Viaje por un museo temporal

La elección de piezas únicas protagoniza su ya acostumbrada cita anual con la capital vizcaína. El espectador se encontrará con la producción de 40 relevantes autores que trazan un fecundo arco entre el final del siglo XIX y mediados de la pasada centuria. La recogida atmósfera de un museo, exquisito y temporal, envuelve al espectador.

El itinerario recoge telas de Darío de Regoyos, Francisco Iturrino y, por ejemplo, tres de Joaquín Sorolla, incluida una vista del río Tajo. La oportunidad de contemplarlas resulta excepcional. «Hace ocho años, llegamos a ofrecer diecisiete Regoyos, hoy sólo contamos con uno», explica. «La gente quiso vender durante un periodo y ahora esas joyas están en colecciones consolidadas». La escasez y las sucesivas crisis económicas no han detenido, sin embargo, una demanda insaciable. «El coleccionista inversor está parado, pero el amante del arte no se detiene cuando encuentra un Guezala, Guinea o Ramiro Arrue».

Planteamos un recorrido por estas piezas singulares y nos detenemos ante 'Acuarela' de Adolfo Guiard, una rara presencia en el mercado. «Encontrarlo es tan inusual que se hace difícil también valorarlo porque no hay términos de comparación. Es muy difícil de tasar, pero, por ejemplo, un Ucelay de grandes dimensiones se llegó a vender en 300.000 euros». El 'Paisaje navarro' de la irundarra Menchu Gal supone otra parada obligatoria. «Hablamos de la pintora más revalorizada en los últimos veinte años», señala Gutiérrez.

La contemplación de 'Julieta' nos retrotrae a una de las modelos habituales de Ignacio Zuloaga en París. Este retrato no se había presentado antes en el mercado y el autor también está representado por uno de los tres bodegones que pintó. «Encontrar algo de este maestro es prácticamente imposible», alega y, señala que, a menudo, cuando encuentran una obra firmada por el creador eibarrés, la transacción es inmediata y no llega a ser exhibida.

Unas tres mil personas se calcula que disfrutarán del periplo por esta colectiva abundante en grandes nombres. El perfil del comprador se corresponde con un individuo de unos 40 años, ejecutivo o empresario, que busca hacerse con fondos en virtud de criterios propios y que solicita piezas de determinado periodo de cierto autor. «Aquí hay colecciones maravillosas, pero sus propietarios son muy reacios a darles publicidad. Actualmente estamos gestionando la venta de una que incluye lienzos de Juan Gris y de la etapa cubista de María Blanchard».

El 'Par ingrávido' de Jorge Oteiza es una de las escasas esculturas incluidas en la selección y otro hito de la muestra. «Estuvo en la Bienal de Sao Paulo que supuso su encumbramiento», añade, y señala, asimismo, una talla de 'La Piedad' que fue el modelo definitivo para elaborar la obra de Arantzazu. El abanico temporal se cierra con la representación de Eduardo Chillida y José Guerrero, entre otros.

Al volver sobre nuestros pasos, encontramos una vista de un rincón de Hondarribia, a caballo entre el realismo y el cubismo, fiel representante de la etapa que Vázquez Díaz dedicó a los paisajes vascos. Parece que existe todo un mundo de inquietudes entre este fascinante lienzo y el de las damas alegres y noctámbulas del principio del camino. Sin embargo, ambos pertenecen al mismo pintor. «Nuestras exposiciones tienen la virtud de recorrer no sólo la historia del arte, sino también las diversas fases en la trayectoria de un maestro, y, así, poder conocer, aprender y decantarse».