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Allá por el año 800 a. C. , se van conformando los pueblos en la zona cantábrica. Tiempos duros y salvajes aquellos de la Edad de ... Hierro. Eso sí, afortunadamente las tribus indígenas ya utilizaban herramientas y técnicas de cultivo muy eficaces. Lo suficiente para poder echar raíces y aprovechar los recursos naturales del entorno. «Es entonces cuando se produce el fenómeno de sedentarización», explica Juan José Cepeda, doctor en Historia, arqueólogo y profesor en la Universidad de Cantabria. Así nacen los castros, centros de población fortificados que permitían vivir con mayor tranquilidad, sin necesidad de vagar de aquí para allá en busca de sustento.
Más adelante, la diversidad étnica de los pueblos, más allá de movimientos migratorios puntuales, llamó poderosamente la atención a los geógrafos griegos y autores romanos. Tomando como punto de partida la costa, quedaba claro que hasta la actual zona de Laredo se afincaban poblaciones de un sesgo identitario definido a las que llamaron 'cántabros'. «A continuación, en un área muy extensa, de Laredo a Irún, adentrándose también hacia el interior, por Bizkaia, Gipuzkoa y la mayor parte de Álava, dejaron constancia en sus escritos de los várdulos. Son ellos los que ocupan la mayor parte del País Vasco. Formaban un conglomerado de pueblos. No tenían propiamente límites territoriales, en aquella época las gentes llegaban hasta donde llegaban», apunta Cepeda.
Los vascones, por su parte, se expandían desde Irún hasta la Navarra actual, incluyendo la parte occidental de Aragón. «Es lo que se desprende de la documentación de autores romanos después de la conquista militar. Es un cuadro muy coherente de lo que debía ser el panorama de ese periodo». Los conquistadores siempre son muy minuciosos en la prospección de sus territorios. Al Imperio Romano le interesaba tener un conocimiento claro y detallado de la realidad social que tenía bajo su control, entre otras cosas para recaudar impuestos y reclutar soldados.
«A sus ojos, cántabros y várdulos encarnaban casi, casi la barbarie». Se valoraba el carácter aguerrido, pero les sorprendía el estado primario de su civilización. Los vascones, sobre todo en las zonas más meridionales, eran igualmente combativos pero mostraban un desarrollo social de cierta complejidad, con núcleos de población numerosos que tenían similitudes con los modelos culturales del Valle del Ebro, como los habitantes del Valle de Aranguren, donde ha aparecido la 'mano de Irulegi', el texto más antiguo en 'euskera' y un descubrimiento que demuestra que estas tribus no eran analfabetas. «En la parte costera las formas de vida eran más arcaicas. Las propias cabañas eran de barro y elementos vegetales, apenas se utilizaba la piedra en las construcciones domésticas. Las murallas de los poblados eran muy imponentes, pero las condiciones de vida eran bastante rudimentarias. Su estadio era preurbano».
Por lo que respecta a las lenguas, los especialistas todavía no han averiguado con certeza cuáles eran todos sus patrones lingüísticos. «Hasta ahora se tiene la impresión de que en la Navarra actual se hablaba algo parecido al euskera en zonas pirenaicas, pero no se cree que fuera la lengua mayoritaria». Igual de difuso se muestra el panorama idiomático en Vardulia, «donde tampoco tenemos una idea concreta de en qué hablaban exactamente». Lo cierto es que sí dominaban tanto vascones como várdulos alguna lengua céltica, de ahí que los topónimos antiguos tengan esa raíz. «La lengua protovasca es la menos documentada en época antigua. Esa es la impresión que tenemos. No sabemos cuántos hablantes tenía la lengua protovasca».
La etnogénesis (nacimiento de los pueblos) no se produce en el caso de las poblaciones indígenas de la zona cantábrica por generación espontánea. Son griegos y romanos los que dan nombre a la realidad social que se encuentran. No significa que no existiera antes, solo que no se había 'bautizado'. Griegos y romanos necesitaban señalar y adjetivar lo que descubrían para transmitir su conocimiento.
«Los romanos entran en el Valle del Ebro, cerca de Navarra, hacia el 100 a. C. En cuanto al alto Valle del Ebro y cantábrico, tardaron algo más. Llegaron hacia el 40 a. C., antes de las Guerras Cántabras», detalla Cepeda. La égida de los conquistadores se mantiene hasta aproximadamente el 430 d. C, cuando ya no queda ni rastro de la administración romana. «A partir de ese momento, se vive a merced de los poderes locales, antes del advenimiento de los reinos germánicos y de los vascones históricos de la Alta Edad Media». Pero eso ya es otra historia.
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