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«Los perfumes son obras de arte que pertenecen al patrimonio de la intimidad». La cita poética es una referencia obligada al hablar con Francis Kurkdjian (París, 1969), el reputado perfumista de origen armenio en cuya trayectoria figuran hitos tan importantes como la creación en ... 1995 de la fragancia masculina 'Le Male' para Jean Paul Gaultier o sus trabajos para marcas como Elie Saab, Burberry, Escada, Armani, Saint-Laurent, Versace o Elisabeth Arden, entre otras. Si en 2009 cofundó su propia casa de fragancias, Maison Francis Kurkdjian, en 2017 la misma entró a formar parte del grupo de lujo LVMH y en 2021 también fue nombrado simultáneamente director creativo de los perfumes Christian Dior.
Su sede parisina está en el segundo piso de un edificio histórico del barrio Etienne Marcel, en cuyas estancias sorprende la ausencia de cualquier olor perfumado. No le gusta que le llamen 'nariz' o el 'pequeño príncipe de los perfumes', como le denominó hace tiempo algún medio. «Soy simplemente un creador de perfumes», afirma. Tampoco considera a estos una obra de arte y a los perfumistas unos artistas: «El arte es algo mucho más elevado. Pienso además en Goya. Si yo intentara reproducir olfativamente en un perfume la sangre y el horror, tal y como Goya los reflejó en 'Los fusilamientos del 2 de mayo', no se vendería. Puedo hacer instalaciones olfativas, como he hecho con Sophie Calle, para expresar el olor del dinero. Pero el perfume está relacionado con el placer, tiene un objetivo comercial y su resultado tiene que gustar».
Kurkdjian estudió música y ballet, pero al final se inclinó por la perfumería. Toca el piano, se conmueve al contemplar una obra maestra de la pintura y parece como si asumiera el concepto wagneriano del arte total. ¿Le servirá eso para crear sus perfumes? «No es así, puede ser que mi sensibilidad por las artes sea un punto de partida, un enlace con algo, pero yo no creo obras de arte sino perfumes que se venden. Soy un comerciante, vendo felicidad y sueños».
Su proceso creativo es complejo. Primero está un sentimiento, una inspiración, después imagina un nombre y finalmente visualiza el resultado, aunque de por medio está la técnica, el conocimiento de la historia del perfume y una capacidad para innovar y prever tendencias olfativas. «Sí, trabajo con dos años de anticipación, ahora estoy creando lo que será un perfume en 2026. Es complicado, porque tengo que imaginar en estos momentos tan deprimentes lo que le dará placer a la gente dentro de dos años y lo que querrán oler. Aspiro a crear con antelación el deseo de soñar y de que la gente se evada de las miserias del mundo. Estoy acostumbrado, vengo de una familia de emigrantes que conoce el valor de la esperanza, del mañana y del sobrevivir. Una buena parte de mis ancestros fueron masacrados en el genocidio armenio», comenta.
Cuestión diferente es la eterna lucha entre la inspiración y las necesidades del mercado. «Ah claro, ese es el reto, es como resolver un problema de matemáticas. Tienes que encontrar la combinación exacta entre tu propia historia y lo que precisa la demanda», explica. Conocimiento de la historia, innovación, técnica y trabajo. Son las cuatro virtudes que se le atribuyen. «No quiero dar lecciones. A los jóvenes estudiantes les digo que crean en sí mismos, porque siempre habrá gente que les diga que no pueden. Mi padre fue el primero en decirme que con mi apellido de difícil pronunciación sería complicado triunfar. He tenido que trabajar mucho».
Kurkdjian sigue muy de cerca las redes sociales y los comentarios de los jóvenes para conocer las nuevas demandas. «Bueno, hay muchos de ellos que no usan perfumes. Quizá porque son caros, por su condición de productos químicos o por pensar que no son sostenibles. Pero también hay una cierta curiosidad por la perfumería, por un oficio que consideran secreto. De todas formas, el perfume es un reflejo de la sociedad, como la moda, pero con un proceso comercial no tan instantáneo», reflexiona.
Para él también hay una sociología del perfume y una sociología de la higiene, como afirma en un ensayo el historiador Alain Corbin. «Todo eso es muy cambiante, lo que hoy nos parece limpio mañana nos puede parecer sucio. También está cambiando la sociología olfativa», admite. Y, ¿sigue existiendo esa relación de los perfumes con la sexualidad, el erotismo o la voluptuosidad? «Creo que antes era así, pero ahora ya no estoy seguro. He leído un estudio donde se afirmaba que los jóvenes son menos activos sexualmente porque dedican más tiempo a las redes sociales. Ahí no veo que un perfume pueda estimularles. Esa relación del olor con la intimidad puede desaparecer si la tendencia, como en el caso de los japoneses, evoluciona hacia una especie de sexo virtual», concluye.
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