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El puesto 29 en el maratón femenino de los Juegos con un tiempo de 2:34:38 horas tiene un valor añadido para Elena Loyo. Primera española, décima europea, sorteando las condiciones tan al límite en las que se corrieron en Sapporo (Japón). Es un ... impulso para empezar a pensar en la Olimpiada de París en 2024. La alavesa tendrá 41 años, pero a estas alturas, dice, «la edad no debe ser un obstáculo».
Relajada, feliz y habladora. Así atiende a EL CORREO la atleta alavesa desde su casa, en Murgia, donde ya se ha reencontrado con su gente, su familia y sus perros. Aún con la emoción propia de saberse protagonista de una cita olímpica, Loyo rememora lo que ha supuesto una experiencia «preciosa». Desde sus diálogos internos para superar los malos momentos hasta la explosión de felicidad al llegar a la meta. Nuestra maratoniana se confiesa en esta entrevista cercana e íntima.
- ¿Qué sensaciones tiene en su regreso a casa y después de lo vivido en Tokio?
- Estoy tranquila. Por una parte, con pena porque todo ha pasado muy rápido, tanto la preparación, los nervios previos, al ahora que dices: '¿Ya ha pasado?' Por otra, con una gran alegría de haber podido vivir esta experiencia, de que haya salido bien, de haber plasmado lo que quería, que era hacer una buena lectura de la carrera y todos esos entrenamientos que ha habido detrás hasta llegar a ese momento.
- ¿Cómo gestionó las emociones los días previos?
- Con la responsabilidad que suponía estar allí, pero con tranquilidad para tener la cabeza preparada, sabiendo que ese día tenía que dar mi 200 %. Quise restarle preocupación. Pensé que era otro maratón y simplifiqué creyendo que lo único que tenía que hacer era correr bien y aplicar todo lo entrenado. No controlé las emociones, sino que dejé que fluyeran las que me pasaban. De alguna manera, aceptarlas. Un día sentí muchos nervios y tuve un diálogo interior en el que me convencí de que realmente me estaba enfrentando a algo muy importante. Es humano tener ese miedo porque lo quieres hacer bien y por la dimensión del evento. El aceptarlo me calmó mucho.
- Estuvo a caballo entre la villa olímpica y las instalaciones propias del maratón en Sapporo. ¿Cómo fue esa experiencia?
- Pasamos una noche en la villa y al día siguiente nos fuimos a Sapporo, donde estuvimos más aislados. Por una parte, daba pena porque no teníamos tanta sensación de estar en unos Juegos Olímpicos pero para concentrarnos, cuidarnos y descansar más nos vino muy bien. No obstante, después de competir, pude estar en la ceremonia de clausura y disfrutar del ambiente precioso. Entrenábamos en un circuito de 900 metros y por allí te cruzabas a las atletas africanas tan buenas, tan preparadas, con una capacidad de sacrificio tan grande que eran también una fuente de inspiración.
- Llegó a 7 minutos y 18 segundos de la vencedora, la keniana Peres Jepchirchir, una atleta de otro planeta. ¿Es para sentirse cerca o lejos de la superélite que las africanas representan?
- No pensaba hacer un tiempo de 2:34:38 en esas condiciones. Creo que es una marca que está bien y tampoco me alejé mucho de la cabeza de carrera. Pero hablamos de atletas que se mueven en tiempos de 2:17 y 2:18. Quedar a esa distancia y a la par de gente con buenos tiempos europeos me dio mucha satisfacción.
- La campeona del mundo Ruth Chepngetich abandonó hacia el kilómetro 30. ¿Sintomático de la dureza de la prueba?
