Una vez más, Karlos Arguiñano demostró en 'El Hormiguero' que tiene un don para la comunicación que va más allá de su talento como cocinero. El chef acudía al programa para presentar su nuevo libro 'Cocina fácil y rico', un compendio de más ... de seiscientas recetas hechas en su espacio televisivo. El invitado defendió su pasión por los fogones y la gastronomía. «Es más importante incluso que el gimnasio, porque por la boca entra la salud y la enfermedad», aseveraba. Pablo Motos aseguró entonces que estaba dando sus primeros pasos entre pucheros y su entrevistado le animó. «Un hombre cocinando es lo más erótico que puede haber. Un hombre cocinando es mucho hombre», sentenciaba entre risas.
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La cesta de la compra se ha convertido en un problema para mucha gente a causa del aumento de precios en la alimentación. Arguiñano también tenía respuesta para eso. «Es cierto que han subido los precios, pero hay que saber lo que hay que comprar. Si me sigues la pista, yo te garantizo que vas a seguir comiendo bien sin gastar mucho», descubría.
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El humor es la clave de la cocina de Arguiñano, un comunicador que destila comedia en cada una de sus intervenciones. No es de extrañar que contagie el buen rollo a su equipo, que más de una vez han querido vacilar al chef. «Una vez me quisieron gastar una broma e hicieron que saliera humo de la cocina mientras hacíamos el programa, pero yo no paré. Y otra me pegaron unos piñones con Loctite a una base y me esforcé en despegarlos uno a uno. Tampoco corté», explicaba. Motos se interesó entonces por sus sueños y Karlos desveló uno de los últimos que ha tenido. «Igual es por el Mundial. Soñaba que estaba dando una cena en el centro de San Mamés, en Bilbao. ¡Y yo soy de la Real! Estaba yo solo ante un montón de gente. Como estoy tomando unas pastillas para la próstata, le dije a mi médico a ver qué pastillas me daba porque me estoy volviendo loco», comentaba guasón.
Viajero empedernido, el cocinero vasco descubrió una anécdota que le ocurrió en el mar. «Esto fue impresionante. Íbamos cinco matrimonios de Tahití a Bora Bora en un catamarán. Había olas gigantes de 20 o 25 metros. Y de pronto el capitán dice que va a poner las velas, porque íbamos a motor. Yo bajé al camarote donde estaban las mujeres rezando, preparadas para morir. Les digo que están poniendo las velas y ellas me preguntan: ¿A que santo?», rememoraba provocando carcajadas.
Los inicios del chef guipuzcoano también tuvieron cabida en la charla, concretamente su primer sueldo como ayudante de cocina. «Estaba en Zarautz, en Euromar, con Luis Irizar, un gran maestro. Nos llamaron para hacerle una comida a un empresario en una sociedad. Nos pagaron y, cuando volvíamos a casa, me cogió una ola en el malecón, y me tiro al mar. Ese día sí que pensaba que me moría. Estaba debajo del agua sin poder sacar la cabeza y cuando lo conseguí, había varias personas arriba mirando a ver cómo me moría. Ni Dios se movió. Eso sí, el sueldo tampoco se me movió del bolsillo», precisaba cómico.
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