Las jugadoras del equipo vitoriano saludan tras su excelente participación en la Copa. JOSÉ VICENTE

El movimiento lo demuestra Araski

El club de la marea verde apuntala su proyecto basado en un núcleo de jugadoras nacionales con el fichaje estelar de Anna Cruz y la contratación de Tamara Abalde

Miércoles, 20 de mayo 2020, 08:41

El Araski no se queda quieto ni en este régimen de arresto domiciliario por imperativo social y sentido común. Mientras el discurrir de la existencia parece detenido en un fotograma fijo de una película casi muda por la ausencia de ruidos callejeros, el club ... alavés que sostiene la pancarta del deporte profesional femenino insiste en una vieja teoría. La de que el movimiento se demuestra andando. O incluso a la carrera y no va esto con segundas por el retorno de Raquel a su club de origen. La provechosa cesión en el equipo vitoriano le ha servido para volver a casa con las hechuras bien cosidas a pesar de su envidiable juventud. Ocurre cuando la calidad desborda los cauces del DNI. Y hablando de ellos viene a cuento hablar de la conexión entre los ríos Turia-Zadorra. Si el talento que hace bien poco dejó atrás la etapa adolescente regresa a Valencia, de la capital levantina pesca la marea verde buenas piezas que demuestran la ambición alavesa.

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No caben dudas acerca de la consolidación del proyecto que representa el Araski tras cinco temporadas en la elite. La entidad respira efluvios de grandeza, dentro de su modestia, y quiere más. En apenas una semana ha corrido la cancha al contraataque para paliar las bajas que se avecinan con fichajes de apellidos sonoros. Al viaje de regreso de Carrera hasta la playa de la Malvarrosa y la previsible marcha de la holandesa Van den Alde, la directiva vitoriana ha reaccionado con un envite a grande. Encabeza la convocatoria a la ilusión nada menos que la escolta Anna Cruz, internacional absoluta, campeona de la WNBA y desvinculada del Fenerbahçe turco. Una de esas contrataciones que provocan el frotar de ojos en la afición al deporte femenino.

El equipo vitoriano mostró a lo grande y en el escaparate de la Copa las señas que le confieren identidad propia

Al ingreso dentro del club verde de la exterior catalana le han seguido en el intervalo de pocos días los anuncios de que la 'cuatro' Tamara Abalde -mujer de saga cestista o de casta le viene con un padre del oficio y un hermano colega- y Joy Adams, ambas procedentes del Valencia, se cambiarán a partir del otoño -coronavirus menguante- en el vestuario local de Mendizorroza. Tres reclutamientos que suenan a advertencias de peso específico. O al empeño del club alavés por consolidar un proyecto deportivo que se observa con cariño dentro, y respeto fuera, de su ámbito geográfico. Una estrategia basada en la apuesta por el producto nacional que confiere al grupo una seña identitaria en la persecución de un baloncesto comprometido, de atrás a adelante, veloz y organizado cuando las circunstancias -léanse rivales- coarten el dinamismo.

Dicen que para muestra basta un botón y el Araski, durante la última Copa de la Reina, enseñó la abotonadura entera. En el triunfo ante el Gernika y aguantando con enorme dignidad treinta minutos de la semifinal frente al campeón Perfumerías Avenida mostró en esa gran cita todo lo que pretende dentro de la cancha. Un bloque solidario y muy bien dirigido desde la banda por Made Urieta, una entrenadora táctica de primer nivel -exigente y humana al tiempo- que ejerce además de imán para atraer jugadoras valiosas. No se entiende como fruto de la casualidad que integre el equipo técnico de Lucas Mondelo en el brillante ciclo de la selección española absoluta y que ese papel de señuelo contribuya a conducir hasta Vitoria a jugadoras como Anna Cruz. Y es que el Araski ruega con el mazo dando.

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