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Descuelgas el cuadro, lo metes en un embalaje apropiado, lo subes a un camión... y listo. A priori, el transporte de una obra de arte tampoco tiene tanto misterio. Al fin y al cabo, no deja de ser un porte de algo más o menos frágil. Sin embargo, los préstamos entre instituciones artísticas encierran un trabajo de años, que obedece a férreos protocolos y trámites. Si la pieza en cuestión es una de las joyas de la corona de la colección de un museo, como lo es 'Grande toile gris pour Kassel (Gran tela gris para Kassel)' de Antoni Tàpies, el proceso ha de seguirse con delicadeza precisa y exquisita, más propia de una cirugía de las complicadas que de una mera mudanza.
Aquí comienza un viaje de más de doce horas, las necesarias para preparar una maleta gigante en Artium, con su enorme Tàpies dentro, y hacer todo lo posible para que llegue ilesa, sin el más mínimo rasguño, hasta el Museo Reina Sofía.
La obra
El entonces director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, empezó a rumiar una gran retrospectiva de Tàpies hace tres años. La muestra se va a inaugurar el próximo 21 de febrero y una de las piezas que no podían faltar era este imponente lienzo de 276,5 centímetros por 403, que el artista creó para la Documenta III de Kassel, en 1964. La Diputación de Álava la adquirió una década después, en 1976, a la prestigiosísima Galerie Maeght de París.
Borja-Villel se puso en contacto con Beatriz Herráez, directora del Centro-Museo vasco de Arte Contemporáneo Artium, para pedirle la obra. No bastó con su visto bueno: era necesario un informe favorable del equipo de restauración y conservación que permitiera el traslado. Escrutaron cada milímetro de la obra, una pintura en técnica mixta sobre tela y madera. A pesar de su fragilidad, las especialistas dieron luz verde al viaje.
07:50
No son ni las ocho de la mañana y un enorme tráiler de SIT, la empresa encargada de realizar el transporte, asoma por la calle Francia de Vitoria. Artium, con sus salas soterradas, se construyó con unas enormes vigas capaces de soportar el peso de varios camiones como este. Ixone Ezponda, la coordinadora de colección del museo, pidió hace meses todos los permisos, incluso con informes de los arquitectos forales, para que el enorme camión pueda aparcar justo frente al muelle de carga.
Sin embargo, un policía local no autoriza la maniobra a ultimísima hora. ¿El problema? Uno bastante prosaico: el guardia teme que el paso del vehículo pesado pueda dañar las frágiles ramas de un arbolito esmirriado que echa raíces en la plaza del museo. Toca improvisar.
El tráiler queda estacionado en la calle La Esperanza, en el lateral del edificio, de tal forma que los operarios deberán empujar la obra durante unos metros. La solución inquieta en un primer momento al equipo de Cristina Aransay, la jefa del servicio de Restauración de la Diputación: el pavimento de adoquines que tapiza la plaza podría generar vibraciones y, quizás, dañar la pieza. Hasta tal punto se hila fino en este operativo.
Por fortuna, los de la empresa de transporte tienen la solución: utilizarán una plataforma especial con neumáticos antivibraciones. Son gente con recursos. Los ocho hombres que forman el equipo son operarios de mudanzas 'premium'. Pero que muy 'premium'. Y tremendamente experimentados. SIT fue la encargada de traer el 'Guernica' al Reina Sofía desde el MoMa de Nueva York.
Al frente del equipo de especialistas, Carlos Alberto Cortijo, barbado, con hechuras de jugador de rugby y dos brazos tatuados, recios como columnas dóricas. Y, sin embargo, todo delicadeza. Sus hombres trabajan como un ballet, perfectamente sincronizados, con movimientos precisos, calculados y ensayados para no dañar la obra en ningún momento. «No te preocupes, con nosotros todo encaja», se puede leer en sus uniformes de faena. No es mal eslogan para una empresa que se encarga de mover de un lugar a otro objetos valorados en varios millones de euros.
