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Concepción Velasco Varona sigue recorriendo los escenarios de España a los 81 años. A los 15, esta hija de militar franquista y maestra republicana ya cantaba coplas en el vodevil 'La reina mora'. Al Arriaga llega hoy (cuatro funciones hasta el domingo) con 'La habitación ... de María', una obra que le ha escrito su hijo Manuel y en la que encarna a una escritora agorafóbica. La actriz recuerda que la primera vez que pisó el teatro bilbaíno era bailarina con Manolo Caracol.
Hace tres días que le dieron el alta de una operación de hernia, su cuarta intervención en los últimos años. «He vivido muy mal la pandemia», asegura. «Nos ha destrozado a las personas mayores, yo he dado un bajón enorme. Me caí y me partí una pierna y un brazo. Sola, sin poder abrazar ni dormir con mi nieto». La Chica Yeyé, la Chica de la Cruz Roja, historia viva del cine y el teatro españoles, se ha caído y levantado muchas veces. «Si me toca la lotería, promete, invitaría a la gente a ir al teatro gratis».
- ¿Cómo se encuentra?
- Hoy muy bien porque me pinchan en la espalda, a lo vivo. El alta me la han dado hace tres días. Porque si estoy de baja no puedo trabajar, lo mismo que si no pago a Hacienda. Nosotros, los artistas, no podemos trabajar si estamos de baja laboral. Y tampoco nos paga nadie. Tampoco si debemos dinero a Hacienda.
- ¿Y qué le cuesta más: estar sana o al día con Hacienda?
- Mucho más estar al día con Hacienda. He vuelto a cambiarme de casa y he vendido todo lo que tenía para pagarles. Ahora me queda muy poquito para estar al día de los atrasos que les debo de mis cosas antiguas. Naturalmente pago el IRPF y el IVA, como todo el mundo, gracias a Jesús Cimarro, que es el productor de esta obra, y a que yo tenía cosas que he ido vendiendo. Menos el cuadro que me regaló Luis Iturri, aquí en el Arriaga, cuando estrenamos 'Carmen, Carmen'. Ahora, en la pandemia, he vendido todo.
- ¿No estará exagerando?
- No, todo lo que tenía. Hay cosas que me da pena. Lo último que he vendido ha sido un premio de Mary Carrillo, que estaba hecho de plata y oro que decía: «Bien podéis aplaudirme, os doy la vida». Me ha dolido mucho. El otro día le dije a mi hijo que bajara a la farmacia. Y cogió una cubertería y la vendió por 50 euros.
- Habrá quien no entienda que se encuentre en esta situación después de una carrera como la suya.
- No seas malvado. Yo he sido manirrota en los espectáculos que he hecho. Por ejemplo, 'Hello Dolly'. O 'Carmen, Carmen', que fue un éxito tan grande que nos volvió un poquito locos a todos los que participamos. Nos compramos coches, casas... Recuerdo a Pedro Mari Sánchez comprándose en Valencia un cochazo que le costó no sé cuánto. Después a Pedro le ha pasado lo mismo. Los que nos dedicamos a esto, cuando ganamos mucho, nos compramos cosas y luego las perdemos. Eso sí, jamás me habrán visto en un casino o en una fiesta.
- ¿Sin Paco Marsó sería hoy rica?
- Seguramente no. Paco se ha muerto ya hace unos años y yo sigo siendo igual de derrochadora. Aparte de que últimamente le echo mucho de menos: era tan simpático y alegre... Paco era la vida. Ahora solo veo tristeza a mi alrededor. Sus hijos le adoraban y yo echo de menos su alegría de vivir. ¿Que no era un buen marido? Bueno, a lo mejor yo le obligaba a no serlo. ¿Sabes? Ahora me estoy poniendo al día con el de arriba. Me quedan dos o tres años como mucho. Lo que no quiero es tener alzhéimer. Quiero que me entierren con mis padres y que en la caja metan el Goya de Honor, un jersey rosa que hizo mi madre cuando iba a nacer Manuel y dos fotos de mis nietos. Yo soy de las que van al cementerio a ver a lo suyos. Y a Paco Marsó ya no le recuerdo con ira. Cuando murió, sí. No estuve bien porque me lo quería quitar de encima. Mis hijos le hicieron un entierro como Dios manda y he comprobado que tenían razón.
- ¿Hay algo épico en morirse encima de un escenario?
- No, morirse encima de un escenario es una falta de educación tremenda. Yo quiero retirarme y morirme en mi casa. Darme cuenta de ello y tener la lucidez necesaria para pedir perdón a la gente que he hecho daño. El otro día llamé a Pedro Ruiz para preguntarle si le había hecho algo, porque hacía mucho que no hablábamos. Y me dijo que no. A mí ya no me llaman de la tele, solo Pepe Sacristán, que sigue siendo mi amigo. Y Pedro Olea. Todos los días. El otro día le dije a Pepe que me sentía sola y me puse a llorar. Y apareció en casa con su mujer.
Finanzas
- Hace no mucho habló en Telecinco por primera vez del padre biológico de su hijo Manuel, el director de fotografía Fernando Arribas.
- En mi casa todo el mundo lo sabía. Lo dije antes de que lo contaran mal. Vivía en Perú y nos lo trajimos hace cuatro años. Me hizo una compañía maravillosa. Pero no hubiera vuelto a tener una relación con él, si no supo que era el padre de Manuel hasta que yo se lo dije...
- Ser madre soltera en aquellos años tuvo que ser duro.
- Mucho. Recuerdo que estando embarazada rodaba una película maravillosa, 'Libertad provisional'. Cada vez que me caía al suelo me preguntaban: «¿No estarás embarazada?». Fui madre soltera y después me casé precipitadamente. Yo tengo una vida bastante vivida. Pero no me arrepiento, ¿eh? No he hecho mal a nadie. Solo a mí misma. Por eso ahora quiero pedir perdón si he hecho daño a alguien involuntariamente. Lo de enamorarse y desenamorarse y casarse y divorciarse es normal.
final
- ¿Ha vuelto a ver 'Cine de barrio'?
- No. Está muy bien en manos de Alaska, que es una chica estupenda que sabe de todo. ¡Pero yo le había dado tantas cosas a 'Cine de barrio'...! Echarme fue una precipitación. Yo estaba enferma, tenía covid. Fui a grabar un programa y me mandaron a casa. Ahora tengo todas las vacunas, hasta la de meningitis, que se equivocaron. Me han ofrecido ser comentarista de televisión, cobras una pasta. Pero tienes que opinar de todo. Yo siempre he sido socialista, pero ya no. Porque la gente mayor opinamos mal, que lo hagan los jóvenes.
- Supongo que cuando viene a Bilbao echa de menos a Iñaki Azkuna.
- Mucho. Iñaki era tan brillante y tan culto... Y su mujer, Anabella... A la cultura no hay que tenerle miedo. Por eso me gusta hablar con El Brujo o con Andreu Buenafuente. Tengo la suerte de que está Juan Mari Aburto, que me regaló este pañuelo que llevo hoy. Mañana (por hoy) desayunaré con él, que sé que está malito.
- ¿Y subirá a Begoña a pedirle a la Virgen?
- Claro. Iré en silla de ruedas. Pero yo no pido nada, doy las gracias porque mi nieto está sano.
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