elena j. martín
Martes, 1 de noviembre 2022, 00:22
El 13 de noviembre de 2002, una masa negra, viscosa y difícil de manejar comienza a manchar las costas de Galicia. El 'Prestige', un buque petrolero ha lanzado un '¡mayday, mayday!', un grito de socorro a 50 kilómetros de Finisterre. Pero el rescate se complica. ... Al séptimo día el barco se hunde y el accidente acaba por generar toneladas de chapapote, una trama política y una protesta ciudadana sin precedentes. En escena, varias filas de paraguas negros se agrupan arropados por un letrero: 'Esto es el mar silenciado por el chapapote'. Durante dos minutos, el sonido de las olas rompe, sin luz, en la orilla de los parasoles. Es un juego metafórico y el inicio de una representación que narrará, con toques ficcionales, la catástrofe que sucedió en España hace 20 años.
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El grupo Chévere, referente del teatro documental y político, reconstruye con la obra 'Nevermore' este desastre ecológico y lo hilvana con la epidemia actual. Esta noche lo mostrarán en el Teatro Principal (19.30 horas, entradas a 6, 12 y 18 euros).
- Últimamente están proliferan las narraciones documentales como la suya.
- Quizás la ficción estaba un poco agotada a la hora de contar una historia. Este acercamiento es un refresco para el creador y el público, un juego divertido y expresivo en el que las fronteras desaparecen.
- ¿Qué une la pandemia a la mancha que dejó el 'Prestige'?
- Al inicio del confinamiento descubrimos algunas conexiones. Llevábamos mucho tiempo con la historia en la cabeza y sabíamos que en algún momento nos iba a tocar contarla. Desde el principio tuvimos claro que tenía que tener una huella emocional. Cuando nos aislamos, nos centramos en la memoria de los cuidados y recordamos la respuesta espontánea y solidaria que recibió el 'Prestige'. Al inicio de la obra, se encuentran dos voluntarios que han estado limpiando el mar. Al juntarse se asean y se dan de beber.
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- Se centran, entonces, en la cuestión ciudadana.
- En las dos crisis hay una causa común. Usamos el testimonio para contar las historias de mucha gente. En marzo, algunos hospitales de la costa de Galicia hicieron público un llamamiento pidiendo el material que se había usado para limpiar el 'Prestige', si aún lo conservaban. Afloraron miles de trajes, gafas, mascarillas o guantes. Se habían pasado veinte años guardándolo para cuando llegara la siguiente marea negra, que resultó ser un virus.
- ¿Cómo se traslada al escenario una tragedia marítima con tal carga simbólica?
- Concebimos el espacio como una instalación escénica y reivindicamos la artesanía del teatro. Huimos de los colores y el preciosismo. El espectáculo empieza con las luces apagadas y el sonido de las olas. En cuanto se levanta el telón, el público ve a los actores utilizando diferentes elementos para generar ese golpeteo: globos, cajas de cartón, megáfonos. Lo que hemos escuchado no es el mar. Hay un tratamiento visual muy sonoro y poético para llevarnos a esos lugares y generar el impacto de escuchar una grabación real.
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- De ahí, el uso de los paraguas.
- Es el chapapote. También un elemento simbólico de la movilización ciudadana porque lo que se vio de la primera manifestación de 'Nunca Máis' (movimiento popular para reclamar responsabilidades medioambientales, y políticas) fueron 200.000 personas debajo de una manta de paraguas por la lluvia que había ese día. Al cerrarlos se convierten en cuervos; una imagen que remite al poema de Edgar Allan Poe, donde el animal repite constantemente 'Nevermore, Nevermore'.
- ¿Quiénes son los protagonistas en la función?
- No hay un personaje principal. Todos ellos son instrumentos, tripulantes de una obra de teatro que tienen que hacer funcionar la narración. La intención era escuchar a mucha gente y usar el escenario como espacio propio donde se confunde la memoria personal con la colectiva. Es una obra muy coral, una crónica sarcástica e irónica, en la que se desdoblan constantemente con un texto que se ha ido creando durante los ensayos.
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- ¿Existe una memoria homogénea en el relato?
- Hay muchos lugares comunes: la ausencia de sonido, el mar agarrotado por el chapapote o una movilización que desbordó lo individual. También aparece, evidentemente, la dejadez de funciones del Gobierno y la incapacidad para gestionar una catástrofe, lo que aumentó la gravedad del accidente. No es un ejercicio de nostalgia, es una reflexión visual de lo que significa vivir en un mundo impactado por el abuso de los combustibles fósiles. Un efecto positivo es que está picando la curiosidad de gente que no había nacido en aquel momento.
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