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Si se habla de glamour, el rey de la televisión es, sin duda, Boris Izaguirre por lo que el tema que abordaba 'Lazos de sangre' le venía como anillo al dedo. Y es que el venezolano, además de 'charme', sabe comunicar. Goza de un carisma ... especial que conecta con todos, seduce a la cámara y a quienes están detrás. Ese encanto, entre mágico y fastuoso, casaba a la perfección con el asunto abordado: la 'jet set' marbellí. «Era ese mundo con una mezcla muy rara que no se atenía a ninguna norma social de lo que se llevaba entonces en España», definía Rosa Villacastín.
Vivían para exhibirse y lo hacían sin retraimiento. El cóctel de multimillonarios y vividores (gente guapa que no tenía un duro, pero andaban sobrados de simpatía y jeta) compartía un espacio único y exclusivo que cimentó Alfonso de Hohenlohe abriendo el Marbella Club. Aquel estreno transformó un pueblo de pescadores en residencia internacional. Hubertus Von Hohenlohe, hijo del desaparecido magnate, contaba cómo se gestó todo. «Mi padre era un príncipe alemán que, por circunstancias, se perdió en España», arrancaba para recordar después el inicio del reputado parador que lo cambió todo. «De una pequeña finca empezó a hacer un hotel a la americana, aquello posiblemente dio inicio al turismo en España», afirmaba.
Hohenlohe inició su aventura invitando a los aristócratas y familiares ricos que conocía. Aquello creció y pronto coincidían en Marbella las estrellas que hasta entonces solo sonreían desde las fotografías. «Era una fauna como la de un circo bien puesto», admitía el vástago. Audrey Hepburn, Elizabeth Taylor, Sean Connery o Brigitte Bardot aparcaban sus mansiones para gozar de las particulares fiestas del lugar. Y las anécdotas salpican la historia: David Bowie llegó a componer una de sus canciones más conocidas en una casa marbellí que tenía una piscina en la que nadaban delfines.
«Siendo niño, estaba en la cama y una señora estaba cantando sin parar. No me dejaba dormir así que bajé a decir que se callara. Era María Callas», rememoraba Hubertus. Magia pura que fue adulterándose poco a poco. Los temidos paparazzis no tardaron en llegar. El documental reveló que la foto que más dinero rentó a sus conseguidores fue la de Lady Di en topless. Se vendió por 200 millones de pesetas, lo curioso es que la revista pagó la osada cantidad para que aquellas imágenes no se publicasen.
Luis Ortiz y Yeyo Llagostera trufaron de chascarrillos la entretenida velada. Según la pareja, «Antonio, el bailarín, era el que más mala leche tenía», contaban. Y no era el único ilustre cabreado. «Sean Connery también era retorcido y su mujer, más», opinaban indiscretos. ¡Ah!, y James Bond hacía trampas al golf, según sostenía el ex de Gunilla Von Bismarck. El «cachondo», a tenor de los comentarios de la pareja, era el príncipe Rainiero de Mónaco. El reportaje también descubrió que Alain Delon, montado en bicicleta, atropelló a un fotógrafo.
Toda buena fiesta tiene un final y la de aquella época dorada llegó con Gil. «Mucha gente se fue», atestiguaba Hubertus. Y nada volvió a ser igual.
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