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Olga Jiménez
Miércoles, 18 de noviembre 2020, 23:42
Nada de lo que es hoy Laura Gil sería posible sin el talento que atesora de serie y, sobre todo, el trabajo constante, que siempre ha sido su seña. Por casualidad, como muchas de las bonitas historias, se inició en el baloncesto en edad alevín porque era la niña más alta de su clase en ese colegio donde el pabellón lleva su nombre, el Santo Ángel, pedanía murciana donde residía su familia. «Es un ejemplo de las decisiones de la vida. No me arrepiento para nada y sigo disfrutando de lo que es mi pasión», afirma. Se iniciaba un camino que le llevaría por varios clubes, Siglo XXI, un fugaz primer paso por Perfumerías Avenida, Hondarribia Irún, Burgos, Rivas Ecópolis, Cadí La Seu... el regreso para quedarse cuatro temporadas en Perfumerías Avenida y su último destino, Valencia Basket.
Sus vitrinas rebosan títulos a sus 28 años, una Euroliga, 4 ligas, 4 Copas, 4 Supercopas, además de las 6 medallas con la selección. ¿Le queda algo por ganar? «Todo lo que viene por delante. Lo conseguido es bonito y está ahí. Pero hay objetivos como la Copa de la Reina, final de la Liga y Eurocup con Valencia, además del Europeo y ojala los juegos olímpicos de Tokio. Hay ganas de ganar siempre», asegura con una sonrisa. No la pierde, ni en los momentos duros. «Esos que nos se ven, pero enseñan y de los que aprendes», subraya. Casi se ha olvidado que esta jugadora de 191 centímetros y físico imponente se lesionó de gravedad en 2014 rompiéndose el ligamento cruzado de su rodilla. «Lo tengo olvidado. Es la cruz del deporte. Afortunadamente me recuperé en seis meses y medio y pude ir al Mundial» recuerda.
Su fichaje por el Valencia Basket fue uno de los más sonados del verano. Tras cuatro magníficas campañas en Salamanca, su adiós sentido y emotivo a través de las redes ponía el punto y seguido al baloncesto ya que la puerta de un proyecto ambicioso en Valencia se abría de par en par. «Se necesita cambiar. Mi etapa en Salamanca había concluido, el club también lo pensó así y en cuanto salió la opción de Valencia no me lo pensé».
No es solo una jugadora de números, suma esos intangibles que le hacen ser una rival difícil de parar y cotizan a favor del colectivo. Esta campaña es una de las artífices de que su equipo, tras 10 jornadas, continúe invicto y sea el único capaz de aguantar el ritmo infernal del Perfumerías de Roberto Íñiguez de Heredia.
El cuento de la cigarra y la hormiga, se puede aplicar a esta trabajadora del baloncesto que sin ínfulas de estrella brilla como tal en las pistas. La cultura del esfuerzo, lema del club valenciano, le va como anillo al dedo. «Somos profesionales y sabemos que si queremos conseguir objetivos hay que trabajar. En mi caso es algo que siempre he tenido presente. Las cosas no pasan por casualidad», reconoce. Con 9,6 puntos, 4,7 rebotes, 1,7 asistencias y 12,2 de valoración es un valor en alza en un equipo donde la apuesta nacional también es clara con el fichaje de Cristina Ouviña, la recuperación de Raquel Carrera tras su cesión en Araski, además de la continuidad de Anna Gómez, Queralt Casas, María Pina, Leticia Romero o Lorena Segura.
Si ha triunfado en el baloncesto, quizás en el futuro sea el campo de la psicología quien gane una gran profesional. La murciana se prepara para ello, porque después del deporte profesional, nunca se sabe.
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