses surcaron varios equipos World Tour, incluido el suyo Movistar. Alto nivel para darle más valor si cabe a lo conquistado. Peleando en los momentos decisivos contra imperios como Visma, Ineos y UAE, Lazkano ofreció otra clase de pedaleo robusto para, poco a poco, minar el empeño de sus adversarios y acabar haciéndoles que hincaran la rodilla.
El caso es que la escapada de la que formó parte se hizo tarde, en concreto cuando restaban 100 kilometros para el final. Pero decidió colarse en ella. Cinco integrantes que poco después tenían ya más de cuatro minutos respecto al grupo principal. El primero en ceder fue Molemar, luego Cepeda y más tarde el joven navarro Igor Arrieta. Así que el vitoriano se quedó por delante con el francés Prodhomme. Restaban 41 kilómetros para el final, justo cuando por detrás Wout Van Aert sufría un pinchazo.
Lo mejor estaba por llegar. Tramos de adoquín, ataques y contraataques, persecución por detrás del UAE y Visma... Rivales de pedigrí como Juan Ayuso, el último ganador de la Vuelta a España, Seep Kuss, o Michael Kiatkowski empeñaban su suerte a dar caza al rodador de Adurza. Pero no hubo manera. Lazkano y su compañero de viaje administraban una ventaja cercana al minuto y medio con quince kilómetros por completarse. Incluso se permitían la licencia de desgastarse aún más entre ellos dos para no jugarse el premio gordo al sprint.
Primero fue el galo en intentarlo, consciente de que sus fuerzas tal vez no eran tantas. Al tiempo, el alavés echaba su anteúltimo gramo de energía para darle alcance. El último lo reservó Oier para su ataque. El que protagonizó en el tramo de tierra Virgen de la Salud. Fue visto y no visto. A partir de ahí volvía a mostrar otra gesta contra sí mismo. Cada pedalada de fortaleza significaba un metro de ventaja. Ni tan siquiera el empuje por detrás de Kuss y su compañero Tratnik valió de algo. Fueron los únicos que intentaron limarle algún segundo. Porque ni Wellens ni Tronchon quisieron colaborar en el intento, para suerte de Lazkano.
Uno contra cuatro y cuarenta segundos de por medio. Hasta que a menos de dos kilómetros para la meta se supo ganador. Luego ya fue cuestión de saborear el momento y celebrar en su interior otro instante mágico, otra de esas gestas a las que el alavés empieza a acostumbrarse. Como las de 2023 en Boucles de la Mayenne, el Campeonato de España en El Escorial o la etapa de Vuelta a Burgos.
Hoy volverá a subirse a la bicicleta en Sierra Nevada, donde está concentrado estas semanas para preparar los siguientes retos. En once días disputará la Omloop Het Nieuwsblad y seguido la Kuurne-Bruselas. Todo ello en su último año de contrato con el Movistar. Con demostraciones como la de este lunes sin duda que su cotización subirá enteros, unos cuantos además.
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