Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Uno más uno, si se hace bien, no son dos. Es uno más grande. El Araski lo demuestra cada dos semanas en Mendizorroza. El anfitrión de la Copa nace en el verano de 2010. Abaroa y UPV Álava, los dos clubes más potentes del baloncesto ... femenino en la provincia, renuncian a su nombre y se unen para alumbrar un nuevo proyecto.
Se trataba de una iniciativa impulsada desde la Federación Alavesa -'Tiempo de chicas' lo llamaron- para crear una estructura piramidal, estable y sostenible que llevara al baloncesto femenino alavés a otro nivel. Lo hizo.
Aquella primera temporada en Liga Nacional, la 2010-2011 se mantuvieron los dos equipos. Uno enfocado al rendimiento y los resultados, el Caja Vital Kutxa -entrenado por Ioseba Redondo, con Madelen Urieta de ayudante y Livia López como delegada- y el UPV Álava, que buscó el desarrollo técnico individual. Las canteras también pueden crearse de arriba hacia abajo.
El apoyo financiero de la Diputación y la dedicación de técnicos y voluntarios -porque este club funciona por la implicación de las familias que lo forman- garantizaba, al menos, unos años de existencia para ir trabajando.
Se ponía al baloncesto alavés en la ruta del profesionalismo. Solo quedaba seguir la apartada senda hacia la excelencia. Porque no es cierto eso tan manido de que lo importante es participar. Es tan falso como que la victoria es el objetivo. El éxito está en recorrer el camino. Ganar es la consecuencia. Participar, como quedarse parado en mitad de la vía. Y ahí plantado, lo más probable es que alguien te atropelle.
El Araski es un caso único. Al menos es singular. De hecho, es una Asociación de Mujeres, no un club deportivo. Mujeres con interés común de practicar baloncesto y ayudar a otras, a las que llegan por detrás, a poder hacerlo en mejores condiciones.
Desde 2016, las alavesas forman parte de la élite. De la Liga Dia. El equivalente a la ACB. Llegaron por sorpresa. Hasta para el club. Participar en la fase de ascenso descuadró en unos 15.000 euros el presupuesto. Se descartó organizarla en Vitoria porque era demasiado caro hacerlo. De hecho, entre las dos ciudades candidatas a ser sede -Galdakao y Cáceres-, el Araski prefería la vizcaína «porque el desplazamiento habría sido mucho más barato», reconocieron entonces. Tocó ir a Extremadura. Una bendición visto el resultado. No solo porque llegó el ascenso. Fue una fiesta que moldeó el actual Araski y forjó las relaciones entre sus aficionados que hoy mantienen vivas.
En su temporada como novatas en la máxima categoría lograron clasificarse para la Copa de la Reina, esa de la que son anfitrionas este año en Vitoria, y llegaron hasta las semifinales en el play off por el título. El Milagro del Araski era una realidad.
Dicen que hay que tener cuidado con lo que se desea; no vaya a ser que se cumpla. Para el Araski, esa situación se dio en la fase de ascenso a la máxima categoría, hace cuatro veranos, en Cáceres. «Muchos de los voluntarios todavía ni nos conocíamos, fuimos tejiendo amistades al coincidir en las áreas de servicio en las que parábamos durante el viaje en coche», recuerda Nuria Zapatero. Esta integradora social, de 46 años, lleva ocho como voluntaria . «También entreno un equipo de niños con Down y en el programa One Team del Baskonia».
Su marido, Carlos Rodríguez, también es voluntario del Araski. «Cáceres fue lo mejor que ha vivido este club. Una locura. No había una habitación disponible en la ciudad. Nosotros nos quedamos en casa de un amigo, que nos la prestó y que terminó convertida en una comuna araskizale. El salón, las alfombras, todo servía para recuperar fuerzas ante la falta de camas en la ciudad», recuerdan.
Es la prueba de la gran familia que forma un club, que con uno de los tres presupuestos más bajos de la categoría genera y compite como los grandes. El Araski tiene 43 nóminas (solo tres a tiempo completo) y medio centenar de voluntarios. Ese es el secreto de su milagro.
Repetirlo será complicado. Las alavesas se han topado con una nueva frontera: la de las competiciones europeas. Para saltarla se necesita un patrocinador de envergadura. Dicen las malas lenguas, que los equipos de Euroliga femenina -Baloncesto Avenida y UNI Girona- tienen estrellas que con su ficha ahogarían el presupuesto anual de los clubes de mitad de la tabla. Si la mera existencia del Araski es un milagro, competir no ya a un partido, sino durante toda la temporada con esos gigantes, obligaría a obrar el de la multiplicación de los panes y los cheques.
Y eso que hay medio centenar de empresas -también instituciones- que aportan en función de sus posibiliadades porque creen en un proyecto bueno en su propia esencia. Esto no tiene el tirón mediático de la NBA; aunque en ocasiones los partidos son bastante más entretenidos.
El milagro del Araski, en gran medida, es el fruto del trabajo desinteresado de decenas de voluntarios. Casi todos empezaron porque sus hijas estaban en las categorías. «Luego crecen, dejan el club y tú, que te has enganchado a venir a ayudar, continúas de voluntario», repiten casi todos ellos. «Empecé porque era una forma de devolverles todo lo que hacían por mis hijas; por permitirles practicar y disfrutar del baloncesto», es otra de las explicaciones más repetidas.
Hoy, Made Urieta es la primera entrenadora y Ioseba Redondo su asistente. Livia López es la presidenta y está decidida a dar el salto a la política municipal. Su compromiso, como el de Laura Pardo o Cristina Molinuevo, canteranas que se han asentado en la Liga Dia, es la muestra del inquebrantable sentimiento de pertenencia a esta rara avis.
