Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Crónica de casi tres décadas de trabajo, de respeto y coherencia, sinónimos de una trayectoria defendida con honestidad. Cuadros, una veintena larga, de gran y mediano formato, con asuntos rabiosamente actuales por su constante y desgraciada concurrencia en los medios de comunicación: dramas humanos y ... desastres naturales que están ahí con sus consecuencias, dolores y miserias. Una obra pictórica en constante pugna consigo misma, con sus propias referencias, define a la vitoriana Txaro Arrazola. Relatos que abrochan sus preocupaciones y sus pasiones, igualmente sus fragilidades. Un camino erguido y recto desde principios de los noventa.
En este abroche, o sea, en este marco de seguridad establecido, se plasma ordenadamente el devenir de una conciencia artística que por supuesto abarca en el tiempo otras derivas y otras problemáticas que ahora en esta muestra de Artium quedan fuera. No se trata de decirlo todo ni de incrustar otras narraciones. Que también es una lástima no volver a reencontrarse, aunque fuera en capítulo aparte, con aquellas otras miradas tan vigentes y que recordamos todavía con bastante agrado. Se trata ahora de trenzar telas, de organizar una urdimbre que postule a una autora y su trayectoria con un ovillo mucho más homogéneo y concentrado. Con ese principio divino que es la claridad de exposición.
El recorrido de Txaro Arrazola es largo y abierto. Con senderos muy armónicos y organizados. Pero como decimos no se trata ahora en esta exhibición de añadir, de establecer otras bifurcaciones, sino de concentrar. De localizar, de focalizar. De acompañar unas obras con otras en su hermanamiento, articulando significados, amplificando sus efectos. A modo de celosías se unen propuestas en el tiempo y en el espacio. Entretejiendo tramas y composiciones. Estableciendo retículas y vínculos entre piezas, formando acordes en el desarrollo de una estética propia. Así lo cuenta en uno de los dos textos incluidos en el catálogo Rocío de la Villa con 'Lienzos, tramas y redes'.
No es una pintura lírica la de Arrazola; nada de imágenes retóricas, nada de aplausos enlatados en busca de una autora. Tampoco existe una épica manifiesta, acaso una militancia consciente pero mitigada más que soterrada, como en sordina, sin ánimo de importunar. Que cada cual recorra la superficie de estos lienzos desplazándose de un punto a otro viajando a su manera. No hay agravios ni adoctrinamiento. No se juzga. Nada de sermones. Lo cual se agradece y más en estos tiempos tan polarizados que son muy actuales pero en absoluto distintos de los pasados.
Que la manera de concebir y de vivir la realidad contemporánea más que con claves ideológicas estereotipadas de diestras y siniestras, ese posicionamiento bascule en torno a un mundo que fuese en verdad inteligentemente mucho más humano y racional. Sin tanto péndulo oscilando de un drama a otro. De un extremo al otro. Sin tanto egoísmo. Sin tanta explotación, sin tantos impactos negativos, sin tantas presencias que son ausencias y privaciones de muchos, como nos transmite la protagonista.
Así estos llamados 'paisajes sociales' de Txaro Arrazola, paisajes de una calculada y meditada asepsia donde lo evidente evidente es y así queda, por tanto, testimoniado. En estas pinturas no hay recovecos, no hay nada escondido ni nada que haya que descifrar tampoco pretenciosamente. Casi no hay ni colores. Paisajes de exterior, sí, pero que son igualmente de interior o desde el interior, del tipo 'al otro lado de': atalayas, acaso refugios, desde donde todo se ve y desde donde se puede reflexionar yendo un poco más allá de esa realidad enunciada. Y denunciada. Como si estas representaciones que son certezas fueran vistas desde una ventana, a una distancia prudencial como sostiene Xabier Arakistain en el otro texto que aparece firmado en el catálogo.
Mundos de ida, mundos lejanos, pero próximos y cercanos en sí mismos, así los de Arrazola; mundos que son también de regreso cuando hacemos y deshacemos el equipaje interior. Viajar con el deseo de volver a casa después de constatar otras realidades, otros procesos y otras vivencias a lo largo del camino. De estos destinos -reales y configurados- nunca se ha escapado la pintora vitoriana. A ellos se enfrenta y los aborda. Los ha perseguido con la maleta presta en origen, buceando también en el universo de imágenes que aportan los mass-media.
Y ahora lo que ha visto, sentido o intuido Txaro Arrazola nos lo cuenta con franqueza para que no nos olvidemos de ello. Para que no nos quedemos quietos. Eso sí; cada uno que establezca sus propios pasos con su conciencia, con su consciencia. Con el clic de su interruptor interior. De este modo, toda realidad es humana, política en su etimología más original y menos prostituida.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.