- Si, sí. Fíjate que el día anterior le comenté al entrenador de Dani Mateo, Enrique Pascual, que me daba la sensación de que iba a ser una carrera más de cabeza que de piernas. Porque realmente yo, hacia el kilómetro 20, las piernas las sentía muy fuertes pero había que controlar muy bien las fuerzas porque a nada que acelerases o hicieras un cambio de ritmo, el cuerpo te pasaba factura. En las zonas donde te daba el sol, era horrible. Tenías que refrigerarte muy bien y no hacer cambios bruscos ni nada que tu cuerpo no supiera gestionar bien porque podías acabar abandonando. Fíjate que, a 500 metros de meta, vi cómo una chica se cayó desvanecida. Por eso te digo que de principio a fin fue una carrera de muchísima tensión.
miedos
- ¿La clave fue la buena segunda parte que realizó?
- Te diría que sí. Teniendo en cuenta que la temperatura iba subiendo y las condiciones se endurecían, la primera media la hice en 1:16:40 y la segunda, en 1:17:58. Tuve fases. Al principio fui muy cómoda. Luego, en el kilómetro 19, me dio un lapsus, una pequeña crisis pero supe darle la vuelta, tuve un pequeño diálogo interior con el que supe motivarme y empecé a notar las piernas cada vez más fuertes y mejor. Eso me ayudó a rendir más, a ir hacia adelante y tratar de recortar puestos.
- ¿Cuántos diálogos íntimos ha mantenido consigo misma estos años?
- (Risas). Creo que lo bueno del deporte es que como te quieres superar y hacerlo bien, tienes que tener ese diálogo interno y pasar por miedos, aceptarlos, ver la parte positiva de las cosas. Esto no solo sirve para el deporte de élite, sino para la vida. Es positivo aceptar las cosas como vienen y darle la vuelta en la medida que tú puedas hacerlo.
maratón
- Su llegada a meta fue emotiva, celebrándolo a lo grande. ¿Qué le pasaba por la cabeza?
- Me acordaba de todo lo que había pasado para llegar hasta ahí. Y saber que llegaba en el puesto 29, que era un objetivo. Cuando me clasifiqué para los Juegos, mi ilusión fue tratar de ser la primera española, de superarme, porque las últimas competiciones con Marta Galimany -somos rivales pero nos llevamos muy bien-, siempre me había ganado y tenía un poco esa cosa de poder volver a sentirme competitiva y luchar por estar más arriba. Por eso, cuando llegué, de repente se estaba cumpliendo todo lo que mi cabeza había deseado. Quise ponerme un objetivo para motivarme, que fue llegar entre las 30 primeras y también se cumplió. Imagínate la explosión de felicidad en ese momento porque me enteré justo cuando crucé la línea de meta. Antes no sabía en qué lugar iba. Buff, muchas emociones juntas.
- La pregunta es obligada… ¿Y ahora, qué? ¿Ve París 2024 con perspectiva?
- No doy nada por sentado ni que vaya a ocurrir. Pero como siempre, lo voy a intentar. Como ha ocurrido con Tokio, que dije que lo iba a intentar y ha salido bien, pues te digo que quiero intentarlo con París. Tengo mucha ilusión y quiero tratar de revivir otros Juegos.
- Tendrá entonces 41 años. ¿Nos quitamos ya de la cabeza el prejuicio de la edad?
- Sin duda. Nos ponemos trabas que nos frenan. A veces nos sorprendemos. Fíjate, la que llegó en décima posición, la australiana Sinead Diver, tiene 44 años y estaba magnífica, en superbuena forma y con un hambre de competición como el de un tiburón. A priori, la edad no debe ser un impedimento.
- ¿Se empieza a creer que es la maratoniana española más en forma?
- Uff, dicho así, suena muy bien (risas). Te confieso que me encuentro muy bien, que he ido adaptando mi cuerpo a la distancia, porque es verdad que llevo pocos años. Y es verdad que no acababa de creérmelo del todo, que el día anterior el entrenador de Dania Mateo me dijo que debía creer en mí, que me veía en una gran forma y eso me ayudó a pensar que quizás sí, que podía estar ahí arriba.
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