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Los espectadores que la veneraban esperaban sus muecas y el sempiterno cruce de piernas; ya sea en cine, teatro o televisión, iban a ver «una de Lina Morgan». Fue la cómica más querida de España y un enigma en su vida privada. Jamás se casó ... ni tuvo hijos. Rechazó ofertas del Lido de París y de teatros de México y Argentina. Dijo no a Almodóvar y a Berlanga. Cuando murió en 2015 a los 78 años, ya había vendido su teatro de La Latina a cambio de siete millones y medio de euros, un despacho y un palco de por vida. El empresario que lo compró, Jesús Cimarro, siempre recuerda que tuvo que invitarla a cincuenta cenas con champán para que aceptara.

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'Lina', la serie documental de Movistar Plus, recupera su figura a lo largo de tres episodios. Asume el difícil cometido de reivindicar una manera de hacer comedia que hoy resulta absolutamente demodé y ensalza el papel de pionera de 'la tonta del bote', una artista que, como afirma uno de los entrevistados, jamás hubiera sido elegida por un algoritmo.

La protagonista de 'Vaya par de gemelos' nunca arriesgó en su oficio ni contó con el aprecio de la crítica. Siempre ofreció exactamente lo que se esperaba de ella. Otra cosa es que medrara en un género popular, la revista, en el que solo podían triunfar las vedettes de físico despampanante.

Una historia de superación que la serie documental acierta a desarrollar con la ayuda de imágenes de sus películas y obras de teatro, así como con el testimonio de actores que la trataron, como Manolo Zarzo y José Sacristán. Lo que acaba agotando de 'Lina' es la profusión de testimonios, hasta llegar al medio centenar, y la recreación de escenas cómicas con actores actuales, que parecen puestas solo para alargar la cosa.

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