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La Universidad de Salamanca rendirá este miércoles un solemne homenaje al más célebre de sus rectores, que ejerció el cargo durante 16 años en tres etapas y en cada una de ellas fue destituido: por Alfonso XIII, por Azaña y por Franco. Miguel de Unamuno ... será nombrado doctor 'honoris causa' en reconocimiento a sus méritos y su enorme influencia y «como acto de desagravio» por el destierro al que condenó hace cien años el dictador Miguel Primo de Rivera. Así lo entiende Pablo Unamuno, el más joven de sus nietos, que defendió la propuesta en el Claustro de Doctores y ejercerá de padrino en la ceremonia, que ha generado expectación.
Se trata de un acto excepcional porque la máxima distinción académica de la Universidad de Salamanca -pensada para reconocer a investigadores de otros centros- solo se ha concedido a título póstumo «a Santa Teresa y a San Juan de la Cruz, en ambos casos a principios del siglo XX», según informa un portavoz de la institución. El valor simbólico del acto que se celebrará en el paraninfo es también incuestionable. Unamuno pisó por última vez esta sala el 12 de octubre de 1936 y su enfrentamiento con Millán Astray hizo historia. Tras pronunciar el inolvidable discurso de «vencer no es convencer», con el que rompió su apoyo inicial al alzamiento, salió de allí rodeado de falangistas para dirigirse a su casa de la calle Bordadores, donde pasó confinado los últimos meses de su vida.
La propuesta de honrarle en este mismo escenario 88 años después partió de sus biógrafos, Jean-Claude y Collette Rabaté. El matrimonio ha publicado una decena de libros sobre el filósofo y escritor bilbaíno y sigue indagando sobre su perfil político, que «durante mucho tiempo ha estado oculto. Fue un intelectual libre, comprometido y castigado, muy castigado. Durante el franquismo se estudió sobre todo la dimensión filosófica y religiosa de su obra sin tener en cuenta miles de artículos políticos y cartas en la prensa en las que criticaba a unos y otros», explica Jean-Claude Rabaté. A Primo de Rivera le llamaba «ganso real, tonto de capirote... decía que tenía el deber de insultar».
Más allá de los calificativos, desempeñó un papel crucial en la oposición a la dictadura que pagó con el destierro. No es casualidad que la ceremonia se celebre justo ahora, cuando se cumplen cien años de su marcha a Fuerteventura. Fue la condena que le impuso Miguel Primo de Rivera, que precisamente fue nombrado doctor 'honoris causa' de la Universidad de Salamanca en 1926. «Nosotros no queremos que se lo quiten ahora», asegura Pablo Unamuno. «Nuestro abuelo decía: huid siempre de la venganza. Pero esta distinción servirá como desagravio a un castigo injusto».
Médico y profesor jubilado de la Universidad de Salamanca, él fue el encargado de defender la candidatura en el Consejo de Gobierno y el Claustro de Doctores de la Universidad, donde fue aprobada con 80 votos a favor de 83 emitidos el 18 de diciembre. En la misma sesión se acordó otorgar doctorados 'honoris causa' a Araceli Mangas -vicepresidenta de la Academia de Ciencias Morales y Políticas- y Eulalia Pérez Sedeño -primera catedrática en Lógica y Filosofía de la Ciencia de España- pero la ceremonia de este miércoles será exclusiva para Unamuno.
Su nieto resaltó los méritos académicos de un «maestro vocacional» que obtuvo la cátedra en Salamanca en 1891 y se jubiló en 1934, aunque siguió como rector. En esos 44 años (39, si se descuenta el periodo de destierro/exilio) introdujo «un estilo liberal que necesitaba la Universidad, enfrentándose al integrismo tradicional dominante de esta y de la ciudad. Un enfrentamiento que se acentuó por su condición de vasco y socialista», incidió. «Sus lemas eran libertad, justicia, tolerancia y verdad. La verdad por encima de todo, incluso antes que la paz».
Ahora prepara «con emoción y cierto pudor» el discurso que pronunciará ante un paraninfo repleto de académicos, autoridades y estudiosos de Unamuno. «Yo creo que sigue de actualidad, tiene la misma proyección nacional e internacional que en vida», sostiene. Para sus biógrafos, que trabajan en el siguiente volumen de su epistolario, esta es una buena ocasión para profundizar en una etapa apasionante de su vida, la resistencia frente a la dictadura. Tras unos meses en Fuerteventura, se exilió en París y luego en Hendaya. «Allí editaba una publicación clandestina junto a Eduardo Ortega y Gasset, 'Hojas libres', con artículos muy duros», recuerda Jean-Claude Rabaté. «Descubrimos hace poco que había todo un grupo de republicanos vascos que ayudaban a Unamuno. Venían de Irún, San Sebastián, Vitoria... y cruzaban la frontera cada semana. Primo de Rivera se quejó y presionó al Gobierno francés, pero el Gobierno francés no se atrevió a desterrar a Unamuno».
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