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sEl planteamiento de la muestra como obras de arte en museo o sala, para que el espectador fije sus ojos en ellas, se quedó corto hace tiempo para muchos artistas. Entre ellos Martin Creed, el británico que ganó en 2001 el celebrado premio Turner –el ... más codiciado del Reino Unido– con su habitación vacía, blanca y con las luces que se apagaban y se encendían. Un aviso para visitantes pasmados de que la vida y el arte estaban más fuera que dentro.
Creed ha vuelto ha montar el número, esta vez en el Centro Botín de Santander, con su intervención festiva, musical, política, colorista y sobre todo vital a la que ha llamado 'Amigos', comisariada por Benjamin Weil. «Es la palabra en español que todo el mundo conoce, una palabra que inspira confianza», justificó el artista (Wakefield, Reino Unido, 1968), vestido con cuatro sombreros, cuatro corbatas, cuatro pares de gafas, una flor en la chaqueta y un pantalón comprado en eBay.
Le acompañaban dos violinistas, dos guitarras y tres cantantes, que han participado en un taller impartido por este impagable creador, imagen viva de la desprejuiciada extravagancia 'british', a la que habría que proteger como patrimonio de la humanidad. Animados por el artista, la banda empezó a tocar y a cantar. «Qué narices estoy haciendo, qué narices estoy sintiendo», entonaron frente a un mural que repetía la palabra «refugiados». «Todos los somos. Huimos de algo y buscamos un hogar», explicaba el artista y diseñador del vestuario de los músicos –con un gorro «como de bolsa de la compra pero en seda»– y del personal de sala.
Las paredes Centro Botín están cubiertas con los múltiples colores –«nunca sé cuáles elegir así que pongo todos los que puedo»– que ha empleado Creed. Pero esto es sólo un parte de lo que, a falta de mejor palabra, podría llamarse exposición, que estará abierta hasta el 9 de junio.
En los ascensores hay música, y cuando bajan la letra de la canción se circunscribe al «no» y cuando sube al «sí». En tiempos de cuarenta minutos y veinte de descanso por cada hora, un cuarteto interpretará las canciones de Creed, que este fin de semana estará en el centro y que incluso ha compuesto piezas para orquesta. El programa dura hasta el cierre de este acontecimiento.
Al artista no le da miedo la palabra «espectáculo» y de hecho define lo que hace como tal. «Esto es como la vida, pero más divertido», constató este creador que atesora una no menos espectacular lista de acciones y exposiciones en su haber.
Su intervención en el Botín es una performance colectiva en la que hay creatividad en cada detalle, como en la extraña guitarra hecha con diferentes maderas que ayer utilizó el artista. «Como tengo las manos grandes, tenía que encargar una a medida. Me propuse hacer el peor instrumento con el peor sonido posible. Pero el luthier se negaba, así que ha quedado algo que suena 'medio bien'», dijo Creed, que canta con un pie en el suelo y otro en el aire porque su padre, protestante cuáquero, le obligaba a caminar y estar recto, y él hacía lo contrario.
Lo mismo que tiene dificultades para decidirse por los colores, las tiene para elegir las palabras. Así que en una de sus canciones, los cantantes dicen palabras distintas al mismo tiempo, «abajo, arriba, malo, bueno, gracias, por favor». Y cuando están en ello a Creed le surgen dudas de sobre cómo acabar pues en la vida las cosas no tienen un claro principio y exacto final. «En realidad soy un persona que intento vivir. No me llamo a mí mismo artista porque no sé lo que es el arte, aunque sí trabajo en algo reconocido como tal».
Semejante escepticismo le lleva a no enfadarse cuando recibe críticas adversas sobre sus actuaciones. «No me gusta. Pero muchas veces tienen razón. ¿Es mi trabajo una mierda? Lo es. Lo pienso muchas veces de haber estado trabajando durante mucho tiempo en un proyecto. La mierda fisiológica es fácil de gestionar. Tu cuerpo la expulsa y te olvidas de ello. Pero ¿qué haces con la mierda sentimental y artística? Es más difícil desprenderse de ella».
A pesar de todo, Creed es capaz de poner un nota de color y optimismo en los lugares más insospechados. «El 'Brexit' puede ser bueno para el arte. La época de Margaret Thatcher lo fue. Hubo muchísima actividad en contra y salieron cosas muy buenas. Los artistas son especialistas en la crítica a los gobiernos».
Ya sin banda Creed interpretó con su guitarra de doce cuerdas –«así, si me rompe una no se nota»– una canción de amor, por supuesto con el apoyo de una única pierna e inclinado hacia adelante. «Me haces pensar, me haces hablar, me haces beber. Me haces libre, me haces que sea yo mismo», cantó con una candidez que dejó al personal risueño y contento.
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