«Desliza tus manos unos centímetros a la derecha y lo hacemos en un solo movimiento», ordena Cortijo. «¡Un, dos, tres!». Los ocho operarios, concentrados, descuelgan la pieza en un movimiento preciso. La maniobra tiene lugar en un par de microsegundos en los que la tensión llega a paralizar la sala A0, donde hasta hace unos minutos se exponía la obra. Cristina Aransay, la jefa de Restauración, no pierde detalle de la operación. «Está todo muy planificado, saben qué partes de la obra tienen más carga matérica y, por tanto, resultan más frágiles..., lo mejor que puede pasar es que no pase nada», suspira.
09:45
Una pieza tan única requiere de una 'maleta' a la altura. El Tàpies se transporta en un bastidor de viaje, una especie de 'marco' fabricado a medida. Los operarios lo colocan dentro de una gran caja de madera, también fabricada ad hoc que cuenta con un sistema de 'oz clips', unas sujeciones que evitan que la obra se mueva durante todo el proceso. Colocarla en la posición exacta y empaquetarla con un plástico transpirable lleva varias horas al equipo. Cada paso, cada movimiento, queda registrado en foto y vídeo por el equipo de Artium.
Los accesos de Artium están pensados para poder sacar y meter piezas de gran tamaño sin problema. Pero su montacargas, no. No queda más remedio que terminar de cerrar la caja, provista de unas espumas que rodean el bastidor, en el propio muelle de carga.
12:35
Son más de las 12.30 horas cuando los portones del museo se abren. Sin utilizar ningún tipo de maquinaria, los ocho especialistas empujan del gran cajón de madera, apoyado en las 'dollys' (así se conocen a las plataformas que se utilizan para mover piezas en los museos) especiales. El recorrido, de apenas 30 metros no pasa desapercibido para los curiosos. Desde la clínica contigua, muchos se asoman a las ventanas y los mayores, al sol de invierno en los bancos de la plaza, y los paseantes se detienen a observar ese cajón misterioso tan enorme sin tener ni la más remota idea de qué contiene.
La obra se coloca con sumo cuidado en la plataforma de la caja del camión y una vez dentro, se coloca justo en el centro, en una suerte de hendidura donde encaja a la perfección. Para impedir cualquier movimiento ante una posible sacudida, los expertos en transporte de arte colocan una maraña de cinchas tensas antes de cerrar un portón que no se abrirá en ningún momento antes de llegar a Madrid. El viaje es directo en el tráiler blindado y el transporte solo se detiene para cambiar de conductor. La caja está refrigerada, para evitar que la obra sufra variaciones de temperatura.
19:40
El equipo llega finalmente a las 19:40 horas al muelle de carga, en el edificio Nouvel del Reina Sofía. La pieza llega con un pequeño precinto, de color azul, que garantiza que no ha habido variaciones desde que salió de Artium. Descansará en el almacén de tránsito hasta este 5 de febrero, cuando está previsto que se desprecinte en presencia del correo: un miembro del museo alavés que se encargará de verificar su estado. Todo se registrará en un informe de condiciones.
Es el Reina Sofía el encargado de sufragar todo el proceso, cubierto por un seguro 'clavo a clavo', desde el momento en que se 'descuelga' la obra hasta que regresa a Vitoria. Toda precaución es poca. Es una obra única. Y, sí, muy costosa. Está asegurada en varios millones de euros.
«Es cierto que, ataques como el de la Mona Lisa de hace unos días a un lado, el mayor riesgo al que se expone una obra de arte es viajar», admite el coordinador de exposiciones del Reina, Rafael García Horrillo. Su equipo se encargará de cuidar la pieza hasta finales dejunio, cuando terminará la muestra. Entonces el gran Tàpies alavés regresará a casa. A poder ser, sano y salvo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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