Pero hay mucho más y no siempre se ve. El público que acude a Mendizorroza posiblemente no repare en que Cristina Parrilla, Toñi Bejarano y María Fernández están en una mesa vendiendo entradas junto a la puerta del pabellón. En invierno, la corriente es heladora. O que Alfredo Arranz, Asier Orujo, Sambe Issa y Lucía Fernández de Arróyabe esperan en las escaleras comprobando que nadie entra sin su ticket o abono. No siempre son ellos. Los voluntarios rotan en sus cometidos. «Hacemos lo que sea necesario en cada momento».
Lo más llamativo es que se trata del grupo de personas más heterogéneo que se podría imaginar. Y todos tienen la misma pasión por el baloncesto, en general, y el Araski, en particular. Cristina, por ejemplo, es la primera temporada que colabora. Tiene 50 años, es dependienta «y vengo por afición a este deporte; mi marido fue jugador».
A Toñi, auxiliar de enfermería de 49 años, el gusanillo del basket se lo introdujo su hija. «Estaba en la cantera y viendo los pocos recursos con los que cuenta el club decidí venir a ver qué podía aportar». A María, en cambio, la ficharon, asegura. Esta ingeniera en telecomunicaciones va por su quinta temporada. «Practico el curling a nivel de élite, saben que me gusta mucho el deporte y me echaron el lazo. El Araski tiene un grupo de voluntarios tan simpático que no puedes dejar de venir».
Los motivos para ser voluntario también son variados. Sambe empezó hace siete años «como una forma de mejorar mi integración». A sus 44 años trabaja como embolsador en una patatera. «Se nota que cada vez viene más gente a los partidos». Algo que notan María José Ortiz de Apodaka y Asun Ortiz, responsables de la venta del merchandising. Ambas ayudan desde que el Araski estaba en Liga Femenina 2. «Otras veces estamos en la cafetería, pero como está cerrada por las mejoras para la Copa, nos colocamos con las camisetas», explican.
«Nos gusta el basket, nos gusta la gente que viene a Mendi. Los voluntarios hemos formado una grupo con el que es muy agradable pasar el tiempo». Asun, de 51 años, es también abonada del Baskonia. «Pero prefiero el ambiente del Araski al del Buesa. En la Copa, aunque se juegue contra Unicaja el domingo, seguramente estaré aquí».
El amor por el verde es contagioso. «En realidad somos tantos voluntarios, que no hace falta que vengamos todos a todos los partidos. Cada uno viene en función de sus horarios. Cuando más gente se necesita es para poner la publicidad. Sobre todo, la del suelo, que hay que pegarla bien. Son unas tres horas para colocarlo todo. Lo tenemos que hacer la tarde anterior, si el partido es por la mañana. Quitarla, como estamos todos es más rápido y sencillo», relatan Asun, Mari Jose y Maru Mozas, encargada de atender a los invitados.
Una función fija es la de Xabi Herrán e Iñaki Moraza. Ellos llevan la estadística. El primero lleva cuatro años en la mesa. «Sigo enganchado a esto», admite este empleado de Mercedes. Para Iñaki es su primera campaña. «Soy entrenador de alevines del Araski y como siempre me ha gustado la estadística...». El joven técnico de control de calidad (29 años) es la prueba de que la importante tarea de formación que realiza este club, sin la que sería imposible semejante milagro, se mantiene de manera voluntaria. Como lo es el speaker, Íñigo Agirre, o la delegada, Beatriz Alcalde. «Empecé entrenando un equipo y...». Lo que se consigue con voluntad es increíble.
Los seguidores del Araski no se conforman con quedarse en las gradas del pabellón de Mendizorroza cada partido. Quieren más y lo consiguen colaborando de manera desinteresada en la logística que conlleva cada encuentro. Desde poner la publicidad o atender la cafetería, el merchandising o controlar los accesos. En la foto, de izquierda a derecha, los voluntarios Nuria Zapatero, integradora social de 46 años; Mari Jose Ortiz de Apodaka, empleada de Osakidetza de 53: Asun Ortiz, encargada de talleres de terapia emocional de 51 años; Asier Orujo, estudiante de Ingeniería de 18 años; Alfredo Arranz, trabajador de la construcción de 54 años; Sambe Issa, 44 años y empleado de una planta de procesado de patata; Javier de Pedro, 32 años, y la vigilante de seguridad Lucía Fernández de Arróyabe, son los que han puesto rostro a ese ejército de voluntarios que hace posible que todo este listo en Mendizorroza cuando el resto de aficionados llega al polideportivo.
A la derecha, Beatriz Alcalde, la delegada del equipo que entrena Made Urieta (40 años). Junto a ellos, otra treintena de nombres, que por humildad han preferido salir sin apellidos en este reportaje, completan una nómina de trabajadores que dedica su tiempo al Araski por una razón tan bella como poderosa: «Nos da la oportunidad de devolver todo el cariño con que el club trata a nuestras hijas en los equipos de la cantera. A muchos, el Araski les enganchó como padres de jugadoras y les mantiene enganchados ahora que ellas han dejado la institución.
Estos son los nombres del resto de los voluntarios sin los que el baloncesto femenino no sería lo mismo en Vitoria: Alfredo, Álvaro, Ander, Arantza, Bea, Carlos, Edurne, Eli, Isabel, Javi, Jose, Lamine, Xabi, Maria, Nuria, Flor, Asier, Iñaki, Asun, Cris, Juan Pablo, Jorge, Lucía, Maria, Marijo, Maru, Toñi, Dani, Iñigo, Maider, Aitziber, Miren y Cristina.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.