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Por su propia naturaleza, la ópera necesita de la escena como la literatura necesita de las palabras, pero su grandeza reside también en la emoción del canto, en la capacidad de la voz humana de imprimir vértigo y pasión a la vida. De ahí que ... los recitales mantengan un poder de atracción tan alto y que el público siga respondiendo a la llamada de las grandes voces, como quedó patente al ver lleno hasta la bandera el auditorio del Palacio de Festivales para asistir al recital de Sondra Radvanovsky y Jonathan Tetelman al lado de la BOS dirigida por Riccardo Frizza.
Radvanovsky es una soprano excepcional, dueña de una inagotable variedad de recursos expresivos, de una voz amplia y voluminosa que regula como no lo hace casi nadie, de un talento musical que se manifiesta por igual en las piezas escritas en color negro, sombrías y penumbrosas, que cuando la música se deja envolver por la aureola de las cosas simples. El tiempo ha pasado para bien desde su inolvidable Leonora de 'Il Trovatore' en Bilbao hace más de veinte años. Estuvo intensa, profunda, asombrosa en el aria 'Pace, pace mio dio!'de La forza del destino de Verdi, y en las piezas de Puccini se mantuvo incólume, sin estridencias e íntimamente desgarradora en 'Vissi d'arte' ('Tosca'), hierática e imperial en un 'In questa reggia' (Turandot) que nada de lo que vino después pudo alcanzar.
A Tetelman le acompaña una elegancia natural que rivalizaba con un estilo no siempre igual de fino, no siempre delicado, pero ello no impide valorar el fraseo expansivo con el que describía su canto, su generosa expresividad (como de otro tiempo) y las facultades de una voz de tintes oscuros con especial brillo y pegada en la zona alta. 'Nessun norma' le brindó su mayor momento y en los dúos con Radvanovsky supo crecerse y amoldarse a lo que contaban las historias: de celos y anhelos de vivir en 'Tosca', una triunfal despedida de la vida en 'Andréa Chénier'.
Frizza dejó constancia de su profesionalidad y su experiencia en el mundo de la ópera junto a una BOS que exhibió su maquinaria bien engrasada a lo largo de toda la velada, con picos de lucimiento en la obertura de 'La forza del destino' y el 'Intermezzo' de 'Manon Lescaut'. Entre ovaciones largas que pedían más y más, las dos propinas ('E lucevan le stelle' y 'Sola, perduta, abbandonata') testimoniaron lo que era conocido, que los personajes de Puccini se agigantan cuando sienten ante sí el cerco del dolor, el sufrimiento y la muerte.
Obras de Verdi, Puccini, Mascagni y Giordano.
Intérpretes: Sondra Radvanovsky, Jonathan Tetelman, Orquesta Sinfónica de Bilbao (BOS).
Dirección: Ricardo Frizza.
Santander, Palacio de Festivales, 5-8-24.
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