A finales de 2003, una consejera del Gobierno vasco se refirió a los españoles que llegaban de otras comunidades a Euskadi como «inmigrantes». Borja Cobeaga y Diego San José escribieron un sketch para 'Vaya semanita' en el que unas familias de Albacete aparecían en patera y remando con jamones. La tele pública vasca osaba burlarse de los dogmas nacionalistas mientras ETA seguía matando. Lejos de levantar ampollas, el espacio caló entre los vascos, hasta el punto de que conseguía cuotas de audiencia del 20%, compitiendo contra 'Gran Hermano' y 'Cuéntame'.
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El intento de exportar 'Vaya semanita' a cadenas de ámbito nacional fracasó: 'Made in China', 'Agitación + IVA'... Cuando llegó YouTube, los personajes incrustados en nuestra memoria televisiva conquistaron a un nuevo público: los Santxez, maquetos con un hijo 'txaraina' y otro borroka, El Jonan y El Txori, El Pelanas, la Cuadrilla, los Batasunis... El programa original duró diez años y trató de resucitar sin éxito en 2015 y 2020. Anoche, el canal en castellano de ETB volvió a apelar a nuestra nostalgia con una nueva temporada que, según sus responsables, «quiere seguir rompiendo tabúes, enseñando a reírnos de nosotros mismos»..
El nuevo 'Vaya semanita' no repite el mismo humor que hace veinte años por la sencilla razón de que los vascos hemos cambiado. Una prueba es que el espacio que lo antecede, conducido por Gorka Aginagalde, se titula 'RH+'. En la Euskadi de 2024 ya hemos visto muchas veces '8 apellidos vascos' y sus secuelas. No nos preocupa el terrorismo ni la kale borroka, aunque seguimos siendo una sociedad fuertemente politizada. En ese sentido, la nueva producción de Pausoka saca punta a más aspectos sociológicos que políticos. La invasión de las terrazas en nuestras calles y la proliferación de pisos turísticos dio pie a unos cuantos gags que también se rieron de la presencia de la tecnología en nuestras vidas: móviles que reciben la extrema unción de un sacerdote o un altavoz inteligente, Amalexa, que repite frases de la amatxu, por aquello de que los vascos estamos muy apegados a nuestra madre.
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A diferencia de hace veinte años, este 'Vaya semanita' no cuenta con presentador (entonces era Oscar Terol, ausente ahora) y los sketches se suceden a un ritmo febril, uno tras otro y sin cortes publicitarios para que el espectador no haga 'zapping'. La política nacional domina los medios y 'Vaya semanita' no podía permanecer ajeno a ello. Pedro Sánchez, Carles Puigdemont, Isabel Díaz Ayuso y Santiago Abascal fueron calificados como «patrimonio de la humanidad» con un ánimo satírico que no hizo mucha sangre.
Hubo gags muy afortunados, como ese Museo de la Kale Borroka, en el que se exponen contenedores quemados y cócteles molotov, «que fundían dos de las sustancias favoritas de los vascos: la gasolina y el alcohol». O ese concursante televisivo que se sabe las respuestas más difíciles, pero falla cuando le preguntan quién es el actual lehendakari. Goretti, la peluquera abertzale del Goierri, se descubrió como la culpable de la modernización de la imagen de la izquierda radical. Basta ya de pantalones de monte y riñonera de cuero. Su mejor trabajo lo ha conseguido con Pello Otxandiano, al que intelectualizó con unas gafas. «Del look gudari al look ideológico, muy parecido a Milhouse (el 'nerd' de Los Simpson)».
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Alain Mateos
Repiten algunos de los rostros más conocidos de temporadas anteriores: Maribel Salas, Andoni Agirregomezkorta, Miriam Cabeza, Nerea Garmendia, Javier Antón, Diego Pérez, Iker Galartza... Se echan de menos a Alejandro Tejería, Gorka Otxoa, Santi Ugalde, Terol... Borja Pérez, creador de 'Qué vida más triste' y guionista de anteriores 'Vaya semanita', interpreta a un espectador faltón y desagradable, que va poniendo pegas al programa mientras lo pone a caldo en redes sociales. «¡Pero si no sale Joxepo! ¡Ni hay chistes sobre Osakidetza!», se queja desde el sofá a modo de coro griego impertinente.
Hace veinte años estábamos con ganas de reírnos de nosotros mismos, ahogados por décadas de violencia atroz. Hoy somos como esa pareja del primer gag, que se queja de un mimo porque se burla de los discapacitados con su mudez. Menos mal que cuando dos ertzainas hombres se quitaban el verduguillo para besarse en 2003 no existía la corrección política.
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