Susto en directo de Pablo Motos en 'El Hormiguero': «Ya estoy bien»

«Me lo he pasado muy bien», contaba el intérprete.

Lógicamente, la ficción sobre el justiciero cuenta con numerosas escenas de acción. «Ha habido dolor», admitía sonriendo. Lo que sorprendía era que fue su caballo el que le provocó daños. «Yo era alérgico a los caballos antes, ahora ya no. Y la teoría de mi madre es que era porque me mordió un burro de pequeño. Yo me acuerdo del momento, pero no sé cómo fue», comentaba Bernardeau, que es hijo de la actriz Ana Duato. Y volvió al rocín que le tocó montar en la serie. «Mi caballo, Tornado, tenía mucho genio. Cuando no le dabas bien las directrices, te mordía. Luego me hice muy amigo y fue muy bonito. A mí me encantan los animales», desvelaba.

Tras la primera charla, Motos dio paso a publicidad y el regreso del programa impactaba al ver que el comunicador no se encontraba en su silla. Bernardeau miraba sin saber qué hacer. Y Pablo apareció sudando y en mangas de camisa. «Ya estoy de vuelta, perdón. Que me ha dado un golpe de calor», se disculpaba mientras se secaba el sudor con un pañuelo. Su aspecto pálido denotaba que algo le había pasado y su equipo estaba preocupado. «Ya estoy bien», tranquilizaba. Y aclaraba: «Me ha dado como una bajada de azúcar o así». Sus compañeros le ofrecieron un refresco de cola y el presentador hizo gala de su profesionalidad volviendo a la entrevista sin más. Eso sí, sin ponerse ya la americana.

«Me obsesioné con el látigo porque es muy divertido. En una prueba tenía que apagar una vela. Y lo logré», contaba el protagonista de 'Zorro' que también tuvo que aprender a manejar la espada. «Y es importante dejar paso a los especialistas porque puedes hacerte daño», puntualizaba. El protagonista de series como 'Élite' o 'La última' manifestaba su afición por el mar. Le encanta el surf y navegar, aunque una vez se jugó la vida. «Casi muero porque me caí de un catamarán. Fue fuerte. Estuve tres horas y media en medio del mar y casi me ahogo. Estaba con un amigo. Eso fue lo más tonto que me ha pasado en la vida. Hacía viento, pero era un sitio por el que he navegado toda mi vida. Íbamos con un arnés y se desmontó algo y caímos los dos al agua. El catamarán se fue. Solo pasaban yates de ricos y no paraban. Se te empieza a cristalizar la sal en la garganta y teníamos un poco de hipotermia. Entonces, paró un tío con un yate, me tendió la mano y me ofreció una copa de champán. Y yo le pedí agua», recordaba.