Vibraciones en el Guggenheim

Según se movía el espectador, la imagen cambiaba de aspecto. Se desestabilizaba. Empezaba a vibrar. Una manera de decir que quien ve la obra la interpreta a su manera y una estrategia para involucrarlo en ella no sólo usando la vista, sino también el cuerpo. Y también de generar dudas, pues ya no había una figura verdadera sino variaciones virtualmente infinitas.

La obra de Soto se expone en el Guggenheim desde hoy hasta el 9 de febrero de 2020. El director general del museo, Juan Ignacio Vidarte, recordó que Soto había expuesto en el Guggenheim de Nueva York en 1972 y que de algún modo aquella muestra conecta con aquella. La última que se realizó en España fue en el Palacio Velázquez del Retiro madrileño en 1982 y desde entonces la obra de este artista formado en París ha pasado desapercibida cuando precisamente pretendía llamar la atención a los mecanismos de percepción.

En la sala 105, destinada a la muestra, se exponen también sus célebres esculturas penetrables. Con varillas de metal o de plástico, el visitante puede atravesarlas y salir por el otro lado de la pieza. El comisario de la exposición Manuel Cirauqui invitó a hacerlo pues en ellas el deseo de Soto por sacar al espectador de su pereza, y hacerle participar con su cuerpo y su movimiento, adquieren su sentido más evidente. En la presentación estuvieron dos hijos del artista venezolano, Anne y Cristóbal Soto, que cuidan de su legado.