Urgente Grandes retenciones en la A-8, el Txorierri y la Avanzada por la avería de un camión

Loki es uno de los personajes mejor escritos del universo Marvel. Es malo, pero no tanto. Y, sin duda, no es bueno. Tiene el encanto del tahúr, del prestidigitador, del Tamariz que coloca las cartas sobre el tapete y te hace creer que solo tú ... podías haber sacado un cuatro de corazones. Es capaz de salvar el día para cargárselo después. Y eso es exactamente lo que espero de la serie: un sincero, profundo y mágico revés. Un camino que termine con él ejerciendo esa media sonrisa suya tan carismática, subido a un trono improvisado, divertido ante la idea de que alguien hubiera podido olvidar que él es, después de todo, el Dios del Engaño.

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Disney sigue explorando con acierto personajes y tonos. La comedia esquizofrénica de 'Wandavision', la acción más noventera de 'Falcon y el Soldado de Invierno' y, ahora, la ciencia ficción de viajes en el tiempo, paradojas, realidades alternativas y leyes inmutables. De los dos capítulos que llevamos, mi momento favorito, el momento que creo que marca el tema de la serie, es en el que Loki (Tom Hiddleston) le dice al agente Mobius (Owen Wilson): «Entonces tú y yo somos los únicos seres del universo con libre albedrío». Por eso, porque creo que es el principio del truco, lo que nos llevará al prestigio final.

Ya saben que Loki, tras escapar en 'Endgame' con una de las gemas del destino, termina en una suerte de Ministerio del Tiempo, una agencia dedicada a vigilar que se respete la sagrada línea del tiempo. Allí verá su pasado, su presente y su futuro, todo a la vez, para empezar a escribir una historia distinta que, ya verán, terminará a lo grande. ¿Cómo será el final? Ni idea, pero seguro que pasamos unas semanas construyendo las teorías más locas; que eso también es divertido.

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