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Al son de 'Bienvenidos' aterrizó Miguel Ríos en 'El Hormiguero'. El veterano artista acudía para presentar su nuevo disco, 'Un largo tiempo', en el que canta arropado por The Black Betty Trío. Banda formada por José Nortes, a la guitarra; Luis Prado, al piano; ... y Edu Ortega, con los violines y la mandolina. «El título sale del poema 'Para que yo me llame Ángel González', que he musicado con José Nortes. Me siento tan identificado con ese texto que me bastaría con ponerle mi nombre para que fuera mi autobiografía», afirma el intérprete que el mes que viene cumple 77 años y sigue al pie del cañón como los buenos rockeros.
«Estoy contradiciendo la petición que me hizo mi madre», avisaba el granadino refiriéndose a su longevidad sobre las tablas. E ilustraba: «Una de las veces que fui a Granada estaba Antonio Machín actuando allí. Así que cogí a mi madre y nos fuimos a verle. Después del recital fuimos a saludarle al camerino. Y cuando mi madre lo vio me dijo: Niño, tú no te vayas a hacer viejo en el escenario, ¿eh?», recordaba entre risas. La buena salud y su amor por el arte que practica desde hace décadas le impiden retirarse. «Soy un yonqui del aplauso. No creo que haya nada más gratificante que entrar en un sitio donde la gente ha pagado por verte, que ha guardado cola y otros sacrificios, y de pronto van y te dan todo su cariño. Eso es muy difícil dejarlo», argumentaba.
Los muchos viajes y miles de conciertos a sus espaldas han propiciado numerosas anécdotas y alguna de ellas explica la altanería que tienta a muchos artistas. «Cuando éramos jóvenes viajábamos en coches, íbamos unos detrás de otros y parábamos a comer algo donde podíamos. Una vez nos detuvimos de madrugada en una gasolinera. Yo salí algo adormilado y empecé a escuchar que me llamaban: 'Migueeeel, Migueeel'. Creía que eran mis compañeros que eran muy bromistas. Me volvía y no había nadie. Al final era un camión de ovejas y lo que yo creía que era mi nombre eran balidos. Eso es la vanidad», describía con sorna.
🐑 @mrios y las ovejas fans #RíosEH pic.twitter.com/DFSyzqrBEd
El Hormiguero (@El_Hormiguero) May 6, 2021
En cuanto a la leyenda que envuelve a su género musical, aquello de Sexo, drogas y rock and roll, Miguel reconoció que ha cumplido con todo. «En 1970, cuando hice mi versión del 'Himno de la alegría', fui a presentarla a Estados Unidos y acabamos en Laurel Canyon. Allí pasaba de todo y el sexo era bastante normal. A todo el mundo le apetecía. Imagínate lo que fue para mí que el último cartel que vi cuando me marchaba de mi casa decía: En Granada follar no es pecado, es un milagro», bromeaba. En cuanto a las sustancias, el compositor aseguraba haberlas probado, «pero le he tenido muchísimo respeto siempre a mi cuerpo. Mi generación lo ha probado todo, pero mi obsesión era estar bien para salir a cantar», declaraba confesando que «algún canuto» había caído.
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